Doña Letizia y Jaime Alfonsín, jefe de la Casa, son los artífices de las “dureza” de las medidas tomadas contra doña Cristina a una semana del inicio del caso Nóos. Así lo ve el entorno de la infanta, que se queja del “ensañamiento” con el que se ejecuta ahora el cortafuegos creado en torno a los Urdangarin-Borbón en 2011. Para Zarzuela, se trata de una defensa cerrada de la Corona como primera institución del Estado español.
Ese cortafuegos, como se llamó entonces al muro protector levantado en torno al núcleo duro (reyes eméritos y reyes), se implementó en el invierno de 2011 después de que Iñaki Urdangarin dinamitara la base familiar de la institución con el estallido público del caso Nóos. Seis meses más tarde, en la primavera de 2012, Juan Carlos I la terminó de pulverizar con su cacería de elefantes en Botsuana. Desde hace año y medio, Felipe VI lucha por mantener la dignidad de la Jefatura del Estado. Para ello, ha tenido que amputar a parte de la familia, empezando por su propia hermana, Cristina de Borbón.
Desde junio de 2014, la Familia Real la forman los reyes eméritos y los reyes con sus dos hijas pequeñas. Los seis viven en el complejo de La Zarzuela, donde imperan las maneras suaves, la media voz, el traje oscuro y la daga. En los últimos años del reinado de Juan Carlos I el enclave real del monte de El Pardo sufrió un vendaval. Ahora, bajo Felipe VI, en la superficie no se mueve una hoja.
Según el entorno de Zarzuela, el inicio del caso Nóos y la inestabilidad política han redoblado los esfuerzos por proteger a la Corona, pero la infanta Cristina no lo entiende, sobre todo lo que se refiere a las formas: según su círculo, a la esposa de Urdangarin “le ha parecido muy humillante” la manera en la que la Casa del Rey ha implementado las últimas medidas del cordón sanitario impuesto a los Urdangarin-Borbón hace más de cuatro años, cuando salió a la luz pública el caso Nóos: una red de supuesta corrupción presidida por Iñaki Urdangarin, para el que la Fiscalía pide 19 años y medio de cárcel.
REUNIÓN FAMILIAR EN NOVIEMBRE
La primera medida atribuida al tándem doña Letizia-Alfonsín tuvo lugar el pasado noviembre, y consistió en la cancelación in extremis de una reunión familiar completa que había ideado don Juan Carlos “sobre la base de que no se verían en Navidad”, según el entorno de doña Cristina.
La presencia navideña en Zarzuela de los Urdangarin-Borbón se tornó espinosa ya en diciembre de 2011, cuando se impuso el alejamiento oficial de Iñaki Urdangarin por su conducta “no ejemplar”. Ese año lo pasaron en EEUU. En 2012 y 2013, el cortafuegos se suavizó y el matrimonio regresó con sus cuatro hijos a celebrar las fiestas con los entonces reyes titulares Juan Carlos y Sofía, así como el 50 cumpleaños de la infanta Elena. Con la llegada de los nuevos reyes Felipe y Letizia, en 2014, el cortafuegos cobró fuerza y se acabó la Navidad familiar en el monte de El Pardo.
La renuncia a la Nochebuena en familia ya la tenía asumida la infanta Cristina desde el año pasado, señalan en su círculo. Pero hace apenas seis semanas, en noviembre, todo estaba listo y preparado, “con las maletas a pie de avión, como quien dice”, cuando se canceló el evento planeado por Juan Carlos I.
RADICAL OPOSICION DE LETIZIA
“Letizia se opuso radicalmente”, murmuran en el entorno de la infanta, donde atribuyen a la reina consorte un papel protagonista junto a Jaime Alfonsín, el jefe de la Casa, en el “ensañamiento” que denuncia doña Cristina contra ella y su familia.
“Ya van dos veces”, explican en el entorno de doña Cristina. “En las Navidades de 2014 estaban entusiasmados porque iban a pasar la Navidad en familia. De nuevo entonces, como este año en noviembre, en el último momento les dijeron que no”. Ellos, con las maletas preparadas, optaron por irse a la casa de Iñaki [Urdangarin] en Vitoria”. Las imágenes de las revistas del corazón de esas Navidades en el País Vasco reflejan la extrema tristeza de la infanta Cristina paseando con su familia por el centro de Vitoria.
“Lo más duro es que te digan que sí y luego tener que darte media vuelta. En el aeropuerto les informaron del cambio de planes "porque se lo habían pensado mejor", continúan otras fuentes consultadas en el círculo de la infanta al describir lo sucedido en noviembre con la abortada reunión familiar. “ A ella le dolió mucho justo en un momento en el que esperaba un gesto de cariño y de proximidad”
PROHIBIDO IR A MARIVENT
La segunda medida, también muy reciente, fue volver a recordarle a la infanta que tiene “prohibido” alojarse en el palacio de Marivent cuando vaya a sentarse en el banquillo en Palma de Mallorca a partir del 11 de enero. “Es muy humillante que se le haya dicho de mala manera que no fuera a Marivent. Ella daba por descontado que no iba a ir, pero la manera en la que se le ha transmitido el mensaje le ha parecido muy humillante”, explican en su entorno.
Las tensiones en torno al uso del palacio de Marivent comenzaron en febrero de 2012, cuando Iñaki Urdangarin declaró por primera vez ante el juez Castro. Entonces vivía en Washington DC, donde desde 2009 el presidente de Telefónica, César Alierta, le estaba proporcionando un empleo de alto nivel después de que Zarzuela vetara su actividad comercial en Nóos.
Aunque la infanta no tenía que declarar- todavía no había sido imputada-, insistió en acompañar a su marido a Palma. Durante el fin de semana, ambos se alojaron en Marivent, cuyo uso cede el Gobierno balear a la Familia Real.
Las críticas al matrimonio por no ir a un hotel fueron generalizadas. Dos años más tarde, en febrero de 2014, cuando la infanta ya imputada acudió a declarar, evitó quedarse en Marivent. Ese día, voló desde Barcelona a Palma, almorzó en los juzgados y regresó a Madrid esa misma noche para cenar en Zarzuela con su madre, la reina Sofía.
A GINEBRA EN UN HOTEL
Un ex empleado de la Casa lo explica así: “El rey Juan Carlos lo tenía más difícil a la hora de imponer este tipo de medidas a su hija. Los reyes actuales están limpios de polvo y paja. Ellos son los que se comportan como auténticos profesionales”.
Finalmente, la tercera medida de protección ha tenido lugar estas Navidades, cuando la Casa del Rey ha obligado a doña Sofía a evitar las fotografías en la puerta del piso de rue des Granges, en una de las mejores zonas de Ginebra. Según fuentes de su entorno, “Alfonsín puso como condición para ir a Ginebra para ver a los niños que no se encontraran en la casa de doña Cristina y que se vieran en otro lugar, por ejemplo en un hotel”.
Desde el círculo de la infanta Cristina se señala sin ningún tipo de dudas a doña Letizia: “Tiene una enemiga muy poderosa. Don Felipe es muy buena gente y si no fuera por ella ya habría habido un acercamiento privado”.
El entorno de Zarzuela lo interpreta de otro modo. Tanto Alfonsín, que este diciembre ha cumplido 20 años de servicio en la Casa del Rey, como doña Letizia, que lleva casi 12 años de rodaje desde que se casó con don Felipe, tienen memoria. Ambos recuerdan cómo los Urdangarin-Borbón arruinaron la estrategia de cortafuegos impuesta por la Casa en diciembre de 2011: en noviembre de 2012 se empeñaron en visitar juntos al rey Juan Carlos en el hospital en Madrid y un mes más tarde acudieron a Zarzuela a pasar las Navidades.
Las encuestas internas de Zarzuela y externas de algunos medios de comunicación mostraron entonces cómo se disparaba la indignación de los españoles cuando la infanta y su marido se acercaban a la Familia Real. En la nueva Casa Real, situaciones así no se van a volver a producir, “por mucho que doña Cristina se consuele echándole la culpa a otros”.
Objetivo: salvar la Corona
Alfonsín, un abogado del Estado en excedencia que este verano cumple 60 años, es refractario a las quejas de doña Cristina. Pulcro y frío, se le describe como “hermético y recto como un junco”. Muy parecido es su número dos, el teniente general Domingo Martínez Palomo, que lleva más de tres décadas en la Casa: llegó como jefe de los escoltas del entonces adolescente Felipe de Borbón y ha ido escalando por el interior de palacio hasta controlar todos sus rincones tan bien como a sus habitantes. Palomo, como se le conoce en la Casa, es un guardia civil religioso y conservador dedicado también en cuerpo y alma al servicio del rey.
Doña Letizia ha recibido muchas críticas desde que se convirtió en princesa consorte en 2004. En este tiempo ha capeado temporales de todo tipo, incluida una crisis matrimonial que coincidió con el cénit de la crisis institucional en 2013. En estos momentos, afirman personas de su entorno, puede ser definida como una “superviviente” que sale “fortalecida” y con un claro objetivo: asegurar el trono de su hija, la infanta Leonor, que acaba de cumplir diez años.
Ese instinto maternal puede que ayude a entender por qué otras personas, además de la infanta Cristina, observan en doña Letizia una especial inquina hacia su cuñada. Así habla una persona más cercana a la vieja Zarzuela: “Ella [Cristina] lo ha hecho mal, pero el trato que está recibiendo es de un dureza y una frialdad terribles. La última en llegar [Letizia] y la más dura”.
Todo indica que las quejas de doña Cristina no llegarán a buen puerto: este año, más que nunca, en la Jefatura del Estado tienen grabadas las palabras pronunciadas en diciembre de 2011 por Rafael Spottorno, antecesor de Alfonsín, al apartar a Urdangarin: “Ejemplaridad, estabilidad y neutralidad”.
El desgarro familia-institución que comenzó hace más de cuatro años llega dentro de una semana a su punto más álgido: el juicio de la hermana coincide con el trabajo político más importante del monarca, que es proponer el nombre del presidente del Gobierno. Entonces, como ahora, el objetivo es salvar a la Corona.