Un gran iceberg judicial hizo naufragar al yate Carmen de Francisco Correa con su selecta tripulación a bordo. Aquella embarcación aparentemente insumergible que zarpaba de Marbella y acogía en su cubierta al poder político y empresarial del aznarismo es ahora un pecio abisal de la historia de España que sólo ha dejado un par de supervivientes en su viaje al fondo del océano.
El Titanic que acogió días antes de la boda de la hija del presidente del Gobierno en El Escorial a su propietario, el cabecilla de la trama Gürtel, y a su círculo de amistades más estrecho, vio cómo en su casco se abría una monumental vía de agua como consecuencia de la operación judicial puesta en marcha por el juez Baltasar Garzón en noviembre de 2007. De las imágenes de agosto de 2002, en las que la nave bordeaba el Peñón de Gibraltar a toda máquina entre risas, besos y melenas al viento, ya no queda casi nada.
De hecho, cuando a la tripulación se le pregunta después del siniestro por el copiloto de aquella travesía, Alejandro Agag, sólo contestan que se encuentra en paradero desconocido. “¡Ah! Pero, ¿todavía vive?”, preguntan cuando sale el nombre del yerno del expresidente del Gobierno y de su mujer, Ana Aznar, que tomaba plácidamente el sol en la proa del Carmen antes del hundimiento.
Desde que estalló el caso Gürtel no han vuelto a tener noticias de Agag y de su mujer. “Ni una llamada para ver qué tal estamos, han desaparecido. Es acojonante”. Pero la realidad es que de aquella expedición marítima es ese matrimonio el que ha salido mejor parado. Pese a haber convivido e intimado con todos los cabecillas de la trama, no ha sido citado en el procedimiento judicial y vuelca todos sus esfuerzos en su gran proyecto, la Fórmula E, de la que Agag es fundador y presidente. Una disciplina automovilística con monoplazas eléctricos que el yerno de Aznar no duda en presentar como “el futuro” de este deporte y que intenta implantar por todo el mundo.
Junto a Alejandro Agag y a Ana Aznar permanece con vida el empresario Tito Pajares, que se encontraba a bordo en la fatídica travesía del 20 de agosto de 2002. El dueño de la discoteca madrileña Gabana 1800 ha salido recientemente en los medios de comunicación, pero no por su vinculación con los cabecillas de la Gürtel, sino por ser el padre del hijo de la que fuera Miss España en 1991 Sofía Mazagatos. Sigue siendo uno de los hombres más importantes de la noche madrileña.
Cárcel a la vista
Salvo los citados, el resto de pasajeros han salido muy mal parados y todavía no se han recuperado del hundimiento. La peor parte se la ha llevado “el armador”, Francisco Correa, como le bautizó El Bigotes en el vídeo desvelado por EL ESPAÑOL. Este empresario, considerado por la Fiscalía Anticorrupción como el máximo responsable de una banda organizada que se alió con altos dirigentes del PP para delinquir, estuvo tres años y cuatro meses en prisión preventiva en Soto del Real y está siendo juzgado en estos momentos por las actividades que desarrolló en Valencia. Su horizonte vital es y será penitenciario, y con toda seguridad regresará a la cárcel y pasará allí los próximos años.
En ese banquillo valenciano se sienta junto a él, el cámara y locutor de las expediciones marítimas, Álvaro Pérez, al que el Ministerio Público considera el hombre fuerte de Correa en la Comunidad Valenciana y le atribuye un sinfín de prácticas irregulares. No obstante, El Bigotes era un escenógrafo, un gran relaciones públicas, un trabajador infatigable y vivía al margen de las finanzas de las empresas de su jefe, precisamente por su fama de derrochador. Por lo tanto, presenta un pronóstico mucho menos grave.
Si revisamos lo que queda de la popa del yate Carmen, “el concejal” Alberto López Viejo tampoco se libra y es otro hombre que flota a la deriva en medio del mar. Se encuentra imputado en el caso Gürtel por haber amañado los contratos públicos relacionados con los actos de la expresidenta de la Comunidad de Madrid Esperanza Aguirre para favorecer a Correa a cambio de comisiones. La Fiscalia pide para él 46 años de prisión y tampoco volverá a navegar.
Lo que no significa que deje de cumplirse esa profecía de El Bigotes de que todos y cada uno de los tripulantes saldrían en “Crónicas [sic] (en referencia al suplemento dominical de grandes reportajes de El Mundo)”. Eso sí, no ya en mar abierto sino en tierra firme.