Krista Delgado antes era Krista Kuisma. Pasó su infancia a caballo entre Vietnam, Kenia y Libia. Cuando volvió a Finlandia, su país natal, no se adaptó. Una sociedad “muy cerrada” en la que no encajó su “mente abierta”. Aun así, lo intentó. Se casó y tuvo dos hijos. Aquello no funcionó. Necesitaba escapar de su matrimonio y huir de su país. Puso rumbo a España con sus hijos y lo más importante, con el consentimiento por escrito y en un convenio de mutuo acuerdo firmado por su exmarido. Poco antes de cumplirse el año, su ex marido inició un procedimiento de sustracción internacional de menores contra ella.
En la plaza de España de Sevilla, dos niños rubios de ojos azules y con un fuerte acento andaluz, de Burguillos, para más señas, corretean. Son los hijos de Krista. Esta semana, después de un calvario de casi dos años, ya saben que se van a quedar aquí, en España. Están felices. La Justicia les acaba de dar la razón. Es una resolución firme, no cabe recurso. Su ex marido aún no lo sabe. Krista quiere que su testimonio sirva para otros padres que están en la misma situación sepan que hay solución y que la justicia, aunque lenta, funciona.
La sustracción internacional de menores se suele resolver rápido. “Tres o cuatro meses aproximadamente, si el afectado recurre a un abogado y se realizan las gestiones con diligencia”, explica el abogado malagueño Álvaro J. Gracia, especializado en derecho de Familia, que asumió desde el principio el caso y que ha ayudado mucho a esta pequeña gran victoria judicial.
La rapidez es vital: cuanto más tiempo transcurra, mayor es el grado de adaptación de los niños a su nuevo país y, por tanto, más difícil el retorno. Por eso, Gracia advierte de que lo que se tarde en denunciar y buscar asesoramiento legal es clave. “Muchos piensan que están indefensos y no reaccionan”, matiza, “deben hacerlo, hay protección, existen leyes internacionales que regulan este tipo de conflictos entre estados, y está el Convenio de la Haya”, aclara, recordando que éste es el paraguas que da cobertura internacional a los niños.
El caso de Krista no es raro. En 2014 se registraron 235 casos, según recoge el informe realizado en 2015 por la Comisión de Libertades Civiles, Justicia y Asuntos Internos del Parlamento Europeo (LIBE). Son tanto de padres que se traen a su hijos aquí (97), como de padres que se los llevan fuera (138). Van creciendo las estadísticas. La movilidad laboral y geográfica lo propicia, y no sólo se da en matrimonio mixtos, sino también se da entre padres de la misma nacionalidad que se marchan al extranjero en busca de una oportunidad, la experiencia no funciona y uno de ellos decide volverse a España con los niños. En esto, como en tantas cosas, la crisis económica ha tenido también mucho que ver. También crecen las cifras porque cada día son más los padres y madres que conocen sus derechos y denuncian.
Un contrato y unas fotos en Facebook
La complejidad del caso de Krista radica en la existencia de un convenio que, precisamente, había suscrito con su marido para evitar problemas. En el documento se establecía que ella podría estar “de manera indefinida” en España o allá donde ella quisiera estar, pero que ese acuerdo debía ser revisado anualmente para su prórroga. Esa cláusula daba pie a dos interpretaciones. Su marido basó su denuncia en que el plazo era por un año y que transcurrido éste, todos debían volver. Ella intentó todas las vías de negociación posibles. Fracasó y llegó el juicio.
“El asunto se basaba en la pura valoración de la prueba, concretamente, en la interpretación de los términos del convenio regulador, teniendo en cuenta que tenía un plazo de vigencia de un año”, explica el letrado Gracia. A esto se sumó una controvertida traducción. A pocos minutos de entrar en el juzgado para la vista fue este abogado quien, dando el último repaso al expediente judicial y “teniendo dudas sobre la viabilidad del asunto”, se percató de la omisión de ciertos términos del convenio en la traducción a español que fue aportada por la Abogacía del Estado (representante del exmarido de Krista en España). Tal y como explica Gracia, él llevaba una traducción jurada, que oficialmente tiene más peso, y eso jugó a su favor. Su ámbito de actuación en la defensa creció a partir de dicho momento.
“La jueza se percató de que algo extraño sucedía en el asunto de las traducciones aportadas”, apunta Gracia. A esto añade Krista que no puede haber sustracción cuando el padre había venido en vacaciones y siempre que quiso pudo ver en España a los niños. Sabía dónde, cómo y con quién vivían, dónde trabajaba la madre (una empresa intermediaria del Gobierno finlandés) y el colegio al que asistían. Y algo anecdótico, aunque de mucha importancia: el padre reclamaba su retorno al no poder ver a los niños por falta de recursos económicos (también hubo tensiones a cuentas de la manutención) y, “sin embargo, había colgado fotos en Facebook de un gran viaje con su nueva novia en Singapur”, recuerda Gracia, que no dejó escapar tan “sorprendente” prueba.
Todo esto no impidió que Krista y los niños tuvieran que pasar por el trance de un juicio. Una experiencia dura para los tres. Los niños pasaron los días previos nerviosos, inquietos. Él se tiraba de la ropa, se rascaba. Ella lloraba por cualquier motivo. Krista salió llorando, un episodio más tras meses de angustia y siempre con el miedo en el cuerpo (llegó a anular un viaje a Finlandia en el último minuto, al temer que su marido pudiera quitarle los pasaportes de los niños).
El bienestar de los niños
Una primera sentencia les dio la razón, pero el abogado del Estado recurrió en apelación. Ahora ya la decisión es firme: la Audiencia Provincial de Sevilla ha entendido que no procede la restitución de los menores y que estos están perfectamente adaptados al país “En este caso, quienes ganan son los niños, no se trata de dirimir quién lleva tanto la razón, no hay que apuntar victorias ni al padre ni a la madre, lo que se trata es de salvaguardar el bienestar de los menores”, aclara el letrado.
Los hijos de Krista se adaptaron rápido a su vida en España. Primero en Fuengirola, donde dicen que está la mayor colonia de finlandeses del mundo después de Finlandia (4.600 censados, aunque son más los que no están empadronados). Luego en Burguillos, adonde llegaron de la mano de Iván Delgado, un diseñador de tablas de surf que les dio una nueva casa y una nueva familia. Los niños ya llaman abuelos a los padres de Iván. “Son unos nietos más, igual que los hijos de los hermanos de Iván”, asegura la madre, recordando que formaron parte de la familia mucho antes de su boda el pasado verano, cuando empezó a ser Krista Delgado.
Este lunes su hija cumplirá 9 años. Le gusta bailar flamenco y estudia en el Conservatorio de Sevilla. Y su hijo, de 10 años, al final ha tenido razón. Salió del juicio calmando a su madre diciéndole: “Creo que hemos ganado, porque le he contado a la jueza unos chistes y se ha reído”. Krista, ironías del destino, ha acabado siendo traductora. Pero eso sí, técnica. Si se equivoca, no será un error grave. Tan sólo traduce los folletos para productos electrónicos, algo que no pone en riesgo la felicidad de nadie. Y si va a Finlandia, llevarán siempre la resolución judicial en el bolsillo.