Dos fueron las promesas electorales que la CUP reiteró por activa y por pasiva durante la campaña del pasado septiembre: “no investiremos a Artur Mas” y “no haremos descarrilar el proceso soberanista”. Los resultados de la noche del 27 de septiembre, sin embargo, convirtieron esas dos promesas en una contradicción.
La formación política más coherente hasta la fecha, la que nunca había incumplido una promesa, se vio obligada de golpe a ponderar entre dos caminos incompatibles: o investían a Mas y traicionaban a una parte de su electorado, o hacían descarrilar el proceso soberanista y decepcionaban a la otra mitad de sus votantes. La CUP, acostumbrada a ser el amigo enrollado del soberanismo durante la anterior legislatura (3 diputados), se hizo mayor de golpe y se vio con el mango de una sartén que no quería.
Lo que siguió desde el 27 de septiembre hasta este 3 de enero han sido tres meses en los que la sociedad catalana ha hecho grandes esfuerzos para comprender a una formación que no estaba preparada para lo que le venía. Tanto los diputados de Junts Pel Sí (JxS) como los 10 de la CUP se han reunido prácticamente a diario en el Parlament para intentar buscar una solución que permitiera a la formación incumplir una de sus promesas electorales. El giro a la izquierda de Mas, sin embargo, no ha sido suficiente para convencer a unas bases que llevan años luchando en la calle contra el heredero de Jordi Pujol.
Los factores que han llevado a Cataluña y a la CUP a la situación actual son infinitos, pero los más destacados son estos 7.
1- El poder de las bases
Si la CUP hubiese sido un partido al uso, la decisión sobre la investidura de Mas se habría tomado por su dirección unas pocas semanas después de las elecciones. El escaso poder que tienen los miembros del Secretariado Nacional (la dirección de partido) y el grupo parlamentario ha convertido a los dirigentes de la formación en rehenes de lo que deciden sus bases.
Esta dependencia de la militancia para tomar decisiones puede funcionar en ámbitos municipales o para decidir una votación concreta en el Parlament, pero se ha demostrado un fracaso cuando se toma una decisión que afecta a los 7 millones de catalanes e incluso al resto de españoles.
A pesar de que las grandes asambleas han sido un ejemplo en cuanto a organización, se ha demostrado que la CUP no estaba preparada para verse en medio del tablero político catalán.
2- Un president aferrado al poder
Mas se vistió con piel de cordero para agradar a todos antes de las elecciones. Aseguró que daría un paso al lado el día que fuera un inconveniente para el proceso soberanista, concurrió como número 4 en la lista de su coalición y se presentó como “uno más” del independentismo. Su insistencia en mantener el poder después de las elecciones, no obstante, ha demostrado que todo fue mentira. Finalmente se ha visto que la principal preocupación del president no es el proceso soberanista sino llevar a cabo la refundación de su partido desde el poder.
Probablemente la CUP no esperaba que Mas se enrocara de esta manera tras no conseguir la mayoría absoluta con su coalición. La formación anticapitalista pensó que la presión y el paso de los días acabarían con hacer ceder a Mas. Se equivocaron.
3- El control del relato
La CUP ha conseguido marcar la agenda gracias a sus asambleas. Pero quién ha marcado el relato ha sido JxS a través de sus medios y tertulianos afines. La presión que la formación anticapitalista pensó que se vertería sobre Mas por bloquear un candidato alternativo se acabó cebando con la CUP, convertidos en los nuevos traidores a la patria por una parte importante de la sociedad catalana.
A pesar de los esfuerzos de la CUP por girar la tortilla, al final el relato que queda en Cataluña es que la CUP ha bloqueado el acuerdo y ha forzado nuevas elecciones, cuando también se podría entender al revés.
4- Un plan de choque irrisorio
A pesar de los esfuerzos de JxS para que se percibieran las grandes cesiones que estaban haciendo a la CUP, lo cierto es que la oferta planteada por Romeva y compañía estaba más cerca del programa de JxS que de las pretensiones de la formación anticapitalista.
Algunas entidades sociales tildaron los 270 millones del plan de choque social de “una limosna” para la pobreza y varias propuestas que se intentaron pasar como cesiones a la CUP no eran más que concreciones de lo que figuraba en el programa de JxS. Los aspectos más polémicos se resolvieron con prórrogas y “carencias” para no solucionar los problemas hasta la siguiente legislatura. El plan de choque social ofrecido hace dos semanas no convenció a nadie de la CUP, ni siquiera a los 10 diputados que se pasaron tres meses negociándolo.
5- La ofensiva legal del Estado
Los avances en la ruptura entre JxS y la CUP así como la campaña electoral de las generales redoblaron la presión del Estado contra el proceso soberanista. Durante estos tres meses en que se ha estado negociando la investidura ha habido registros en la sede de CDC, la imputación de su tesorero, declaraciones de Artur Mas y dos consejeras ante el TSJC por la consulta del 9-N, la intervención de las finanzas de la Generalitat y una reforma ‘exprés’ del Tribunal Constitucional.
La presión del Estado sobre el proceso soberanista ha incomodado aún más a la CUP, que se ha visto en la dicotomía de escoger entre reprochar la “guerra sucia” del Estado o la corrupción de CDC. Las actuaciones del Ejecutivo central también han contribuido a aumentar el victimismo de Mas y la imagen de un presidente que lo ha dado todo por el independentismo.
6- El abandono de la izquierda
La izquierda ha dejado sola a la CUP durante estos tres meses. La formación anticapitalista creyó que podría contar con los 11 diputados de Catalunya Sí Que es Pot (CSP), que llevaban en su programa un “proceso constituyente no supeditado a ningún otro marco”. CSP, sin embargo, ha obedecido a las órdenes que le llegaban desde Madrid, no se ha subido al barco de la ruptura y ha observado desde la banda los golpes que recibía la formación asamblearia.
El otro partido de izquierda que tampoco se ha significado a favor de la CUP ha sido ERC. A diferencia de lo que esperaban los anticapitalistas, ni el partido de Junqueras ni los independientes más progresistas de JxS han presionado en ningún momento a CDC para encontrar un candidato alternativo a Mas. En algunos momentos de estos meses ha parecido que ERC era un simple observador que se limitaba a contemplar los golpes entre la CUP y CDC sin hacer nada para evitarlo.
7- La coherencia de la CUP
Una de las principales virtudes de la CUP hasta la fecha ha sido su coherencia. El cumplimiento de todas las promesas electorales en la anterior legislatura y la actuación de sus tres diputados cosecharon la admiración de gran parte de los catalanes: desde soberanistas de centroderecha hasta federalistas de izquierda. Nadie discutía que esos jóvenes asamblearios cumplían con lo que decían y entre el soberanismo más moderado se instauró la sensación de que, tal y como pasó en la consulta del 9-N, la CUP siempre estaría al lado del independentismo en caso de vida o muerte.
La tan celebrada coherencia de la CUP, sin embargo, se ha convertido al final en una jaula para el partido que ha acabado dividiendo la formación entre los partidarios de cumplir la promesa de no investir a Mas y los partidarios de no hacer descarrilar el proceso soberanista.