Cada Nochebuena durante 40 años los españoles han visto a Juan Carlos I hablar desde La Zarzuela, ese antiguo pabellón de caza que Carmen Polo, la mujer de Franco, decoró para él en 1962 cuando el joven Juan Carlos de Borbón (entonces ni siquiera era aún príncipe de España) se casó con Sofía de Grecia.
El año pasado, para marcar la diferencia en su primer discurso, Felipe VI abandonó el despacho en el que habitualmente hablaba su padre y acondicionó una sala más familiar. Pero incluso entre fotos de Don Felipe y Doña Letizia con sus dos hijas pequeñas, Leonor y Sofía, sobre el soloncito en cuestión sobrevolaba ese aroma Villavicencio (Fernando Fuertes de Villavicencio, jefe de Patrimonio Nacional con Franco durante 20 años) que no a todos gusta en la Casa del Rey.
Un aspecto funcionarial y modesto -algunos dirían incluso de Cuéntame- que este año ha sido sustituido por el más glamouroso e histórico del Palacio Real, el antiguo alcázar que ardió precisamente en la Nochebuena de 1734. Lo reconstruyó en ladrillo y piedra el primer Borbón, Felipe V.
El primero en habitarlo fue Carlos III, el llamado alcalde de Madrid, y el último Alfonso XIII, quien el 14 de abril, al caer la noche, salió en coche por los jardines del Moro y nunca más volvió.
Su bisnieto, Felipe VI, se ha dirigido a los españoles desde el salón del Trono, dando la espalda a esos jardines. El salón está decorado como en los tiempos de Carlos III, y según el gusto rococó de su hombre de confianza, el conde de Gazzola.
En la bóveda, un gran fresco de Giovanni Battista Tiepolo sirve para glorificar La grandeza y el poder de la Monarquía española: en el centro de la composición se sitúa el trono español, custodiado por Apolo y Minerva, así como por las personificaciones del Arte de Gobernar, la Paz, la Justicia, la Virtud, la Abundancia y la Clemencia. Sobre la cornisa aparecen representados los territorios de ultramar adscritos a la Corona y los reinos peninsulares: Andalucía, Cataluña, Castilla y Granada.
El lugar central de la sala lo ocupa el trono con dos sillones rojos, flanqueados por las estatuas de la Justicia y la Templanza, y, sobre las gradas, cuatro leones de bronce esculpidos en 1651 en el taller romano de Matteo Bonicelli y encargados en origen por Diego Velázquez.
En este lugar cargado de tesoros ha hablado Felipe VI esta Nochebuena durante 13 minutos para que, según dice, los españoles conozcan y comprendan mejor “su pasado”. Lo ha hecho también, según él, para expresar “con la mayor dignidad y solemnidad, la grandeza de España”.
“España y españoles” han sido las palabras más repetidas en el discurso, seguidas de “convivencia, entendimiento, diálogo, compromiso, voluntad, pueblo y Constitución”. Flanqueado por la bandera española y con una corbata azul con puntos rosa y carmesí, que es el color de su estandarte, que ondea también en la puerta de palacio.