César Alierta, con la barbilla hundida sobre el pecho, dormía plácidamente un día de marzo de hace dos años en el museo Guggenheim de Bilbao. Me sorprendió tanto la estampa que aún hoy la recuerdo con viveza: el presidente de la todopoderosa Telefónica echándose una siesta sobre una silla así, solo, sin nadie a su alrededor que lo protegiera de cualquier posible eventualidad. La ocasión perfecta, quizá, para un cliente malencarado le hubiera arrojado un café.
Ciertamente, el día había sido largo en la ría del Nervión tras la ceremonia de apertura de un seminario-congreso llamado Foro Global España 2014 o Global Forum Spain. La presidenta del FMI, Christine Lagarde, el presidente del Eurogrupo, Jeroen Djisselbloem, y tantos otros desfilaron por delante del rey Juan Carlos para alabar las reformas del Gobierno del PP. Las crónicas de entonces destacan como noticia principal que el rey caminaba ya con bastón.
En 2014 aún sobrevivía la llamada Marca España, ese esfuerzo de diplomacia pública y margalliana que se explayó en actos (más o menos pomposos) que combatían (en espíritu) la crisis económica. Alierta, desde su privilegiada posición como líder de la primera multinacional española, se apuntó con ahínco a la defensa de la Marca España. En Bilbao, ese día, Alierta proclamó el inicio de la recuperación económica de España. Junto a él lo hicieron, hombro a hombro con el rey, Francisco González (BBVA), Pablo Isla (Inditex) e Ignacio Sánchez Galán (Iberdrola).
Un triángulo de oro
Fue esa querencia patriótica, ese “sentido del Estado” y de “la solidaridad” que destacan (sin cinismo) algunos de sus conocidos, lo que llevó a Alierta a formar parte principal de la corte de Juan Carlos I. Sobre todo, hacia la segunda mitad de su mandato en Telefónica (2007-2014), que coincidió con el deterioro institucional de la monarquía. Con gran entusiasmo, Alierta se convirtió en uno de los vértices junto a Isidro Fainé (CaixaBank) del triángulo dorado cuya cúspide representaba Emilio Botín (Santander). Los tres se convirtieron en auténticos empresarios de cabecera de Juan Carlos I. Tardes de charla solitaria en La Zarzuela, viajes y experiencias compartidas.
Miembros muy activos de la corte fueron otros como Juan Miguel Villar-Mir (OHL) o Javier Monzón (ex Indra). Aportaron amistad, aviones privados, favores y buen trato a Corinna zu Sayn-Wittgenstein (CSW, la pareja más estable de Juan Carlos I entre 2004 y 2014). A partir de febrero de 2012, a través del Consejo Económico de Competitividad (CEC, que pronto fue llamada despectivamente lobby del Ibex-35 ), se convirtieron también en guardias de corps de un rey en declive que intentó convertir su condición de mejor embajador económico de España en su tabla de salvación.
De todos estos empresarios -algunos ya no están, otros pertenecen claramente a una España que se desvanece- Alierta destacó por sus “impagables servicios a la Corona” a través de la contratación de Iñaki Urdangarin en Telefónica, según fuentes conocedoras de la operación.
Un anuncio en el '¡Hola!'
El 22 de abril de 2009, para gran sorpresa de los empleados de Telefónica, la revista ¡Hola! publicó en su portada la noticia de que la familia Urdangarin-Borbón (el matrimonio y sus cuatro hijos) marchaban a vivir a Washington DC en verano. El motivo: el único yerno del rey se había convertido en coordinador general del grupo de Telefónica en EEUU. No hubo comunicado interno en la compañía: el anuncio se hizo a través de la revista del corazón porque la decisión había sido tomada, en exclusiva, por Alierta, según las mismas fuentes.
“Probablemente, nadie tuvo que pedírselo directamente, él [Alierta] sentía que era su obligación ocuparse de estas cosas”, señalan las fuentes en referencia al hecho de que en 2009 Urdangarin llevaba dos años sin trabajo porque la Casa del Rey lo había empujado a salir de Nóos debido a los intensos rumores sobre los negocios del yerno.
A Urdangarin lo contrató Alierta, pero sus jefes directos en Telefónica eran José María Álvarez-Pallete (entonces responsable de Latinoamérica y desde este martes sucesor de Alierta) y Luis Abril (mano derecha de Alierta). En julio de 2012, cuando el caso Nóos era ya un escándalo de dominio público, Alierta volvió a renovar el contrato de Urdangarin en Washington DC: 1,5 millones de euros anuales, más 1,2 de retribución en especie y 4,2 millones si prescindían de él.
Además, billetes Washington-Madrid; alquiler de la casa; servicio doméstico; parque móvil y colegio de los cuatro niños. La decisión provocó la indignación de muchos abonados de Telefónica, que amenazaron con darse de baja. Según fuentes conocedoras de la operación, fueron Álvarez-Pallete y Abril los que convencieron a Alierta del “enorme riesgo reputacional” al que se enfrentaban: “Tenemos metro y medio de nieve encima y esto no hay techo que lo aguante”.
Los motivos de la abdicación
A finales de agosto de 2012, Urdangarin salió de Telefónica con una “excedencia temporal”. Nueve meses más tarde, a preguntas de los accionistas en la Junta General en Madrid, Alierta lo defendió así: “Mientras don Iñaki Urdangarin ha sido empleado de Telefónica, su comportamiento y su labor han sido muy positivas. Y eso es lo que yo sé y lo que afirmo aquí delante de todo el mundo”.
Tras la abdicación de Juan Carlos I, en junio de 2014, Alierta quiso prestar el último servicio a la Corona revitalizando económicamente a la Fundación Cotec (fundada en 1990 por el rey) para que ésta sirviera de base a la actividad del monarca emérito, según fuentes conocedoras de una operación que nunca llegó a buen puerto. Cristina Garmendia sustituyó a Juan Miguel Villar-Mir como presidenta del patronato y Juan Carlos I permaneció como presidente de honor. Un año más tarde, Felipe VI sustituyó a su padre y dio carpetazo así a la corte económica de Juan Carlos I.
Se acabaron con Felipe VI los viajes de trabajo (all boys club) con la corte de empresarios diseñados por Juan Carlos I sin la reina Sofía. La Casa del Rey ha firmado un convenio con la secretaría de Estado de Comercio que regula los viajes del Jefe del Estado para impulsar la actividad económica de España en el exterior. Así ha sido con los dos viajes de Estado (Francia y México) que ha hecho Felipe VI en estos casi dos años de reinado.
“La ascendencia que tenía la Casa Real sobre el empresariado español ya no existe”, señala un miembro del Ibex-35 en referencia a la dimisión de César Alierta. “Todo cambió con la abdicación de Juan Carlos”.
Una abdicación real que recuerda -en forma y en motivos- a esa otra abdicación de Alierta. Según estas fuentes del selectivo, ha sido por sorpresa como la del rey aunque empezó a prepararse hace un año y por motivos similares de salud (un marcapasos el pasado verano); edad (casi 71 años en mayo); una mujer (la viuda en el caso de Alierta), y “sobre todo el deseo de salir antes de que te muevan, organizando tú la salida, dejando un delfín (Álvarez-Pallete) para proteger tu legado y quedándote dentro (en el Consejo y en la Fundación)”.
Una señalada abdicación en la corte de Juan Carlos I que marca también el final de una época.