Edurne Moreno advierte antes de empezar a contar su historia que no es “muy objetiva”: “Entiéndeme, soy su madre, y no sabes lo orgullosa que estoy de él”. Se refiere a su hijo, Marcos, un chico de 12 años con síndrome de Down que el próximo curso, en el que pasará del colegio al instituto, deberá dejar atrás a sus compañeros con los que lleva compartiendo pupitre nueve años porque su actual centro no cuenta con un aula especial para cursar 1º de la ESO por falta de recursos económicos.
La lucha de Edurne para lograr que el Gobierno de Navarra dotase al colegio El Huerto de Pamplona de una UCE, un aula especial para alumnos con discapacidad, comenzó hace casi un año. Desde entonces, compañeros de Marcos, profesores y la propia dirección de la escuela han remado en la misma dirección para lograrlo, pero a primeros de este mes recibieron la respuesta del ejecutivo regional que los paralizó: “Habiendo una plaza libre en otro centro de Pamplona, no se habilitará una nueva UCE”.
Los padres del pequeño asumieron la decisión y pasaron el “amargo” trago de hablar con él para contarle que debería cambiar de clase a partir de septiembre. “Tras decírselo, se metió en mi cama y me preguntó: ‘¿Me tienen que cambiar porque soy tonto y no sé pensar?”. Un escalofrío, dice Edurne, recorrió todo su cuerpo y decidió que no se podía dar por vencida: “Es una injusticia”.
Durante la conversación con EL ESPAÑOL, la madre deja claro que no es una lucha que entienda de colores políticos, sino una que busca abanderar la reclama de que “no hay ciudadanos de primera y de segunda”. ¿Por qué mi otra hija cuando dentro de unos años finalice Primaria podrá tener la oportunidad de cambiar de centro o seguir en el mismo y Marcos no?, se pregunta Moreno, quien junto a su marido, ha iniciado una campaña en change.org para recoger firmas que permitan revertir la situación.
"MARCOS ES UNO MÁS"
Marcos está “completamente” adaptado e integrado con el resto de compañeros de clase. Odia las matemáticas, es “un poco vaguete con los deberes” y le encanta el partido de fútbol de las cinco de la tarde cuando sale de clase. Comparte grupo de whatsapp con los demás chavales en el que “gasta bromas y manda fotos como otro más” y goza de la autonomía suficiente para irse con ellos durante 15 días de campamento veraniego.
Esto, en opinión de su progenitora, es el fruto de la educación inclusiva de la que ha disfrutado tanto él como sus demás compañeros. “Su clase es un grupo que ha convivido durante casi diez años con un niño de síndrome de Down, han sido educados en la diversidad, son más ricos”, analiza.
Por ello, le cuesta entender la decisión del Gobierno navarro. Alegan cuestiones económicas -este medio se puso en contacto con la consejería de Educación y pese a estar al tanto del caso, declinaron hacer ningún tipo de declaraciones por cuestión de agenda-, algo que ve “incomprensible”: “No pueden decir que sólo sería una UCE para un niño porque si lo ofertan para el próximo curso, otros alumnos con necesidades especiales podrían matricularse” en este centro concertado.
“¿Tanto os duele apostar por un crío con discapacidad?”, lamenta la madre. “Quiero que se quiten la máscara, no vale llevar en los programas electorales la educación inclusiva y a la hora de ponerla en práctica, recortes siempre de las mismas partidas”. Estas, “las destinadas a los más débiles”.
“Que su sonrisa siga entrando por la puerta"
Marcos quiere seguir jugando y estudiando con sus amigos. Los mismos que le preguntan a Edurne que si se tienen que manifestar “para que se quede”. Los mismos que han vivido la diversidad desde los tres años. Los mismos que desean, tal y como consta en la carta que una de su mejor amiga le ha escrito, que su “sonrisa siga entrando todos los días por la puerta”.
Eso se conseguiría si el gobierno autonómico aprobase el proyecto para la creación de la UCE que ha presentado la dirección del centro o bien, que la situación inclusiva en la que ha estado inmerso el chaval en Primaria, continuase en Secundaria. Esto es, poder seguir en la misma clase en asignaturas que entrañen menor dificultad y en aquellas como Lengua, Matemáticas o Ciencias, saliese de clase para contar con un profesor de apoyo que adapte los contenidos a sus capacidades.
“Marcos ha demostrado con creces muchísimas cosas que todos pensábamos que no iba a conseguir. Pedimos una oportunidad para probar. No significara ningún fracaso”, demanda la madre.
La agenda de Marcos y su compañeros de clase apuran las últimas páginas antes de que suene el último timbre del curso sin saber si pasarán a la siguiente etapa educativa dejando atrás un ciclo y un compañero. “Está en manos de Educación parar su sufrimiento y el daño innecesario que se le está haciendo”, apostilla su madre.