Las dificultades de la periodista Ana Pastor para conducir lo que debió de ser un desfile de la victoria escenifica lo que queda del 15-M cinco años después del nacimiento de tan fascinante movimiento ciudadano. Puede incluso que lo que fue del 15-M en origen, antes de que la pata izquierda del duopolio televisivo y los profes listos de Somosaguas guiaran a la criatura por el ronzal de una indignación bien encauzada.
La Sexta no mandó a la pobre Ana Pastor a luchar contra los dicterios de una pequeña muchedumbre enfervorizada a la contra, acomodada en la consigna a la contra: de la televisión en general, de La Sexta porque pasaba por allí, de que hubieran montado un plató, de que un grupo de periodistas, políticos y representantes de la sociedad civil anduvieran diseccionando el 15-M y apuntando profundidades bajo los focos mientras el gentío gritaba: ¡Fuera, fuera!
Ni siquiera Pablo Iglesias hubiera mandado a Íñigo Errejón, que allí estaba, a elevar la voz en el set improvisado de Sol para que los pocos centenares de indignados que anoche quedaban le abuchearan como si no hubiera un mañana.
En los esfuerzos de Pastor, de Errejón y de los compañeros invitados por hacerse oír, en los gallitos de Margarita Robles, flamante fichaje del PSOE, y en el trabajo de los realizadores de La Sexta por sacar adelante el programa se advertían los restos insobornables del movimiento de los en courage, su destilación.
Balsa de aceite
Lo curioso es que Sol fue una balsa de aceite hasta que apareció la tele. Bastaba asomarse a la arteria de Preciados, ver aquella masa desaforada de consumidores zigzagueantes entre las grandes superficies del capitalismo, para concluir que el quinto aniversario había pinchado.
Es verdad que triunfa en Francia, donde el pasado 31 de junio 1,2 millones de personas se manifestaron en 500 ciudades con motivo de La nuit debout. Pero ha languidecido en España porque ya está Podemos, o porque no hay indignación que cinco años dure -¡y tanto que la hay!- o porque era puente de San Isidro.
Las fotos recuperadas de aquellos 50 días de mayo que no estremecieron al mundo, con las que Podemos saludó la efeméride en Twitter, y la facilidad de movimiento en el mismo útero del 15-M, constituían verdades inobjetables para concluir que aquello no había salido como cabía prever.
La crónica entonces tenía que ser una cosecha de carteles y curiosidades, un paseo por las excentricidades de unos y las reivindicaciones de otros, un cómputo de anécdotas y declaraciones en las que apoyar alguna conclusión no demasiado sesuda.
Estaban los carteles reconocibles, “Ladran, luego avanzamos”, “Basta ya de mujeres muertas en la calle de pers. (sic) sin techo”, “PP corruptos”, “Compro oro”, “Vendo Mahou”, como estaban las buenas intenciones y las buenas causas igualmente asimilables: que si la Plataforma Antidesahucios, que si la causa palestina, que si el movimiento LGTB y ahora SOS galgos. También había chiquillas con pinturas tricolor perfectamente trazadas, como si fueran miembros de una facción daltónica del Atleti.
El quinto stato
Pero si hace cinco años el hartazgo como Quinto Stato sirvió para dirigir el mal de muchos en una aproximada aunque informe dirección, ahora daba la impresión de que, muy al contrario, causas dispares habían seguido aquella misma corriente en pos de una no necesariamente compatible satisfacción.
Junto al oso y el madroño convenientemente ataviado con una pañoleta arcoíris, Juan Cuevas, un periodista mexicano del Movimiento 43 Madrid Ayotzinapa, recordaba en una pancarta a los estudiantes asesinados de Iguala en 2014: “Estamos aquí porque es un buen momento para visibilizar el problema de los profesionales de la información que corren peligro en México; reivindicaremos su causa el próximo 11 de junio con el hastag #SOSperiodistasmexico11junio”, explicó.
Detrás de la parada de metro, un grupo de actores de Murcia vestidos de traje repartían sobres con cheques del monopoly para promocionar un cortometraje (www.depachado.org) cuyos fondos se destinarán a las “afectados por hipotecas”. Elena Marcelo y sus compañeros aseguraban que no les importa que este año haya habido menos gente de la esperada, “porque hemos subido como partido”. Preguntados si el partido es Podemos, había cierta renuencia a admitir que los de Iglesias han sido acreedores del movimiento de los indignados.
Merchandising mayista
Al otro lado de la plaza, un par de jóvenes montaban una parada de merchandising mayista: banderas tricolor, chapitas con la cara de Alberto Garzón cuando exitía Unidad Popular, escarapelas republicanas, la boina de Andrés Bódalo y una camiseta de la Selección con la que pachanguea Pablo Iglesias.
Uno de ellos, periodista becario ya sin prácticas, reflexionaba con cautela profesional sobre la evolución del 15-M los últimos cinco años: “Si ahora ya no somos tantos en la calle es porque este movimiento, que no ha parado de crecer, ha encontrado otras muchas maneras de manifestarse”.
‘El Objetivo’
La jornada declina entre jaculatorias y causas grupales más o menos atomizadas hasta que aparecen la periodista Ana Pastor y sus invitados de El Objetivo. Primeros pitos, primeros requerimientos contra el diputado nacional Íñigo Errejón. Toda la prudencia que viene mostrando Podemos para que los elementos más insobornables del 15-M no se sientan vampirizados se volatiliza. Precisamente la televisión que más se ha esforzado quizá en informar y difundir las bondades de aquel movimiento y el partido que más aprovechó su estela, se convierten en víctimas de la bullanga. “¡Televisión manipulación!” “¡Esto es una plaza, no es un plató!
Conductora e invitados impostan normalidad ante las cámaras. Ana Pastor aduce que “La Sexta baja a la calle a contar las cosas, mientras otros lo hace desde las azoteas”. Una indignación nada romántica alcanza Sol mientras suenan, enlatados, los acordes que Silvia Pérez Cruz compuso para acompañar aquellas impactantes fotos del 15-M de hace ya cinco años.