Fue el miércoles 12 de octubre de 2011 cuando los fotógrafos, ajenos al momento histórico que estaban viviendo, tomaron la última imagen de los siete juntos en el Palacio Real. En ella, a Don Juan Carlos se le ve con bastón, como ahora, recién operado del tendón de Aquiles. El rey emérito es un hombre de costumbres: ya en esa instantánea se observa cómo ignora la sonrisa amable que le dedica la reina Sofía, vestida del mismo color lila que la corbata de su único yerno, Iñaki Urdangarin, situado en el extremo de la fotografía.
Los entonces príncipes de Asturias -con doña Letizia en otra fase de su proceso de transformación física- comparten espacio con las infantas Elena y Cristina, que aparecen contentas y unidas. La infanta mayor sonríe bastante más que la menor, como sigue siendo el caso. Entre canapés y cava tras el desfile militar del Día de la Hispanidad, nada hacía presagiar ese mediodía la tormenta familiar e institucional a punto de desatarse tres semanas más tarde sobre las cabezas de esos siete miembros de la Familia Real española.
El 7 de noviembre de 2011, la policía judicial entró en la sede del Instituto Nóos en Barcelona, donde Iñaki Urdangarin y su socio, Diego Torres, habían montado una supuesta red de corrupción que incluyó el desvío de dinero público y el fraude fiscal, según el juez que ha investigado el conocido como caso Nóos.
“Es muy duro que la familia te abandone”, se ha lamentado estos días la infanta Cristina a una semana del banquillo, donde acude denunciada por el sindicato Manos Limpias como cooperadora necesaria de dos delitos fiscales en el caso Nóos. Según distintas fuentes de su entorno, doña Cristina, de 50 años, casada desde 1997 con el ex balonmanista Urdangarin, “está muy desfondada” por una situación que ya dura más de cuatro años y que sigue deteriorándose desde ese 12 de diciembre de 2011 en el que la Casa del Rey impuso el alejamiento oficial a su marido por su conducta “no ejemplar”.
Impresionada por el menosprecio
“Está muy impresionada por la dureza familiar, por la ignorancia y el menosprecio del que está siendo víctima”, señalan fuentes del entorno de doña Cristina, quien "jamás" pudo imaginar el infierno en el que iba a convertirse ese “ya veremos” con el que Rafael Spottorno, el jefe de la Casa, zanjó ese 12 de diciembre de 2011 el futuro de la infanta.
Un “ya veremos” convertido en un descenso al abismo. Estas navidades, a lo más hondo. Oficialmente, la Casa del Rey nunca ha hecho público el alejamiento de la infanta Cristina como hizo con su marido. No hace falta. Ella “sabe de sobra que no va a participar nunca más en actos oficiales”, según su entorno. Ahora bien, lo que le resulta particularmente “díficil” es el lado personal de esa expulsión de facto.
Ha "digerido" que ya es sólo familia del Rey y no miembro de la Familia Real, y que desde el pasado junio tampoco es Duquesa de Palma (su hermano revocó vía real decreto el título que le había regalado su padre cuando se casó con Urdangarín). Pero estas navidades le ha resultado “insoportable” que ni ella ni sus cuatro hijos hayan sido bienvenidos en La Zarzuela. Cada navidad con “cajas más destempladas”.
Doña Cristina está “empezando a asumir” que el exilio de Ginebra que comenzó en el verano de 2013 como algo temporal va camino de convertirse en permanente. “Están juzgados y condenados”, afirma una fuente muy cercana a doña Cristina en referencia al supuesto juicio paralelo sufrido por la sociedad española.
A partir de 2006, los periodistas Eduardo Inda y Esteban Urreiztieta comenzaron a ofrecer detalles del lujoso estilo del matrimonio Urdangarín-Borbón supuestamente a cargo del dinero público de Nóos. En 2011, las informaciones se generalizaron. En enero de 2014, una encuesta realizada por El Mundo reveló que la mayoría de los españoles tenía una imagen “mala o muy mala” de la segunda hija de Juan Carlos I (el 93% lo rechazaba a él y el 63% a ella).
Su mayor apoyo, Urdangarín
“Nunca va a volver a España”, concluye esta fuente, mientras otra apunta que “tiene la impresión de que a ella puede irle bien [en el caso Nóos], pero que a su marido lo van a triturar”.
La fiscalía pide 19 años y medio de cárcel para Urdangarín, que cumple 48 años cuatro días después del inicio del juicio. Demacrado y flaco, el ex duque consorte necesita asistencia psicológica para afrontar el día a día como desempleado de lujo en el piso de la rue des Granges de Ginebra.
Según el entorno de la pareja, “ella está muy cerca de su marido” y muy mentalizada: “Que pase lo que tenga que pasar”, se le atribuye haber dicho en referencia a la resolución del caso Nóos, que se juzgará en Palma de Mallorca entre enero y junio de este año.
Del Estado español, la infanta “no tiene queja”, afirman personas de su círculo íntimo. Tras salir de la Familia Real, el Ministerio de Asuntos Exteriores le retiró el pasaporte diplomático porque así lo solicitó la Casa del Rey, según se excusó el propio ministro José Manuel García-Margallo, al que en la Zarzuela de Juan Carlos I calificaban con sorna de “más monárquico que el rey”.
El Real Decreto 1123/2008, de 4 de julio, sobre pasaportes diplomáticos establece que podrán disponer de él “Su Majestad el Rey, la Familia Real, el Jefe de la Casa de Su Majestad el Rey, el Jefe del Cuarto Militar y el Secretario general de la Casa de Su Majestad el Rey”. La nueva Familia Real está formada desde junio de 2014 exclusivamente por los reyes Felipe y Letizia; los reyes eméritos Juan Carlos y Sofía; la princesa de Asturias, Leonor, y su hermana la infanta Sofía.
El Ministerio de Interior, por el contrario, le mantiene a la infanta Cristina en Ginebra los tres escoltas de los que ya dispuso cuando vivió en Washington DC entre 2009 y 2012.
El mismo número de escoltas protege también a la infanta Elena. Este es el paquete habitual del que dispone la mayoría de las autoridades, según personas conocedoras de la protección real. Un escolta hace las veces de conductor, mientras que los otros dos tienen misiones distintas: en caso de “problemas”, uno está obligado a poner a salvo a la infanta mientras que el otro tiene que hacer frente a la situación.
Aunque ya no es duquesa, la infanta no ha renunciado a los derechos dinásticos. En estos momentos, ocupa el sexto lugar. Infanta lo será hasta que muera por ser hija de Rey, una condición que ella lleva “muy presente”, según su entorno.
De Golden Boy a paria
“A pesar de lo que está sufriendo, no va a hacer nada que perjudique a la institución, es de una lealtad espectacular a su familia”, insisten personas cercanas que sí han percibido un cierto dolor ante la actitud de Juan Carlos I, “que no quiere problemas”.
En un principio, Urdangarín fue el golden boy de don Juan Carlos, recuerdan fuentes cercanas a Zarzuela. Lo quiso y lo mimó, y le ayudó tanto que llegó a pedir su pareja de entonces, Corinna zu Sayn-Wittgenstein, que le buscara un trabajo en la fundación deportiva internacional Laureus. Ahora, el Rey emérito “carece de autoridad real y moral” en la nueva Zarzuela, explican fuentes cercanas a la Casa del Rey.
El resultado ha sido particularmente desolador para la infanta Cristina y su familia, según el entorno: “Ella esperaba un último gesto y no lo ha encontrado. Hace meses que no oye la voz de su hermano, con el que apenas se cruza algún un sms. Normalmente, es para decirle 'no' a todo”, últimamente también todo lo que tiene que ver con los niños”.
La infanta Cristina tiene cuatro hijos con Iñaki Urdangarin: Juan Valentín (16), Pablo Nicolás (15), Miguel (13) e Irene (10).
Según fuentes del entorno de la infanta, Miguel, que es ahijado del rey Felipe, se quejó estas Navidades de la siguiente manera: “No es justo que la familia nos haya abandonado”.