Podemos ha puesto en marcha una ofensiva para negar la crisis entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. Cada uno a su manera, los principales líderes del partido morado han repetido el mismo mensaje: la batalla interna entre los dos dirigentes no existe y la culpa de esa visión es del PSOE y de las élites que respaldan al bipartidismo y, por ello, trabajan para una gran coalición. Pesos pesados como Sergio Pascual, Irene Montero, Juan Carlos Monedero, Teresa Rodríguez y el propio Errejón han salido en tromba para desmentir la pelea y para señalar, algunos con más fiereza que otros, hacia el partido que lidera Pedro Sánchez.
El secretario de Organización, Sergio Pascual, decía que "no hay una sola fisura en Podemos". Después, Monedero aseguraba que "no hay fricciones" y hablaba de "guerra sucia" contra el partido. El propio Errejón decía que "Pablo y yo somos amigos; montamos esto juntos y seguimos juntos" y añadía que "en lo que atañe a la política nacional, estamos todos a una: tiene que haber un gobierno de cambio que saque a Rajoy y también a sus políticas".
La portavoz adjunta en el Congreso, Irene Montero, afirmaba que "Podemos no está formando parte del plan de las élites para que haya una gran coalición, así lo han dicho grandes empresas de nuestro país y lo ha dicho Felipe González" e incluía entre esas élites "el Ibex 35". También la líder en Andalucía, Teresa Rodríguez, decía que "no ha habido diferencias entre ambos sobre la formación de un posible gobierno o sobre la posición en la investidura. Me consta que no, ni entre ellos dos ni conmigo".
La reunión, decisiva
La repetición de las mismas tesis no es casual y es seguro que continuará. El nuevo argumentario de Podemos nació del encuentro que mantuvieron a última hora del miércoles Iglesias y Errejón. En dicha reunión ambos se conjuraron para intentar revertir la cascada de informaciones sobre las disputas internas que mantienen sus partidarios sobre todo en Madrid. En primer lugar, nada más terminar su encuentro, los dos principales dirigentes del partido de los círculos negaron sus tiranteces en Twitter.
Parece que algunos medios pretenden trazar una frontera ficticia entre 'moderados' y 'radicales' dentro de Podemos, como intento de encerrarnos a hablar de nosotros mismos y para tratar de crear un culebrón que no se corresponde con la realidad
Errejón movió ficha en segundo lugar con una carta enviada a sus correligionarios. A su juicio, "el ataque que hemos vivido" respondía al interés de sus enemigos porque "revela que todo el aparato del PSOE y alrededores está necesitado de algo con lo que tapar su reciente giro hacia el PP arrastrado por Rivera". "Parece que algunos medios pretenden trazar una frontera ficticia entre 'moderados' y 'radicales' dentro de Podemos, como intento de encerrarnos a hablar de nosotros mismos y para tratar de crear un culebrón que no se corresponde con la realidad. Esas son las categorías del adversario, y su intención es generar enemigos internos".
Después, tocaba el turno de las principales caras visibles de Podemos, cuyos testimonios son coincidentes con algunos matices, como ya se ha dicho. El propio Iglesias no habló este jueves, pero sí aplaudió en Twitter un artículo de Cuarto Poder que tiene por título "Objetivo: demoler a Pablo Iglesias y romper Podemos".
En el centro del debate
Para Podemos, resulta clave la construcción de relato político que se debate públicamente. Esta semana, en el partido morado pretendían que el principal tema de discusión fuera la negativa del PSOE a sentarse en la mesa de izquierdas con ellos y con Compromís e IU. Sin embargo, el lunes estallaban los problemas internos en Madrid con la dimisión de Emilio Delgado, hasta ese momento secretario de organización del Consejo Ciudadano de Madrid y afín a Errejón.
Las palabras gruesas de Delgado sobre el número uno del partido en la Comunidad, Luis Alegre, hombre muy cercano a Iglesias, abrían las hostilidades. Después llegarían las renuncias de otros nueve dirigentes madrileños alejados de Alegre y próximos al número dos del partido. Y, para colmo, en mitad de este pulso entre errejonistas y pablistas en Madrid irrumpía el sector más a la izquierda de Podemos, Anticapitalistas, corriente tradicionalmente enfrentada tanto a Errejón como a Iglesias.
Esta corriente, cuyos principales representantes son Miguel Urbán y Teresa Rodríguez, se desmarcaba de la línea oficial de Podemos y pedía a la dirección forzar nuevas elecciones y dejar de intentar seducir al PSOE. Este movimiento de los anticapitalistas fue interpretado por muchos como una agresión a los postulados de Errejón -el más pragmático o moderado de los dirigentes-.
Numerosos medios destacaron todas estas divergencias, extrapolaban el caso de Madrid a la dirección estatal y empezaba a cundir la sensación de que en Podemos se vivía un enfrentamiento fratricida. La tormenta, por tanto, parecía perfecta. Fuentes del partido morado se afanaron por negar la magnitud de los problemas. Sus argumentos son que la guerra de Madrid no puede extrapolarse al resto de España y, menos aún, a la dirección del partido.
Pero el centro del debate político durante toda la semana ha sido esta crisis interna de Podemos. Apenas se ha hablado, en cambio, de las negociaciones para la investidura. En suma, los expertos en construir el relato político han probado su propia medicina. Eso sí, ya han empezado su contraataque.
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