Giro de 180 grados a la postura de Diego Torres sobre el papel de la infanta Cristina de Borbón en la trama de Nóos. Después de más de veinte horas de interrogatorio, el ex socio de Iñaki Urdangarin se enfrentaba a las preguntas de la abogada de Manos Limpias, que llegaba a su turno con un único objetivo: buscar pruebas contra la hermana del rey Felipe VI. Ahí llegó la sorpresa. Torres negó todo lo dicho durante años de instrucción ante el juez que imputó a la infanta, José Castro, y defendió que la hija de Juan Carlos I no tuvo ninguna participación en el Instituto Nóos ni conocía hasta que punto la Casa Real estaba implicada en los negocios de su marido.
La letrada de la acusación, Virginia López-Negrete, quería demostrar que Cristina de Borbón sabía los 'tejemanejes' de Urdangarin, que sabía que su marido utilizaba la sociedad compartida con él, Aizoon, para desviar fondos públicos obtenidos de manera fraudulenta. También quería demostrar que conocía que el asesor de la Casa del Rey, por mandato del propio monarca, trató de ocultar las tropelías de Urdangarin en Nóos y le ayudó a seguir consiguiendo dinero público a través de otra tapadera, la Fundación Deporte, Cultura e Integración.
Pero nada de esto salió este jueves por la boca de Torres. Ante la pregunta de Castro de si "doña Cristina conocía perfectamente la recomendación de su padre" de abandonar Nóos, fue el socio de Urdangarin quien aseguró en 2013 que había estado presente en "montones de comentarios de Urdangarin de sus conversaciones con su esposa, sus opiniones y absolutamente de acuerdo en la línea que se estaba tomando".
Disculpas por sus elucubraciones
En la sesión del jueves no sólo no ratificó estas palabras sino que se disculpó por lo dicho entonces. "No voy a elucubrar lo que no sea ciencia cierta. Lamento si antes elucubré. Ahora no voy a suponer nada. No le voy a contestar en este momento sobre estas cosas", respondió a López-Negrete.
Cristina de Borbón prestaba atención a las afirmaciones de Torres con el cuerpo inclinado y la barbilla apoyada en su mano. Con un cuadernito y un boli ha ido apuntando a lo largo de todos estos días todo aquello que le llamaba la atención o simplemente pensamientos que le venían a la cabeza. Tanto el miércoles como el jueves, el matrimonio Urdangarin-Borbón ha estado acompañado por dos hermanos del exjugador olímpico de balonmano presentes en el vista.
Torres ha sido uno de los principales responsables de que la infanta esté sentada en el banquillo de los acusados. Durante la instrucción, bombardeó el juzgado con correos electrónicos entre Urdangarin y su esposa informando sobre gestiones de Cristina en el Instituto, y quiso hacer creer al juez que la hija de los reyes Juan Carlos I y Sofía participaba activamente en el Instituto Nóos.
Los correos para presionar
En aquel entonces buscaba presionar a la Casa Real para que se apartara del proceso a su mujer, Ana María Tejeiro, imputada por Castro antes de hacerlo con la infanta, y que fuera la familia real la que moviera los hilos o afrontara económicamente los millones que la Justicia reclamaba para llegar a un pacto y no sentarse en el banquillo de los acusados.
Pero han pasado los años y no solo es que Torres y su mujer están acusados, sino que también lo están Urdangarin y su esposa. Se han quedado solos y no tienen el apoyo institucional de la Casa Real. Ahora deben ser ellos quienes tienen que convencer al tribunal de que las acusaciones vertidas contra ellos no tienen base y que se limitaron a presentar proyectos a los gobiernos balear y valenciano, así como al ayuntamiento de Madrid, y consiguieron unos convenios de colaboración ajustados a la legalidad y pagados por trabajos efectivamente realizados. Además, tienen que explicar que el trasvase de fondos del Instituto Nóos a empresas a su nombre y sin estructura real que pudiera hacer trabajos presuntamente prestados, así como la legalidad del entramados societario creado en paraísos fiscales.
Por la deriva que ha adoptado la posición de Torres durante los interrogatorios, hace indicar que ha asumido que si Urdangarin cae, él cae, y si la infanta cae, lo hace su mujer, Ana María Tejeiro. Eso explica que a preguntas de Manos Limpias de si la hermana del Rey Felipe VI fue un “gancho” para lograr contratos, la respuesta fuera “no, de ninguna manera”, y a la pregunta de si se asoció con Urdangarin por su vinculación con la Casa Real o su lista de contactos, la respuesta fuera que “era más importante que fuera miembro del Comité Olímpico Español”.
Tres días declarando
Torres lleva tres días enteros declarando y todavía le queda responder a las preguntas de varias defensas, entre ellas la de Urdangarin y la infanta, y la suya propia. Luego llegará el turno el yerno de Juan Carlos I y después, la infanta. Será cuando llegue el turno de su ex socio cuando quede constatado si efectivamente aquellos que durante años fueron compañeros y amigos han llegado a un pacto de no agresión y siguen una estrategia de defensa conjunta para salir del juicio lo menos perjudicados posible.
Durante sus más de veinte horas de preguntas y respuestas, Torres ha girado todo su foco hacia sus cuñados, Miguel y Marco Antonio Tejeiro, con quienes no mantiene una buena relación. Les culpa a ellos de haber ideado todo el entramado societario, haberse encargado de la presunta facturación falsa del Instituto y haber realizado las labores fiscales no solo del Instituto sino de las suyas propias.
En el caso de la Casa Real, Torres ha insistido por activa y por pasiva que el asesor del Rey, en aquel entonces Juan Carlos, fue quien supervisó todo el trabajo de Urdangarin, pero no para ocultar actuaciones irregulares sino para certificar que todo estaba correctamente hecho, según su tesis. “Si José Manuel Moreno Romero hubiera encontrado la mínima actuación irregular, imagínese la que se hubiera liado”, señaló en esta última sesión.
Los únicos dardos envenenados de la familia del Rey fueron dirigidos a Juan Carlos I, primero al decir que su amiga Corinna zu Sayn-Wittgenstein, les insinuó que montaran una estructura societaria “especial” en Londres para ocultar pagos en España, bajo el conocimiento del monarca, y que el asesor fiscal de la familia real, Federico Rubio Carvajal, indicó al rey como guardar su dinero en Suiza para tributar menos.