Dice el ministro del Interior que no ponga palabras en su boca. Corrijo. Lo ha dicho esta mañana en el programa de Ana Rosa, cuando le he preguntado si no le parecía una falta de respeto poner en duda el trabajo de algunos jueces. No es la primera vez que Jorge Fernández-Díaz hace afirmaciones de este tipo. El ministro tira el verbo y se esconde, todo él, en el doble sentido. Hoy, la riña iba a cuento de la información de la Cadena Ser, que coloca a Francisco Camps como cobrador de la presunta caja B valenciana. Primero ha regañado a los periodistas. Luego, a los jueces. Y, tercero, a mí, por traducir al castellano de a pie lo que intentaba decir con circunloquios: que el estallido de casos por corrupción que acosan al PP están motivados por jueces con inquina o intereses contra el partido de Mariano Rajoy.
Pero claro, decirlo así, queda fatal. Máxime si uno es el ministro del Interior de un país civilizado, y de ti dependen 80.000 funcionarios entre policías y guardias civiles: esos señores que con su trabajo hacen posible las operaciones contra la corrupción. Así que el juego del lenguaje de Fernández-Díaz ha arrancado con la siguiente frase: "En este caso llama la atención que se esté produciendo una proliferación de iniciativas judiciales en un momento tan sensible como este, y que solo estén afectando al Partido Popular. Solo digo eso. Cada uno que lo interprete como quiera". Como si la frase diera lugar a malentendidos. A renglón seguido, el ministro apostilla: "No creo ni en la casualidad ni en la espontaneidad".
La estrategia de lenguaje es sencilla. La usamos todos a diario en las riñas personales. En el trabajo. En la vida privada. Y consiste en asentir una frase como axioma, para luego negarlo como quien no quiere la cosa. "Claro, cariño, si tienes razón pero... ". Y en los puntos suspensivos, pone uno el argumento que le da la gana, aunque sea totalmente contrario a todo lo anterior.
Así las cosas, la pregunta sale sola. "¿Y a usted no le parece una falta de respeto decir eso de los jueces?". El pequeño retardo de estas cosas de la tele hace que el ministro arquee las cejas al escucharla. Volvemos al juego de lenguaje: "Yo no he faltado el respeto para nada a los jueces. No me impute a mí cosas que yo no he dicho. Yo he dicho que creo en la separación de poderes. Usted no me interprete a mí que yo ya me explico suficientemente bien solo (la frase de hace 20 segundos de "cada uno que lo interprete como quiera", parece que ya no está vigente). He dicho que respeto la separación de poderes, que los tiempos judiciales son independientes de los tiempos políticos. Es decir, no tienen por qué venir condicionando [las investigaciones], pero es evidente que en estos tiempos el discurso dominante es que el Partido Popular debe pasar a la oposición para regenerarse...". Y a partir de aquí, el ideario del partido.
Menos mal que en estas cosas de la dialéctica, casi todo está inventado.
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