Hay amores que lindan con el odio. Y esto sucede especialmente en la política española, tan reñida con los buenos sentimientos. Mariano Rajoy y Esperanza Aguirre han vivido una suerte de romance repleto de altibajos que ha acabado como tenía que acabar: de mala manera. Precisamente en un día de San Valentín ella se ha despedido de él con una abrupta dimisión que es también una invitación a que el presidente del Gobierno se marche por idéntica senda. 

Dimisión de Aguirre

Corría el año 2005, el mismo del famoso (y acaso premonitorio) accidente de helicóptero en Móstoles, cuando el entonces ministro de Defensa, José Bono, dijo que Aguirre era "de las que besa a mediodía y muerde por la noche, de una manera que no es acorde con su aristocrática posición". Fue un comentario desafortunado que la propia afectada calificó de "machista" pero que resulta apropiado recordar ante lo sucedido en este día de los enamorados de 2016. Y es que, fiel a su estilo de no dar puntada sin hilo, la veterana dirigente del PP madrileño ha dicho adiós al presidente del partido con un mordisco, antes que con un beso. O, mejor dicho, con un mordisco disfrazado de beso. 

DEMASIADOS DESENGAÑOS

La prolongada relación entre estos dos políticos no ha sido sencilla. Nunca es fácil quererse, menos todavía cuando la sintonía es impostada porque así lo requiere el guión de partido. Lope de Vega dejó escrito para la historia esta conocida definición sobre la más alta de las pasiones: "...creer que un cielo en un infierno cabe, / dar la vida y el alma a un desengaño; / esto es amor, quien lo probó lo sabe". En efecto, Rajoy y Aguirre han probado conjuntamente el amargo sabor de muchos desengaños más o menos dolorosos para ambos. A continuación se refieren algunos de ellos. No son todos los que están ni están todos los que son, dado que explicarlos todos se haría infinito.

Tensa reunión con Gallardón en Génova 13. El gran enemigo político de Esperanza Aguirre siempre ha sido Alberto Ruiz-Gallardón. Una inolvidable pelea entre ambos, con Rajoy como testigo y árbitro, empezó a dinamitar la relación que ha terminado este domingo. En enero de 2008 se produjo en Génova 13 una de las reuniones más tensas que se recuerda allí. Gallardón quería ir en las listas al Congreso en las generales de aquel año. Y Aguirre lanzó su órdago: si su rival dejaba la alcaldía de Madrid para estar en las listas, ella dejaría la presidencia de la Comunidad para estar también en ellas. Rajoy decidió a favor de la postura de Aguirre y ordenó que ninguno de los dos se presentase a las generales. Fueron días tensos que el propio líder del PP zanjó al decir en una entrevista que estaba"muy satisfecho" con el "beso de verdad" que se habían dado horas antes Aguirre y Gallardón. "La española cuando besa es que besa de verdad", bromeó Rajoy en televisión. Eso sí, con el paso del tiempo Gallardón se iría acercando más a Rajoy y, por ende, los besos de este último cada vez estarían más lejos de Aguirre.   

La pelea en el Congreso de Valencia. El momento más difícil en esta tensa relación se produjo meses después de esa pelea. El PP acababa de perder las elecciones generales. Por segunda vez, José Luis Rodríguez Zapatero había vencido a un Mariano Rajoy que incluso pensó en dejarlo, o así lo dijeron algunos periódicos. Sin embargo, el político gallego decidió quedarse y montó un Congreso del PP que se celebró en Valencia. En los meses previos a ese cónclave, Aguirre coqueteó con la idea de presentarse para hacerse con el control del partido, vertió duras críticas contra el líder -afirmó que se habían perdido las elecciones por "no dar la batalla ideológica" frente al PSOE- y lideró al grupo de dirigentes más cercanos a Aznar que amagaron con presentar a Juan Costa como punta de lanza. Finalmente y tras la sonada renuncia de María San Gil a continuar con una ponencia que consideró demasiado blanda, Rajoy no tuvo rival y consolidó la presidencia del PP hasta hoy. En aquellos días la relación entre los dos políticos quedó maltrecha para siempre. 

Dos antagonistas que siempre se reconcilian

Una voz crítica con el presidente. Desde aquel momento, Aguirre se convirtió en la principal representante de un sector del partido, el más esencialista, ese que siempre ha atacado a Rajoy y su entorno por su tibieza en la defensa de algunos principios del PP. Así, han sido numerosas las ocasiones en que la hasta ahora presidenta del PP madrileño ha mostrado su desacuerdo con algunas decisiones de Rajoy, como por ejemplo en las políticas fiscales o en el caso Bolinaga.

Más que una pareja de novios, Aguirre y Rajoy han parecido dos auténticos antagonistas en los últimos años. Las batallas han sido de todos los colores: por la confección de las listas electorales, por la forma de afrontar los casos de corrupción que afectaban (y afectan) al partido, por diferentes decisiones de las direcciones nacional o regional, por los continuos aplausos de Aguirre a las palabras de Aznar contra Rajoy, por las acusaciones cruzadas de filtraciones a los medios, etcétera... Pero siempre, cuando parecía que la sangre iba a llegar al río, se reconciliaban y todo parecía otra vez de color rosa, aunque fuera de cara a la galería. Ya no se querían, claro está, pero simulaban continuar enamorados como el primer día. Ahí se enmarca, por ejemplo, aquel día de 2011 en que Aguirre contó que años antes, en 2003, tras ganar unas elecciones, Rajoy le había dicho "te quiero un huevo, Esperanza". 

La penúltima batalla, por la candidatura. Aguirre y Rajoy mantuvieron su última batalla en público (penúltima desde este domingo) diez meses atrás. Fue en marzo de 2015, cuando ambos se contradijeron a cuenta de un compromiso al que habían llegado para la candidatura de la lideresa a la alcaldía de Madrid. Ella afirmó en una entrevista que Cospedal (otra enemiga íntima suya) le había dicho que sería candidata en las municipales pero solo si como contrapartida dejaba la presidencia del PP madrileño. Aguirre también contó que se había negado a tal posibilidad porque, entre otras cosas, "no soy un monigote". Rajoy se vio obligado a explicar que ella solo dejaría su cargo de presidenta del PP de Madrid si ganaba las elecciones locales. Fue el penúltimo de sus líos en una relación que se había hecho imposible por multitud de motivos. Del "te quiero un huevo" al "no soy un monigote" en doce años convulsos, quizás demasiado apasionados.    

En suma, este extraño romance que se ha acabado de forma abrupta (solo un mensaje de "te entiendo", como en cualquier drama de sobremesa) en el día de San Valentín recuerda a unos versos que escribió el familiar más célebre de Aguirre, su tío el poeta Jaime Gil de Biedma, quien, haciendo un juego de palabras en recuerdo del famoso poema de Quevedo, se refería a un "amor que tiene calidad de vida, / amor sin exigencias de futuro, / presente del pasado, / amor más poderoso que la vida: / perdido y encontrado. / Encontrado, perdido...". 

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