Han pasado casi cuatro meses desde las elecciones del 20 de diciembre. En este tiempo Podemos ha ido cambiando su estrategia con varios golpes de efecto de Pablo Iglesias y los suyos. Mil y un cambios, anuncios y supuestas cesiones después, el partido morado ha vuelto al mismo punto de partida: forzar la repetición de elecciones al exigir condiciones inasumibles para sus oponentes como el referéndum en Cataluña o la entrada en el Gobierno.
Solo unas horas después de las elecciones, el pasado 21 de diciembre, Iglesias valoraba los resultados obtenidos por su formación y planteaba una hoja de ruta que incluía, entre otras exigencias "innegociables", el reconocimiento del derecho de autodeterminación en Cataluña y la consiguiente celebración de un referéndum. Además, en línea con su programa electoral, Podemos abogaba por otras cuatro reformas de la Constitución (cambio en la ley electoral, blindaje de los derechos sociales, despolitización de la justicia y prohibición de puertas giratorias) que eran previas a cualquier acuerdo de investidura.
De "la segunda transición" al "presidente independiente"
“No es el momento de hablar de investiduras”, repetía taxativo Iglesias. A su juicio, en aquel momento tocaba "hablar de reformas constitucionales” y, de hecho, su intención era iniciar una ronda de contactos con otras formaciones para plantearles su “hoja de ruta de cambio constitucional”. Según decía él, “es la hora de los estadistas” para alumbrar “un acuerdo de compromiso histórico” que suponía "una segunda transición".
Pocos días después de los comicios, Íñigo Errejón, en una entrevista radiofónica, y el propio Iglesias, en un artículo de prensa, afirmaron que sería positivo apostar por “una figura independiente” como presidente del Gobierno antes que ayudar a que Pedro Sánchez llegase a la Moncloa. Con el paso del tiempo, esta propuesta se ha ido enterrando. Y hoy nadie parece recordarla, olvidada como si aquellas palabras fueran lágrimas en la lluvia.
El primer golpe de efecto
Al final de la primera ronda de consultas con Felipe VI, en concreto el pasado 22 de enero, Podemos rompió la baraja, sorprendió a propios y extraños y descolocó a sus rivales políticos con su propuesta de “un gobierno de coalición” con Sánchez como presidente e Iglesias como vicepresidente. Gracias a este golpe de efecto audaz, el partido de los círculos marcó la agenda con su iniciativa y dejó a Sánchez en una posición complicada.
La estrategia de Podemos consistía entonces en arrinconar a Ciudadanos. Los portavoces del partido morado decían que sólo negociarían con el PSOE la creación de dicho Ejecutivo siempre y cuando los socialistas no dialogasen en paralelo con Ciudadanos. Un veto en toda regla contra el partido dirigido por Albert Rivera. “El PSOE tiene que elegir entre nosotros y Ciudadanos”, repetían Iglesias, Errejón y otros líderes de Podemos.
El documento con exigencias
El 15 de febrero, una vez que estaba encaminada la sesión de investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno, Podemos volvió a mover ficha en el tablero político con la presentación de un documento: "Bases políticas para un Gobierno estable y con garantías". Era un completo texto, con casi cien páginas y que incluía qué políticas y qué estructura debía tener ese gobierno de izquierdas entre PSOE, Podemos, Compromís e IU.
Además de reclamar para sí mismo la vicepresidencia y de pedir un reparto "proporcional" de los Ministerio, Podemos iba más allá y concretaba las competencias que debían asumir. Por ejemplo, esa vicepresidencia destinada a Iglesias incluiría el control sobre la comunicación del Gobierno, con la Secretaría de Estado de Comunicación, el Boletín Oficial del Estado (BOE), el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) y el Centro Nacional de Inteligencia (CNI). En cuanto a los Ministerios, Podemos apostaba, como ya había adelantado, por un Departamento de la Plurinacionalidad para debatir "la articulación territorial del Estado".
El documento, basado en el propio programa electoral de Podemos, tenía como objetivos "priorizar el rescate a los ciudadanos con problemas, la creación de empleo, la reversión de los recortes, el impulso de la regeneración democrática y el impulso de una nueva transición". En las políticas propuestas por Iglesias y sus compañeros de filas se incluían ya medidas que el PSOE consideraba imposibles de asumir. Entre ellas estaba la defensa del derecho a decidir en Cataluña. El partido morado apostaba por "impulsar el proceso de referéndum en Cataluña como objetivo en la primera etapa de Gobierno y cualesquiera otros procesos de consulta y referéndum en aquellas naciones que lo hayan planteado con especial intensidad".
Levanta el veto a C's...parcialmente
Al presentar dicho documento, Iglesias volvió a sorprender al levantar, al menos parcialmente, su veto a Ciudadanos. Incluso, apuntó hacia la posibilidad de que sería necesaria una abstención del partido de Rivera para facilitar que se ahormase “un gobierno de cambio y de progreso”. En ese mismo momento, el secretario general de Podemos rebajó el tono de sus exigencias y mostró un talante más conciliador. De hecho, consiguió, con la ayuda de Alberto Garzón, que se iniciase una mesa de negociación a cuatro entre PSOE, Podemos, Compromís e IU.
Cuando ya era un secreto a voces que el PSOE y Ciudadanos suscribirían un acuerdo de investidura, Iglesias insistía en la vía de la mesa a cuatro. En una comparecencia en el Congreso el líder del partido de los círculos repetía que tocaba dialogar y no concretaba si se levantarían de la mesa a cuatro en caso de acuerdo entre Sánchez y Rivera. Solo veinticuatro horas después, llegó otra vuelta de tuerca de Podemos: Errejón y el resto de negociadores del partido comparecieron en grupo y con rictus serio para anunciar la ruptura de las conversaciones. En la particular batalla que mantienen desde el 20-D todos los partidos por culparse mutuamente de la celebración de otras elecciones, Podemos se levantaba de la mesa y culpaba al PSOE del fracaso de ese diálogo por pactar con C's.
En la investidura, las dos caras de Iglesias
En la fallida sesión de investidura de Sánchez como presidente, Iglesias volvió a insistir en sus exigencias para un gobierno de izquierdas, por supuesto, pero ante todo mostró sus dos caras en su ambivalente relación con el PSOE. En el primer pleno, el secretario general de Podemos fue inmisericorde en sus críticas a los socialistas. Incluso, durante los turnos de réplica y contrarréplica, elevó el tono con feroces ataques a Sánchez y los suyos. Ahí se enmarca su mención al "pasado manchado de cal viva de Felipe González", una expresión que los socialistas no quieren ni pueden olvidar.
Dos días después, en el segundo pleno, Iglesias mostraba su tono más amable hacia Sánchez. "A veces las discusiones más agrias preceden a los momentos más dulces, ojalá el acuerdo al que lleguemos pueda llamarse el acuerdo del beso", pronosticaba. "Fluye el amor y la pasión en la política española; Pedro, solo quedamos tú y yo", agregaba en tono jocoso. Ese día, empezaba el mantra del "gobierno a la valenciana" que todavía hoy Iglesias repite hasta la saciedad para presionar a los socialistas y convencerlos para que suscriban un "gobierno de izquierdas".
La reunión con Sánchez
En los días previos a la Semana Santa, con Podemos sumido en una guerra interna de dimensiones inesperadas, Iglesias volvía sobre la idea de que el PSOE debería convencer a Ciudadanos para que Rivera y los suyos se abstuvieran y, con ello, facilitasen un Ejecutivo a la valenciana. Otra vez el talante dialogante de un Iglesias que despertaba recelos en las filas socialistas, sí, pero cuyo concurso en la investidura es indefectible para que Sánchez llegue a la Moncloa.
Así, se fraguó la reunión entre Sánchez e Iglesias de la pasada semana. En ese encuentro una vez más el secretario general de Podemos rompió la baraja con un nuevo movimiento táctico que asombró a sus rivales: la renuncia a la vicepresidencia del Gobierno que él mismo se había atribuido durante un mes y medio. Su discurso consistía en argumentar que "nosotros hemos demostrado que cedemos y los demás tienen que ceder" y que "vamos a dejarnos la piel para que haya acuerdo".
Aunque en el PSOE consideraron que se trataba solo de una estratagema, lo cierto es que el clima del encuentro entre los dos líderes parecía generar un ambiente propicio para algún tipo de acuerdo. Iglesias aceptaba sentarse en la mesa con Ciudadanos. El PSOE aplaudía esa actitud. Además, horas después trascendía que Podemos podía ceder en cuatro aspectos clave de la política económica. Había algunas esperanzas para evitar las elecciones.
Las 20 propuestas que Iglesias llama "cesiones"
En ese contexto, esta semana se antojaba clave para alumbrar algún pacto o, al menos, para el inicio de unas conversaciones que pudieran terminar desbloqueando el complejo panorama político. El jueves se reunieron los negociadores de PSOE, Podemos y Ciudadanos. Una vez más, Podemos se sacó de la chistera una propuesta para marcar el paso a sus oponentes. Iglesias entregó a sus compañeros de mesa un documento con 20 propuestas para desbloquear la situación y alumbrar por fin un Ejecutivo.
En ese texto, llamado "20 propuestas para desbloquear la situación política y posibilitar un Gobierno de cambio", se incluía otra vez el derecho a decidir en Cataluña. Una vez más, Podemos apostaba por un cambio del modelo territorial en España que supone modificar por completo la Constitución del 78. "Para poder garantizar que se haga desde la plena adhesión a un proyecto común, lo anterior -una "reformulación del modelo territorial"- debe tener como correlato la aceptación del derecho a decidir en aquellas naciones que lo hayan planteado con especial intensidad". Esa última expresión es calcada a la que aparecía en el primer documento de la negociación, presentado por Podemos un mes y medio antes.
Asimismo, Iglesias y los suyos reclamaban un gobierno de coalición que "debe estar integrado en coalición por las distintas fuerzas progresistas que lo sustentan (PSOE, Podemos, En Comú Podem, En Marea, IU y Compromís)". En suma, el partido de los círculos no renunciaba al referéndum en Cataluña ni tampoco a entrar en el Ejecutivo. En esos puntos, no había cesión alguna. Eso sí, Iglesias y los suyos hablan de "20 cesiones" por su parte. Se trata, en el fondo, de vender la idea de que son otros quienes no son capaces de renunciar a sus posiciones.
El penúltimo golpe de efecto
Al término del encuentro, los portavoces de Sánchez y Rivera destacaban la "sinceridad" de la conversación y prometían que estudiarían las propuestas de Podemos. La idea era, según ambos, retomar el diálogo la próxima semana. Pese a las enormes dificultades, parecía que nadie quería levantarse de la mesa. Sin embargo, Iglesias anuló su comparecencia por sorpresa. ¿Se estaba gestando algún otro golpe de efecto, ya el enésimo, por parte de Podemos?
La respuesta llegó este viernes por la mañana. Una vez más, Iglesias comparecía flanqueado por su núcleo duro, como en las grandes ocasiones en que busca marcar la agenda política. Llegaba la penúltima bomba informativa lanzada por Podemos desde el pasado 20 de diciembre para cambiar el paso a PSOE y Ciudadanos: dar por finiquitadas las negociaciones y anunciar una consulta a las bases que con toda seguridad abocará a unas nuevas elecciones. Sánchez y Rivera se sienten traicionados. Podemos no renuncia al referéndum catalán y quiere entrar en el Gobierno o, al menos, simular que quiere hacerlo y son otros quienes no le dejan. En suma, una vez más Iglesias ha construido el relato político, ese intangible que tanto preocupa y ocupa a Podemos.
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