Sí. Cosimo Mariano Pío Rajoy de Rondó y de Brey se enfadó un buen día, poco antes de la última Navidad, y decidió subirse a un árbol para no bajar jamás. Buscó el más alto. A falta de una secuoya o de un baobab, que era el tipo de árbol preferido por su confortable y abundante copa para descansar más a gusto, eligió un pino centenario. Tras el 20-D, estaba realmente malhumorado después una fortísima discusión con su padre electoral, que lo había castigado injustamente con la pérdida de tres millones y pico de votos de su erario.
Por anticipado, había explicado a los señores de las urnas que él no era culpable de nada. Que no había participado en los guisos de sus hermanos y hermanas del partido en diferentes fogones del país, como Baleares, Valencia, Madrid o Andalucía. Que nada tenía que ver en el cocinado de la corrupción, con condimentos como hongos, ratas, otros animales extraños; léase cobro de comisiones o contabilidades B. Ajenos los demás a sus sinceras explicaciones, instaló su casa en la arboleda del Palacio de la Moncloa. Así podía contemplar desde las alturas qué hacían los demás.
Poseído por su verdad, el barón de la Moncloa se sentía más homo faber que sus compañeros de la tabla política. Estaba convencido de la inútil actividad del resto. Se vanagloriaba en familia y ante quien quisiera escucharle de ser más creativo que los otros, así como de hacer más no haciendo nada. Permaneciendo quieto-parao, levitaba titulándose a sí mismo como el verdadero homo faber del reino: aquel que hace y fabrica divisando el horizonte.
El verdadero homo faber, según el barón de la Moncloa, es aquel que haciendo menos hace más
Como necesitaba andar, porque, según había declarado en campaña, era bueno para no desfallecer en el trabajo, Cosimo Mariano Pío Rajoy de Rondó y de Brey hacía excursiones esporádicas. En un par de ocasiones, en las últimas semanas, había ido a visitar al habitante de otro palacio más al norte, situado en la finca de la Zarzuela, donde vivía el Rey. Más joven e inexperto que él, confiaba en sumarlo a su manera de buscar soluciones a los problemas. Soñaba con ganar otro adicto a su divisa: la pasividad creativa. Ya se sabe: se vive como se sueña, solo. Y en un árbol, más. El inquilino de la Zarzuela tenía, además, una ventaja sobre él: sus obligaciones oficiales estaban muy delimitadas en el Libro Gordo del reino, en la Constitución. Don Felipe debía aprovechar también que Zarzuela poseía ejemplares más frondosos y altos que los suyos.
Pero cuál fue su decepción cuando el señor del armiño recurrió a otro barón para intentar sacar al reino de la parálisis institucional. Una equivocación de novicio, se dijo. Y de novicia, porque, pensaba él, la reina del pueblo podía haber influido en tal decisión. ¡Ay la familia! ¡Con lo bien que se está solo en el árbol, como las ardillas! También en la suya comenzaban a surgir voces acusándole de mantener una peligrosa táctica de desgaste del rival político. Por lo pronto, le decían, había dado una oportunidad de voto a Sánchez “El desahuciado”. Y un papel mejor al actor secundario, Rivera. Pero él se mantenía en su “sostenella” y no “enmendalla”, pues para eso era honrado, llevaba razón y seguía teniendo un caudal contable de papeletas superior a los demás. La única solución para salir del atolladero institucional era que los otros se subieran al árbol con él, no bajarse él del árbol.
Voces críticas en el PP dan por hecho que Sánchez, de una manera u otra, armará un pacto de izquierdas
Porque el verdadero homo faber, según el barón de la Moncloa, es aquel que haciendo menos hace más. Tan es así que Mariano Rajoy Brey, presidente en funciones del Gobierno de España y del Partido Popular, mantendría la difícil regla fijada por Cosimo Piovasco de Rondó, “El barón rampante” de la novela de Italo Calvino, consistente en seguir la norma hasta sus últimas consecuencias. Ya que sin ella, escribió Calvino, no sería él mismo ni para sí ni para los otros. Y ahí sigue el barón de la Moncloa, oteando el panorama, encaramado en el árbol más alto del Palacio.
¿Plan “b” y Congreso del PP?
No. Ni plan “b” ni planes de congreso nacional en el PP. El ensimismamiento exhibido por Rajoy desde el 20-D exaspera hasta a los suyos, pese a estar acostumbrado al carácter del líder, que oscila, a veces, entre la catalepsia y el día de la marmota. Uno de los suyos comentaba a este “preguntón”: “Al final será verdad la leyenda urbana según la cual Rajoy sólo ha disparado una vez en su vida, para matar a un caracol por ir demasiado deprisa y adelantarlo”. En público y en privado el líder del PP mantiene su hoja de ruta. Esperar a que se estrelle Sánchez para armar una coalición de Gobierno con sus 123 escaños, más los 40 de Ciudadanos, más la abstención activa de los 90 diputados socialistas. Activa para sacar adelante reformas a la hora de gobernar. Los 90 diputados socialistas o parte de ellos, porque Rajoy en su ensoñación no descarta una ruptura dentro del Grupo Socialista.
Voces críticas en el PP dan por hecho que Sánchez, de una manera u otra, armará un pacto de izquierdas. “Un Frente Popular Plebiscitado”, como declaraba Mayor Oreja en estas páginas el lunes. Por tanto, el PP debería activar un plan B (letra con connotaciones sospechosas). Pasaría, en primer lugar, por la convocatoria de un congreso nacional que elegiría una dirección completamente renovada. Imprescindible: ni una sombra de sospecha de corrupción entre los elegidos. Ni una más.
Según los estatutos del PP, la Junta Nacional debe convocar el congreso.
Desarticulado el PP de Valencia, Andalucía tendría la palabra en la elección del nuevo presidente del PP
Reglamentariamente, tocaría este 2016. El último se celebró en 2012 en Sevilla (por cierto, con “Paco” Camps en la mesa presidencial, justo detrás de Rajoy). Si fuera una congreso por la vía ordinaria, dos meses desde su convocatoria. Los plazos se acortan un mes para uno extraordinario. Entre las agrupaciones más críticas al “Tancredismo” de Rajoy figuran Castilla y León y Extremadura. Jesús Posadas, el ex presidente del Congreso, por encima del bien y del mal, ha comentado que Rajoy debe pensar en dar un paso atrás. Desarticulado el PP de Valencia, cuyos compromisarios salvaron a Rajoy de la quema en el congreso de 2008, Andalucía tendría la palabra en la elección del nuevo presidente del PP que, estatutariamente, es a la vez el candidato a la presidencia del Gobierno. Y allí sigue mandando el lozano andaluz, Javier Arenas, unido en su destino a Rajoy.
En el congreso de Sevilla de 1990, el de la refundación del PP con Aznar al frente, el lema fue “Centrados con la libertad”. Desde entonces, el centro y España han sido las palabras preferidas del partido. Si el PP celebrara este año un congreso, el lema debería ser “Unidos contra la corrupción”, aunque la ciudadanía, preposición por preposición, pondría un “por” en vez de un “contra” si no hay una verdadera revolución interna. En cualquier caso, un congreso de renovación sería imprescindible en caso de repetición de elecciones. Solo una cara nueva, limpia y solvente, rodeada de un equipo sin la menor sospecha, aseguraría superar con creces esa exigua barrera actual de 123 diputados. El objetivo sería aproximarse, al menos, a los 159 escaños de Aznar en 1996.
¿Que no cobren desde ya?
Sí. Desde las elecciones del 20-D han pasado 49 días, 1.176 horas, 70.560 minutos, 4.233. 600 segundos. El corazón de cada español ha latido más de 5,5 millones de veces en este tiempo; multiplicado por 46 millones de habitantes salen una barbaridad de pulsaciones. Cuarenta y nueve días después de los comicios, con todos esos minutos y latidos en el corazón de los españoles, la gobernanza de España sigue paralizada y la ciudadanía contempla, absorta, el juego político del ratón y el gato. La tardanza pasa factura a numerosos negocios dependientes de la Administración Central. Cataluña continúa dando pasos hacia la independencia y el País Vasco comienza a dar sus pasitos. Pero los políticos no parecen tener prisa. En estos 49 días, el Congreso de los Diputados ha destinado cerca de dos millones de euros al pago del sueldo de sus señorías, los grupos parlamentarios y los asesores. Para qué sumar el Senado. Quizás tendrían más prisa en cerrar acuerdos si no cobraran, como sucede en cualquier empresa privada cuando no se produce. ¿No era la salvación del pueblo la ley suprema, como decía Cicerón? Pues dense prisa, señorías.
¿Es peligroso caerse del caballo?
Sí. Según el doctor Salardini, de la Universidad de Yale, Enrique VIII cambió súbitamente tras caerse del caballo en un torneo. Ocurrió en 1536. Se volvió frívolo, glotón, dictador, disperso, herético, cortacabezas… caerse del caballo tiene graves consecuencias. Un buen número de españoles podría estar tentado a caerse del caballo desencantados de la democracia si los partidos no son capaces de encontrar soluciones justas para la ciudadanía y juegan con el futuro de todos. Dice el escritor Jonas Jonasson que si Dios existe, sin duda, tiene sentido del humor. Pues eso: si el español existe aún es porque tiene gran sentido del humor. Nos faltaba que en Eurovisión cantáramos en inglés en el aniversario de Cervantes. Mejor sería una estrofa en castellano, otra en catalán, otra en euskera, otra en bable, otra en castúo y, sobre todas, otra en andaluz, ya que son políticamente los que mandan.