Patxi López (Portugalete, 1959) tiene el socialismo y la política en el ADN. Prácticamente no ha hecho otra cosa en su vida que dedicarse a ambas con igual pasión y resolución. Y no le ha ido mal.
Dentro del PSOE ha desempeñado todo tipo de cargos internos en el País Vasco, donde ha dirigido la organización, y ha escalado hasta puestos de responsabilidad en la Ejecutiva Federal, donde ocupa la secretaría de Acción Política, Ciudadanía y Libertades. Le ha faltado el asalto a Ferraz; aunque él nunca lo hizo se le postuló como candidato a suceder a Rodríguez Zapatero, pero ni siquiera hubo opción, los tiempos jugaron en su contra y hoy es un fiel aliado del secretario general, Pedro Sánchez.
Es un profesional de la política y en el conjunto de sus logros tiene una estrella destacada: el haber sido capaz de acabar con el mito de que para gobernar el País Vasco hay que ser nacionalista. Él fue el primer lehendakari de la etapa democrática que después de treinta años no seguía la senda de Sabino Arana. Sucedió en Ajuria Enea (en mayo de 2009) al lehendakari Juan José Ibarretxe, famoso por su “plan” secesionista que dividió a los vascos.
Su investidura como presidente autonómico, fruto de un pacto con el PP, sublevó al PNV que le hizo objeto de una feroz oposición por la que luego no pasó factura. El mismo PSE–EE de López que gobernó el País Vasco entre 2009 y 2012 con la ayuda de los populares de Antonio Basagoiti suscribió con el PNV en 2013 un acuerdo institucional para aliviar la minoría del Ejecutivo de Íñigo Urkullu. ¿Flexibilidad o ligereza? Las escenas vasca y española son muy diferentes. En el País Vasco nunca han existido ni bipartidismo ni mayorías absolutas y sus políticos, López entre ellos, suelen estar bregados en la negociación, la búsqueda del acuerdo y el respeto al diferente.
El primer vasco elegido presidente del Congreso conoce en profundidad la mecánica parlamentaria. Curiosamente saltó de ser elegido secretario general de las Juventudes Socialistas de Euskadi en 1985 a pisar en 1987 la moqueta del Congreso de los Diputados con sólo 28 años, sin el meritoriaje previo que realizan otros compañeros por ayuntamientos, diputaciones y juntas generales.
Durante su larga estancia como diputado en el Parlamento Vasco (1991-2014) ha compaginado la presidencia de su grupo con los debates en el hemiciclo y las negociaciones en despachos y pasillos. Fumador empedernido no ha conseguido dominar el vicio del tabaco y la necesidad de salir al exterior a encender un pitillo ha delatado en muchas ocasiones sus movimientos ante los periodistas, que podían asaltarle en el patio del edificio de la institución parlamentaria.
Un “vasco de Coscojales”
La vida de Patxi López está marcada por sus orígenes. A él le gusta definirse como un “vasco de Coscojales”, en referencia al barrio portugalujo de la Margen Izquierda vizcaína obrero donde vivió sus primeros años con sus abuelos, como consecuencia del destierro de sus padres en Almería y Cáceres durante la dictadura franquista.
Lo cuenta en su blog donde describe cómo mamó la política y el socialismo de su progenitor, Lalo López, trabajador de la naval e histórico militante del PSOE. Sus recuerdos alcanzan posteriormente a reuniones clandestinas en su casa en los estertores del franquismo, y a la Guardia Civil registrando el domicilio en busca de papeles prohibidos escondidos bajo su cama.
En ese ambiente creció y conoció a Ramón Rubial, Felipe González, Joaquín Almunia, Nicolás Redondo Urbieta, el fallecido Txiki Benegas y a Manuel Chaves, con quien siempre ha tenido una relación especial.
Con la Transición en plena ebullición se matriculó en la escuela de Ingeniería Industrial de San Mamés, en Bilbao, de la UPV, pero no llegó a completar sus estudios, que abandonó en el último curso sin graduarse, ya entregado plenamente a la política.
"Tiene menos estudios que Homer Simpson"
"El que no tenga una carrera universitaria no ha pasado desapercibido y se le ha echado en cara más de una vez. Cuando el pacto PSOE-PP en el Gobierno vasco hacía aguas en abril de 2012 y López se distanciaba a marchas forzosas de sus socios, el popular Basagoiti le afeó en público su actitud sacando a colación esa circunstancia ante sus críticas a la política económica de Mariano Rajoy. “Ése al que me refiero no tiene fama de muy laborioso y tiene menos títulos académicos que Homer Simpson, que no dé lecciones” apostilló en un foro.
López ha vivido situaciones muy difíciles y extremadamente angustiosas. Baste recordar los años de plomo marcados por la presión terrorista de ETA, donde el primer objetivo era resistir y la propia supervivencia. Ha sufrido la ausencia de libertad y la esclavitud de la escolta como todos los cargos de los partidos constitucionalistas y ha asistido a gran número de funerales de compañeros asesinados.
Cuando llegó a la Lehendakaritza el 5 de mayo de 2009 su Gobierno recibió la amenaza expresa de la banda armada, que al cabo de poco más de un mes, el 19 de junio, le puso sobre la mesa en Arrigorriaga (Vizcaya) el cadáver de Eduardo Puelles, inspector del Cuerpo Superior de Policía.
Acabar con ETA y la deslegitimación del terrorismo
Acabar con ETA y la deslegitimación del terrorismo fueron dos de sus grandes objetivos durante su paso por Ajuria Enea y siempre se enorgullece de que la organización terrorista decretara el fin de la violencia durante su mandato, aunque el comunicado de la banda en octubre de 2011 se produjo mientras realizaba un viaje oficial a Estados Unidos.
Mucho antes, durante la tregua de 2006, el entonces secretario general de los socialistas vascos fue uno de los seguidores de la estrategia de negociación de José Luis Rodríguez Zapatero y prestó apoyo y cobertura a Jesús Eguiguren, hombre clave en los contactos. Él mismo se reunió con los dirigentes de la izquierda abertzale aún ilegalizada comandados por Arnaldo Otegi y afrontó por ese motivo un procesamiento judicial que quedó en nada pero que le hermanó con extraños compañeros, incluido el lehendakari Ibarretxe, en el banquillo de los acusados.
A la fuerza ahorcan, dice el refrán, y bien sea por necesidad o por convicción, López se ha visto obligado a tejer acuerdos para facilitar la convivencia entre diferentes y su partido se ha convertido en ocasiones en el único eje capaz de aunar nacionalismo y constitucionalismo, de tender puentes. Una experiencia de la que podrá echar mano ahora ante la multiplicación de fuerzas políticas en la Cámara Baja, el peso de la representación de las distintas nacionalidades y el órdago secesionista catalán.
Está acostumbrado también a afrontar crisis internas y a maniobrar calladamente en las mismas. El socialismo vasco vivió etapas convulsas en los noventa y en los dos mil y más aún la agrupación de Vizcaya, la suya, donde hasta que llegó Nicolás Redondo Terreros mandaba Ricardo García Damborenea, de infausto recuerdo por su implicación en los GAL.
Un hombre curtido en mil batallas
La historia es larga y pasa muy resumidamente por una primera amistad entre Redondo Terreros y López que acabó en enfriamiento y en la sucesión del segundo por el primero al frente de la secretaria general del PSE-EE, y el giro hacia el socialismo vasquista defendido por quien se va a convertir ahora en el nuevo presidente del Congreso.
López es un hombre curtido en mil batallas y sin estridencias en sus manifestaciones públicas, donde suele conservar la calma. Está casado con Begoña Gil, otra socialista de cuna y otra de sus pasiones, y no tienen hijos. Entre sus aficiones conocidas y aireadas por él mismo destacan la música, con una importante colección personal de 8.000 vinilos, y la cocina en la que le gusta innovar.
En sus tiempos de lehendakari presumía de que iba a comprar al ‘súper’ y de que le hacía la cena a su mujer en Ajuria Enea. Se sabe que ella le regaló una thermomix, donde de la mezcla de los productos salen satisfactorios platos. Ahora, en la Cámara Baja tendrá que utilizar todas sus habilidades para condimentar con otros ingredientes más complicados, aunar sensibilidades y conseguir consensos.