“Lo importante es tener un proyecto por la independencia, el resto es secundario”. Lo dijo Arnaldo Otegi este viernes, en la televisión pública vasca, ETB, en el transcurso de la primera entrevista concedida tras su salida de la prisión de Logroño el pasado 1 de marzo, donde permaneció preso casi seis años y medio tras ser condenado por intentar reconstruir las estructuras de la ilegalizada Batasuna. Ese "resto secundario" incluye la figura de candidato a lehendakari. ¿Declaración de intenciones? ¿Falsa modestia de quien se sabe y reconoce aspirante a tal puesto? Al abandonar la cárcel riojana ya había anticipado: “El mejor lehendakari es el pueblo”.
¿Quiere o no quiere entonces ser el candidato de la izquierda abertzale a ocupar el palacio de Ajuria Enea? Por supuesto que quiere. En otra entrevista, la publicada por el New York Times –a cuyas preguntas respondió por escrito- coincidiendo casi con el día de su excarcelación, Otegi expresó con claridad sus aspiraciones. Aseguraba que se presentará a las elecciones internas de EH Bildu a lo largo de este mes de marzo, para que las bases le elijan candidato a presidente del Gobierno Vasco. Otra cosa muy distinta –y mucho más complicada- es que esté en disposición de alcanzar el puesto. Siquiera de presentarse.
Otegi está aprovechando estas primeras jornadas en libertad, entre homenaje va y homenaje viene (este sábado, el último, aunque el más importante –el de más calado político, seguro-, en el Velódromo de Anoeta de San Sebastián a partir de las 17.30 horas), para ponerse al día del País Vasco que se ha encontrado nada más salir de su reclusión carcelaria. Una Euskadi, una España y una Europa muy distinta a la que dejó tras ser internado. ¿Son la independencia, el final definitivo de la banda terrorista o la situación de los presos de ETA aún encarcelados, las principales ideas que lanzó ayer, las preocupaciones de los vascos hoy día? Rotundamente no.
Cabe interpretarlas, eso sí, como mensajes de consumo interno, para militantes y simpatizantes de la izquierda abertzale, cuando no pasa por sus mejores momentos ni parece tener las ideas excesivamente claras. Algo similar a lo que decía en su canción Carlos Puebla sobre Fidel Castro en Cuba: “Llegó el Comandante y mandó a parar”. Quietas –y prietas- las filas.
Distintas preocupaciones
Sin la amenaza de ETA en la calle; sin algunos de los protagonistas de sus últimos años, como Baltasar Garzón; con una crisis económica que, por mucho que digan, marca el día a día de la sociedad, golpeada por unas cifras de paro alarmantes; con unos niveles de corrupción sin precedentes; con otra crisis, humana, de primera magnitud y miles de refugiados suplicando entrar, y muriendo muchos en el intento, a las puertas de Europa; con la radicalización absoluta e irracional del extremismo islámico; con un panorama político desconocido en nuestro país y al que han llegado, para quedarse, nuevas fuerzas que han aparecido al calor del descontento generalizado de la sociedad… Con semejante escenario, no parece que la preocupación de los vascos discurra en estos momentos por las vías del independentismo.
El caso catalán tampoco ayuda, aunque parezca lo contrario. Decía el propio Otegi en el acto celebrado en su pueblo natal, Elgoibar, el día de su salida de la cárcel, que Cataluña, los independentistas catalanes, “están dando una auténtica lección de lo que hay que hacer”. Vistas las decisiones de los tribunales sobre la cuestión catalana, la sensación que queda es que los gobernantes del pueblo catalán caminan hacia el precipicio sin importarles lo más mínimo. Unos gobernantes apoyados, no lo olvidemos, por menos de la mitad de ese mismo pueblo. ¿Es eso lo que busca Otegi para el pueblo vasco?
El 7 de noviembre del pasado año, en ausencia por tanto de su líder, la izquierda abertzale presentaba el proceso Abian ("en marcha, caminando", en euskera), un espacio para la reflexión, una redefinición y renovación estratégica a través de la que pretende convertir su proyecto en algo real y eficaz, basándose en conceptos como el feminismo, la euskaldunización, el socialismo –un giro más social, por tanto-… y la independencia. Otra vez la independencia, para la que, dijeron, no van a esperar “a nadie” –en clara alusión al PNV. Claro que por entonces, Podemos aún no había enseñado más que la patita de sus capacidades electorales en el País Vasco.
Cuesta abajo
En las elecciones generales de noviembre de 2011, la izquierda abertzale, agrupada bajo el conglomerado de Amaiur, obtuvo más de 285.000 votos (y seis diputados), quedándose a apenas 40.000 votos del PNV, dejándose mecer por los efectos provocados por el anuncio de ETA de dejar su actividad terrorista un mes antes. Con anterioridad, en mayo, los abertzales –entonces bajo la marca Bildu- habían mostrado músculo en los comicios municipales, en los que consiguieron el 26% de los votos (más de 276.000) y 954 concejales, incluida la alcaldía de San Sebastián. Además, lograban hacerse con la ansiada Diputación de Guipúzcoa. Ahora les tocaba demostrar de lo que eran capaces gobernando instituciones de calado.
Aún tuvieron un momento de euforia, el que les proporcionaron, ya como EH Bildu, los comicios autonómicos de octubre de 2012, en los que obtuvieron casi 278.000 votos (el 25%) y se convirtieron en la segunda fuerza en la Cámara de Vitoria, con 21 parlamentarios. Desde ahí, la cuesta abajo. La primera piedra de toque fueron las elecciones al Parlamento Europeo de mayo de 2014, poco representativas de la realidad en cualquier comunidad, es cierto, pero en las que los abertzales cosecharon un 23,7% de los votos, con algo más de 177.000 sufragios recibidos. La verdadera vara de medir su capacidad llegó con los comicios municipales y forales de mayo de 2015, donde se los ciudadanos evaluaban su gestión al frente de instituciones tan importantes como el citado Consistorio donostiarra y el órgano de gobierno guipuzcoano. Y el veredicto fue suspenso, ya que fueron desalojados de ambas. En el global, EH Bildu se quedó a más de 100.000 votos del PNV en todo el País Vasco (consiguió 254.500) y perdió 60 concejales respecto a cuatro años antes. Podría pensarse que no era tan mal resultado. Seguía siendo la segunda fuerza. Sin embargo, surgía ya claramente la figura de Podemos, que concurrió bajo estas siglas a las elecciones a Juntas Generales de los tres territorios vascos. Y a la primera logró casi 150.000 votos y 20 escaños.
El golpe definitivo fue, ya se conoce, en la pasada convocatoria general a las urnas, donde Podemos, inmune a los problemas internos en el País Vasco que provocaron la salida en bloque de sus cabezas visibles en esta comunidad autónoma a pocas semanas del 20-D, arrasaron, superando en votos incluso al hasta ese momento intocable PNV (317.000 del partido morado, por 302.000 de los nacionalistas, aunque la Ley D’Hondt se encargaría de asignar seis diputados a estos últimos y sólo cinco a los primeros). EH Bildu se quedaba con 184.000 sufragios con el 15% de los votos. Los tiempos, sí, habían cambiado.
Es en esta tesitura en la que regresa Arnaldo Otegi al escenario político vasco con la clara intención de recuperar el protagonismo abertzale. Nada más salir de la cárcel se autoproclamó (ex) preso político. El hace años llamado Gerry Adams vasco renace hoy para la política transmutado en un Nelson Mandela de andar por casa (vasca, se entiende). El símil que se pretende es obvio: de la cárcel al poder. No merece la pena pararse un minuto a entrar en comparaciones. Pero, volvamos al comienzo: ¿puede ser Arnaldo Otegi el próximo lehendakari del Gobierno Vasco, sentarse en la silla que antes ocuparon Carlos Garaikoetxea, José Antonio Ardanza, Juan José Ibarretxe, Patxi López e Iñigo Urkullu? A bote pronto, se antoja cuando menos complicado, si no imposible.
Otegi tiene ante sí, primero, la labor de reanimar a los suyos. El desencanto constatado tras una legislatura gobernando en plazas de calado y el batacazo de las pasadas elecciones generales han colocado a la izquierda abertzale en un punto complicado. El partido liderado por Pablo Iglesias le ha quitado una cuota de votos importante. Su mensaje más social, más cercano a los problemas y preocupaciones reales de la gente en Euskadi, se ha asentado entre la ciudadanía vasca, desplazando de ese ámbito el protagonismo antes habitual de los abertzales.
Jugar en casa
En las filas de la izquierda abertzale se confía, probablemente cruzando los dedos, en que no es lo mismo unas elecciones generales que unas al Parlamento Vasco. Es una especie de jugamos en casa, donde Podemos tiene todo por demostrar y podría pensarse que la formación liderada por Otegi lo tiene más fácil, con una mejor organización, experiencia, un mensaje más cercano y, ahora sí, un candidato con gancho…
El sociómetro del Gobierno Vasco de mediados del pasado mes de febrero sobre intención de voto en las elecciones autonómicas se encargaba, por el contrario, de demostrar lo equivocado de esta presunción. Según esta encuesta, el PNV volvería a ser la fuerza más votada, pero obtendría 24 escaños, tres menos que en 2012. Podemos irrumpiría en el segundo puesto, con 18 parlamentarios. EH Bildu sería la tercera fuerza, pero con 15 escaños, lejos de los 21 actuales. El gran batacazo sería para el PSE, que pasaría de los 16 actuales a 9; le seguiría el PP, que bajaría de 10 a 8 representantes; y entraría Ciudadanos, con un parlamentario, en sustitución de UPyD, que, siguiendo el mismo camino que en el Congreso de los Diputados, desaparecería de la Cámara autonómica. Para cuando se publicaron estos datos, ya era de dominio público la pronta excarcelación de Otegi.
Visto lo que está sucediendo en España a la hora de conformar Gobierno, algunos analistas políticos ya han sugerido que una posible coalición entre abertzales y Podemos podría ser suficiente para alcanzar el poder en Euskadi; si además lleva implícito un pacto para celebrar una consulta, incluso podrían sumar a algún otro partido, léase PNV. Pero no corramos. El panorama político en el País Vasco está tan fragmentado que, al igual que sucede en el resto del país, no se alcanza a ver una solución plausible, más allá de meras especulaciones. Otro sí: ¿cómo podría ser lehendakari Otegi si PNV y Podemos quedan por delante de los abertzales en las elecciones? Política ficción.
Lo único real a estas alturas es que el secretario general de Sortu y ex portavoz de Batasuna está inhabilitado para ocupar cargo público hasta 2021. ¿Que, por la vía de los hechos, como en el caso del también abertzale Iker Casanova, puede llegar a concurrir como candidato a las elecciones? Para saber esto (y todo lo demás), habrá que esperar. De momento volverá a asomarse al estrado del Velódromo de Anoeta, ya sin necesidad de portar una ramita de olivo ni de decir aquello con lo que arrancó su discurso en 2004: “Hoy un portavoz ilegal, de una organización ilegal, celebra un acto ilegal”. Ahora todo es legal. Y quizás por ello ya no atraiga tanto. Ni a tantos.