Para Josef Ben Naim, una herida de más de 500 años está a punto de cerrarse.
Este abogado de 40 años y vecino de Haifa, en el norte de Israel, es un sefardí, un descendiente de los judíos expulsados de la Península Ibérica en el siglo XV porque se negaron a renunciar a su fe.
En los últimos meses, Ben Naim viajó a las raíces de su árbol genealógico recopilando toda clase de documentos sobre sus antepasados, tomó lecciones para mejorar su castellano y superó exámenes de lengua y cultura españolas.
Y, la semana pasada, completó en Madrid el proceso para solicitar el pasaporte de la tierra de sus ancestros de acuerdo con la Ley de concesión de nacionalidad a sefardíes originarios de España, aprobada por el Parlamento en verano.
La Unión Sefaradí Mundial (USM), el organismo acreditado por el Ministerio de Justicia que lo ayudó con su solicitud, asegura que es el primer ciudadano de Israel en pedir la nacionalidad por medio de la Ley, que abre las puertas de su antiguo hogar a los tres millones de sefardíes desperdigados por el globo. Así lo afirma también la prensa de su país. El Ministerio no ha podido confirmar a este diario que se trate del primer israelí en completar el proceso de solicitud, pero sí que es de los primeros sefardíes del mundo en hacerlo.
“No lo he hecho por razones prácticas”, cuenta Ben Naim a EL ESPAÑOL desde Haifa. “Quería reconstruir mi conexión con España, mi conexión con mi familia. Es mi historia”.
Junto con Ben Naim, son muchos los sefardíes israelíes que quieren levantar de nuevo un puente con España. La USM está trabajando hoy día con cientos de personas para asistirlas con sus solicitudes, afirma su presidente, Jose Benarroch. Ben Naim fue apenas el primero y los perfiles de los aspirantes a obtener la doble nacionalidad abarcan diversas generaciones.
“Hay gente retirada para quien esto es un acto histórico, ellos vivieron toda la vida pensando en España y tener el pasaporte español sería como un sueño”, dice Benarroch desde su despacho en Jerusalén. “Para la gente de negocios de 30-40 años, es un instrumento de trabajo (…) Y para los jóvenes, que también hay muchos, es la posibilidad de obtener becas universtarias y realizar estudios en Europa”.
EL VIAJE EN EL TIEMPO
El rastro del apellido Ben Naim pasa por Turquía, Túnez, Marruecos y Argelia hasta Sefarad -como se conoce a España en hebreo. El nombre familiar puede traducirse como “persona tranquila y agradable” o “constructores”. Tras la expulsión, los Ben Naim se mudaron al Norte de África, de donde proceden los padres del letrado.
“Tenemos toda una sección en la Unión que trata con geneólogos e historiadores”, dice Benarroch, que explica que su organización emite certificados sobre apellidos sefardíes con los que los solicitantes apoyan su caso ante las autoridades españolas, además de guiarlos durante las diferentes fases del proceso. “Luego la persona en sí tiene que probar qué parte tiene de ese apellido. Es una especie de árbol genealógico al revés, que empieza con el peticionario, sube a sus padres, sigue subiendo a los abuelos, los bisabuelos y hasta donde pueda”.
Benarroch dice que el solicitante tiene que presentar documentos que demuestren su parentesco con esos antecesores más inmediatos, como, por ejemplo, certificados de defunción, partidas de nacimiento o carnets de identidad.
Solicitar la nacionalidad española ha supuesto una oportunidad única para Josef Ben Naim para aprender más acerca de sí mismo y sus orígenes. “Descubrí cosas que no sabía acerca de mi familia”, afirma.
El abogado, que trabaja para el Ministerio de Finanzas de Israel, cuenta que la USM encontró a miembros de su familia en libros y registros sobre la comunidad judía en el Marruecos español. “Uno de mis antepasados fue el gran rabino de Marruecos y Gibraltar”, exclama.
El padre de Ben Naim, Moshe, nació en Tetuán en 1925 cuando la ciudad era capital del Protectorado Español de Marruecos. Hoy día, muchos de sus hermanos y hermanas -tíos y tías de Josef Ben Naim- tienen su residencia en España. “Viven en Málaga, Barcelona, Madrid y también tengo una tía en Ceuta”, dice el letrado.
Moshe se acabó trasladando, sin embargo, a Israel donde conoció a su mujer, Rachel, también natural de Tetuán. Allí se asentaron y tuvieron a Josef. En casa de sus padres, Ben Naim se crió expuesto constantemente a la cultura española. “En casa hablaban entre ellos en español; es su lengua materna”, asegura. “Gracias a eso puedo entenderlo”.
Ben Naim recuerda cómo de niño viajaba con su padre a España para ver a su familia aquí. En la televisión, veían los telediarios y el programa Saber Vivir. El abogado cuenta que ahora tiene abanicos decorando su residencia que tomó de casa de sus padres. “Mi padre siempre dice que nosotros somos españoles”, afirma.
LA LEY
“La presente Ley pretende ser el punto de encuentro entre los españoles de hoy y los descendientes de quienes fueron injustamente expulsados a partir de 1492, y se justifica en la común determinación de construir juntos, frente a la intolerancia de tiempos pasados, un nuevo espacio de convivencia y concordia, que reabra para siempre a las comunidades expulsadas de España las puertas de su antiguo país”.
Este fragmento es parte del preámbulo de la Ley de concesión de la nacionalidad a sefardíes aprobada por las Cortes españolas en junio.
“La ley tiene un prólogo precioso y después los artículos en sí son un poco difíciles de masticar, porque hay cosas que han metido miedo a bastante gente”, dice Benarroch, de la Unión Sefaradí. “Como, por ejemplo, el estudio del español, ya que no todo el mundo tiene el tiempo y la disponibilidad para hacerlo; el ir a Madrid a un notario, [con] el gasto que supone.”
Los requisitos para que un sefardí adquiera la nacionalidad son los siguientes: 1) que el solicitante no tenga antecedentes penales; 2) tener vínculos especiales con España, como puede ser haber estudiado aquí; 3) aprobar un examen de lengua y de conocimiento de la Constitución y la cultura españolas; 4) tener lazos de sangre con los judíos expulsados. También es preciso acudir a un notario en España para certificar toda la documentación. La norma indica que las autoridades españolas determinan a qué notario debe acudir el solicitante y que se le cita en España cuando se considera que su condición de sefardí está justificada.
“[Tras la introducción] la ley se vuelve un poco más dura, un poco más seca. Lo que pasó, creo, es que el legislador de repente se dio cuenta de que podría haber un tsunami de gente que se acogiera a la ley”, dice Benarroch.
Antes que la Ley entrara en vigor en octubre, los sefardíes podían obtener la nacionalidad por decisión discrecional del Consejo de Ministros o residiendo dos años en España “asimilándose ya en estos casos a los nacionales de otros países con una especial vinculación con España, como las naciones iberoamericanas”. Además, debían renunciar a su nacionalidad de origen para adoptar la española, mientras que ahora pueden mantener las dos.
Ben Naim cuenta que cuando se enteró de que el Parlamento español iba a sacar adelante la Ley de nacionalidad comenzó a recopilar documentos. Pidió a las autoridades marroquíes la partida de nacimiento de su padre. Hacia el final del verano, se puso en contacto con la USM.
Para poder aprobar la prueba de idioma, el abogado realizó también un curso en el Instituto Cervantes de Tel Aviv, donde luego se examinó. “Lo entendía bien pero es difícil escribirlo”, asegura. “La prueba oral fue fácil, pero la escrita fue un poco complicada y mucha gente no aprobó”.
Junto con el examen de lengua, Ben Naim tuvo que aprobar también el CCSE (prueba de conocimientos constitucionales y socioculturales de España), que organiza igualmente el Instituto. Las preguntas fueron de lo más variadas: desde cuál el pico más alto de España a quién es Penélope Cruz.
Este vecino de Haifa comenta que algunos de sus compañeros sefardíes en el Instituto Cervantes tenían apellidos como “Toledano” o “Sevilla” y hablaban ladino, la lengua de los judíos de la Península, una suerte de castellano antiguo fosilizado y preservado a lo largo de los siglos. Su vecino también lo habla.
Ahora, sólo queda que el Ministerio de Justicia de el visto bueno final para que Ben Naim pueda acudir a la embajada española en Tel Aviv a jurar bandera y convertirse definitivamente en ciudadano español. La notaría madrileña que verificó los documentos del israelí afirma que la documentación aprobada de Ben Naim ya ha sido remitida a las autoridades pertinentes.
Por su parte, este residente de Haifa asegura estar muy agradecido a los legisladores de España. “Quiero dar las gracias porque éste no es un acto político, es un acto entre naciones, entre gentes”.