El portavoz socialista en el Ayuntamiento de Madrid, Antonio Miguel Carmona, "avergonzado" de que ningún político, "ni madrileño, ni español, ni europeo", "mueva el puto culo", ha decidido trasladarse a los campamentos de refugiados de El Pireo y Lesbos para "apoyarles" durante esta Semana Santa.
El político madrileño, ya en El Pireo, ha comenzado a relatar su experiencia sobre el terreno a través de las redes sociales. Así, en su perfil de Twitter ha colgado varias imágenes de refugiados y varios vídeos sobre los campamentos en los que se hacinan miles de huidos sirios: "El día en el que el mundo dejo de merecer la pena llegué, un atardecer de primavera, al puerto de El Pireo. El alma se me hizo pedazos al contemplar aquel improvisado campamento para refugiados. No pude por más, sin embargo, que esbozar una sonrisa cuando decenas de niños me rodearon mientras trataban de encontrar mi mano".
Carmona, a modo de bitácora, describe cómo un padre se esfuerza en alimentar a su hijo Anone. "El niño me observaba con la mirada despierta, manantial de unos ojos negros imperturbables, ajenos a la tragedia, de espaldas a la esperanza".
En el post recuerda su primera visita a El Pireo hace "algunos años": "Recuerdo cerrar los ojos y recordar aquella batalla de los exiliados de Atenas, vencedores de los Treinta Tiranos, derrotados en sus muelles por Esparta". Y carga contra la Unión Europea: "¡Qué distinto ahora El Pireo al de entonces! Qué diferente ver la deshonra de Europa en la mirada de Anone".
Prosigue describiendo cómo ha visto al borde del Egeo "cinco mil seres humanos, mil niños indefensos que vagan por los muelles y se esconden en las tiendas de campaña": "Sirios, iraquíes, afganos, caminan con la lentitud del agotamiento y el sufrimiento en sus miradas". Y endurece su discurso: "Europa, nido de políticos inútiles, mira para otro lado y cierra sus fronteras para resguardar calientes los asientos de la indignidad y la cobardía".
"Hambre y desesperanza, tristeza y enfermedad, suciedad y agotamiento, se hacinan sobre los escombros del continente. Contemplo entonces una larga cola de hombres dispuestos a recoger la cena mientras sus familias esperan hambrientas en las tiendas de campaña. Ya es de noche. El viento fresco de la capital del Egeo me hiela aún más el alma. Un escalofrío recorre mi cuerpo mientras alguien, un sirio con una sonrisa inmensa, me regala una manta para que la ponga sobre mis hombros. Anone ya estará dormido en una de aquellas tiendas de campaña empapadas por la escarcha".