Aurelio Arteta: "Rivera es pedagógico, Sánchez, vacío y en Iglesias se huele el populismo"
Entrevista al filósofo Aurelio Arteta.
27 marzo, 2016 01:30Noticias relacionadas
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Cuatro quinceañeras se refugian de la lluvia en un porche. Tantean con curiosidad a un hombre que, apoyado en una mesa de garito y con el ceño fruncido, posa ante la cámara. “¿Quién es?”, cuchichean sin quitar la mirada de Aurelio Arteta (Sangüesa, 1945).
Catedrático de Filosofía Política y Moral recién jubilado, es conocido por su intransigencia con los tópicos –“los utilizamos para evitar pensar” – y con los archisílabos –“alargamos las palabras cuando queremos quedar bien” –. Ha pedido whisky con hielo. Se toma su tiempo antes de contestar. Mide las palabras con los ojos puestos en el vaso y se acaricia el bigote de cuando en cuando.
Se muestra serio y reflexivo, pero dispara titulares apasionados: “Nacionalismo y democracia son términos antagónicos”, “Democracia y monarquía son incompatibles”, “La tentación es permanente para quien tiene acceso a la caja”…
Sentado en un loft moderno, de asientos a ras de suelo y colores tenues, este fundador y miembro activo en su día de UPyD aborda la situación política con detalle. Considera que el mejor gobierno vendría fruto de un acuerdo entre PSOE, Podemos y Ciudadanos. “¿Por qué va a ser imposible?”
Sus primeros trabajos versaron sobre la obra de Karl Marx y su periodismo político. ¿Qué queda de él en España?
Pervive, entre otras varias, su advertencia de que la relación entre los propietarios del capital y las fuerzas del trabajo es muy desigual. Su análisis acerca de la raíz del capital no ha sido superado todavía.
¿Sus posturas están representadas políticamente entre nosotros?
No lo tengo claro. Quizá en algunas de las tesis de Izquierda Unida. A Podemos lo veo más vinculado a autores populistas como Laclau o Gramsci.
Acaba de publicar su Cuaderno de la vejez (Ariel, 2015). ¿Qué tal envejece España?
España, no lo sé. Yo relativamente mal, supongo que como casi todos los que nos hacemos viejos –dice entre risas–. A este país le toca rejuvenecer, estaba viejo y no sólo por el franquismo, sino por el actual régimen, que tiene muy poco de democrático, se diga lo que se diga.
No hay democracia con la ley electoral que tenemos
¿Por qué España le parece un país poco democrático?
Pronunciamos sin parar el nombre de democracia en vano. Hemos degradado el concepto hasta utilizarlo sin conocer su sentido y sus exigencias. No hay democracia con la ley electoral que tenemos, que enjuaga los resultados para que los dos grandes partidos se vean favorecidos. ¿Es democrático un lugar donde los políticos están aforados? ¿Es democrático un lugar donde existen 19 políticas sanitarias y educativas distintas? ¿Es democrático un lugar donde los políticos eligen a quienes van a fiscalizar sus cuentas? ¿Es democrático un lugar donde el Congreso nombra los magistrados del Consejo General del Poder Judicial? La igualdad de derechos y deberes no existe en España. ¿Por qué los navarros y vascos gozamos de un privilegio fiscal? ¿Acaso nos ha señalado un dedo divino? Deben devolverse las competencias en Sanidad, Educación e Impuestos al Estado para contribuir a nuestra igualdad política.
¿Se repondrá el bipartidismo de su último golpe?
Creo que las dos nuevas formaciones han llegado para quedarse. Por desgracia para mí, ha desaparecido UPyD. Me pregunto hasta qué punto fue un error no haber llegado a un acuerdo con Ciudadanos.
¿Qué sensación le queda después de haber bajado al barro de la política?
Uno se queda asustado y decepcionado. Decepcionado porque prueba que los partidos son capaces de todo con tal de conseguir un puesto o un voto más. Asustado por la alarmante falta de formación de quienes están en la cúpula. Pero bueno, sabía que esa era la realidad. Quienes nos dedicamos a la filosofía política, aceptamos que nuestro trabajo debe ir orientado a la práctica. No concibo una teoría política si no busca plasmarla en la acción. Si no pensara en términos de praxis, sería una especie de torero de salón.
Una vez dijo: “Los tópicos rellenan nuestras frases a diario, pero muchos de ellos esconden un efecto perverso”. ¿Por qué?
Los utilizamos para no pensar. Dejamos que otro, la sociedad, hable por nosotros. Pero el peor de sus efectos es que a través del tópico estamos diciendo: “Soy de los vuestros”. Pedimos que nos admitan en las filas de la mayoría, renunciamos a emitir un juicio que pueda disgustar al prójimo. Los tópicos producen el bienestar de quien se sabe como todo el mundo. En Cataluña, ¿tendríamos el problema nacionalista si la gente se atreviera a cuestionar los tópicos nacionalistas? Tenemos miedo a quedarnos solos. El pensamiento propio, diferente, suscita la envidia y el resentimiento.
Si cada uno pudiera votar de acuerdo con su propia conciencia, gobernar sería imposible.
¿Es un mal muy extendido en nuestra sociedad?
En todas partes. Le pongo un ejemplo. Si digo ‘nadie es más que nadie’, quedo como Dios. Es verdad que nadie es más que nadie en el sentido último de la dignidad del ser humano, pero con este tópico nos referimos a que nadie es más listo o mejor que yo. Y eso es manifiestamente falso. Los tópicos son pildoritas mentales que nos hacen comportarnos de manera gregaria y cobarde.
Vayamos con otro tópico: “Al enemigo, ni agua”. ¿Lo ve reflejado hoy en la imposibilidad para llegar a un acuerdo de Gobierno?
Eso ha sido así desde que empezó la democracia parlamentaria. No ocurre sólo en política. En el mercado decimos lo mismo: “Al competidor, ni agua”. Cuando no tenemos confianza en nosotros mismos, nos movemos por resquemores. Sería mucho más convincente el político que reconociera los eventuales aciertos del contrario y cambiara su postura. Pero limitamos la democracia al mero hecho de votar. Por eso, la política es una guerra entre nosotros y el resto. La deliberación – debatir opiniones y propuestas públicas– es el momento intermedio necesario entre la representación y las decisiones democráticas, pero nos la hemos cargado. La disciplina de los partidos la ha destruido.
¿Qué pasos habría que dar para que la deliberación recuperara su importancia?
Cuando tenía menos años, no entendía la disciplina de voto en los partidos. Pero claro, cuando uno madura y le da vueltas, piensa: si cada uno pudiera votar de acuerdo con su propia conciencia, gobernar sería imposible. Si un señor empieza a formar parte de un partido, acepta defender su programa. Ahora bien, ¿qué margen le queda para objetar en las reuniones internas? Ahí está el quid de la cuestión. El momento deliberativo cobrará importancia cuando los ciudadanos demos importancia a argumentar. La gente sólo cree en votar y no en educar las razones que fundan su voto.
Nacionalismo y democracia son conceptos antagónicos
Suele decirse que alguien tiene “madera de líder”. ¿Alguno de los cabezas de partido la tiene?
No he oído muchos discursos recientes porque llega un momento en el que el debate político se convierte en un blablablá que disuade de atenderlos. Los ciudadanos sabemos que las decisiones están tomadas antes del intercambio de razones. Por lo poco que escuché, y aunque no esté en su dirección ideológica, Albert Rivera me pareció el mejor desde un punto de vista retórico y pedagógico. En Sánchez percibí bastante vacío y en Iglesias se huele el populismo.
¿Cuál es el gobierno que necesita España?
Excluiría radicalmente al PP porque está corrupto y quienes lo controlan no han querido cambiarlo. También dejaría fuera a todos los partidos nacionalistas, porque nacionalismo y democracia son conceptos antagónicos: la denominación "nacionalismo democrático" es absurda. Pienso que el gobierno ideal hoy, aunque pueda sonar a dislate, lo formarían PSOE, Podemos y Ciudadanos. ¿Por qué va a ser imposible? Parecen incompatibles, pero si se esfuerzan y forman un gobierno, lograrán más objetivos de su programa de los que alcanzarían boicoteando un Ejecutivo desde fuera.
Pero Podemos exige un referéndum en Cataluña como condición imprescindible.
Cierto. Pero siempre habrá cosas que no admitan dos frente a uno. PSOE y Ciudadanos podrán frente a Podemos en algunas cuestiones. En otras, Podemos y PSOE ganarán frente a Ciudadanos, etc. Creo que las disensiones no son insalvables. La política es llegar a acuerdos parciales, que no contentan a todos. El PP, sin embargo, ha obtenido sus mayorías a costa de pasar el rodillo y pisar demasiadas voluntades, lo que ha puesto en su contra al resto de grupos políticos.
¿Qué es el nacionalismo?
La creencia de que yo y los de mi tierra somos los mejores. Formo parte de algo y, por razones casi metafísicas, soy superior al resto. Encarno una historia que me enaltece y me eleva. Pero no hay tal historia, ni la historia concede derechos ni existe tal pueblo escogido. Son todo mentiras. Incluso aunque hubiera en ello algo de verdad, ¿acaso les otorgaría el derecho a su secesión? ¿Desde cuándo los privilegios forales (o sea, la desigualdad de la ciudadanía) son derechos democráticos? Están recogidos en la Constitución, pero son anticonstitucionales.
Si es algo tan obvio como usted dice, ¿por qué el nacionalismo tiene su espacio político? Es una ideología romántica que lleva en los parlamentos desde hace siglos.
Porque no hay muchos ciudadanos en los Estados llamados democráticos. Para los nacionalistas, ya lo he dicho, los ciudadanos no son iguales. Pero entre nosotros las distintas mayorías de gobierno –González, Aznar…– han alimentado a los partidos nacionalistas aplaudiéndoles a cambio de su voto, cuando su apoyo era necesario para el Gobierno de turno.
En 1993, escribió un ensayo titulado Recuperar la piedad para la política. ¿Qué quería decir entonces?
La política debe alimentarse de virtudes éticas. Pongamos, entonces, que todos nos vamos a morir. Cuando uno empieza a considerar que el otro es un ser similar, que se va a morir, y que lo sabe igual que yo, se genera un motivo seguro de fraternidad entre nosotros.
Ha escrito una serie de artículos en los que habla de los “archisílabos”. Se refiere a incrementación, confortabilidad, clientelización, contratación… y muchos centenares más. Muchas veces el político utiliza estas palabras como eufemismos. ¿Se acuerda de la desaceleración económica de Zapatero?
Chesterton y Orwell ya hablaron de esa manía de esconderse detrás de las palabras largas. Uno se encampana y se pone de puntillas sobre las palabras a base de alargarlas para parecer más importante o interesante. Se eleva respecto a los interlocutores ordinarios. Si se trata de un político o directivo, el hablante común dice: “Qué culto es este tío”. Elegimos las palabras largas y pedantes cuando no buscamos decir la verdad o hablar con precisión, sino quedar bien.
Los archisílabos se escuchan con frecuencia en los parlamentos. ¿Son consecuencia de una falta de lectura?
No creo que los políticos sean muy distintos a la media española, que lee muy poco. En este país, se lee mucho relato de ficción y casi nada como ensayo de pensamiento. Pero luego pontificamos sobre lo que haga falta.
¿Por qué el poder nos seduce con tanta facilidad?
Dos pasiones máximas atraviesan la vida del hombre: el deseo de poder y el miedo. El afán y la esperanza de poder algo, y el miedo a no poder hacerlo o alcanzarlo. La ilusión de sobrevivir y el miedo a morir o a la impotencia. Todos queremos poder; absolutamente todos. Hasta que el verbo se convierte en sustantivo: algunos quieren el poder, el político o el económico.
¿La corrupción es inherente al ser humano?
La tendencia a la corrupción es inherente al hombre. Todos tenemos deseo de robar alguna vez, pero no todos nos convertimos en ladrones. La tentación es permanente para quien tiene acceso a la caja. En España, no existen los mecanismos suficientes para ahuyentar esta tentación o no se aplican. Si se instituyera, por ejemplo, con las debidas garantías la figura de la delación -denunciar a quien ha cometido un delito– habría menos corruptos. Debería, en ese caso, garantizarse la confidencialidad y la seguridad del delator. ¿Por qué ser "chivato" ha de ser siempre vergonzoso, incluso cuando sea heroico?
Todos tenemos deseo de robar alguna vez, pero no todos nos convertimos en ladrones
¿Monarquía o república?
Desde un punto de vista democrático, no hay discusión: república. Democracia y monarquía son formas políticas incompatibles. Que un padre pueda transmitir el poder político a su hijo es absurdo. ¿Acaso debería ser presidente del Gobierno el hijo de Felipe González o de Rajoy? Ahora bien, si la monarquía fuera algo meramente decorativo y que concitara la unidad ciudadana, como en Inglaterra, tal vez no la vería con tan malos ojos. Pero creo que en España la Constitución reserva al Rey más papeles de los que debería.
¿Qué me dice de la crisis de los refugiados? ¿Hasta dónde hemos llegado?
Es una de las muestras más desgarradoras de las desigualdades del mundo. Las fronteras son siempre artificiales. Creo que llegará un día en el que el mundo sea mundo y no se rija por los valores de la nación o del mercado, sino por los de la humanidad. Avanzamos a base de grandes catástrofes. Protágoras, en el diálogo platónico de su nombre, sostiene que la mecánica, la ingeniería o el dominio musical son saberes que deben atribuirse a unos pocos. Basta un especialista para resolver los problemas mecánicos de cien o mil personas. Pero hay dos cosas, decía, que deben distribuirse a todos por igual: el sentido del respeto y de justicia. Si eso falta, no habrá ciudad.
Hace ya más de diez años, escribió una apología de la compasión. ¿Le gustaría defenderla ahora?
La compasión es el sentimiento por el cual nos apenamos ante la desgracia del otro. Tiene como correlato la indignación, fruto de la tristeza que nos genera el bien que el prójimo ha conseguido causando la desgracia de alguien. Aristóteles las entendió como pasiones de Justicia. Uno tiende a hacer justicia cuando le impacta la desgracia inmerecida suya o del prójimo. Cuando lees esto a la gente joven, son incapaces de imaginar que se escribió en el siglo IV antes de Cristo. No imaginamos lo que pueden enseñarnos los autores clásicos. Padres e hijos prefieren asegurar el empleo laboral.