Uno es el de Coro Villamudria. Tenía 17 años cuando, en San Sebastián, entró en el coche de Jesús, su padre y policía nacional. Ella iba delante, en el asiento del copiloto. Detrás, su hermana gemela Josune y sus hermanos Luis, de 15 años, y Leire, de 12. Cuando Jesús cerró el maletero, la bomba se accionó y envolvió el coche en llamas. Josune, Luis y Leire salvaron la vida de milagro. A Coro la quemaron viva. No pudo salir del amasijo de hierros. La madre de los críos, Luisa, lo vio todo desde el balcón de su casa. Bajó a la calle y gritó: “¿Por qué les han hecho esto!”.
ETA respondió en su comunicado de reivindicación al estilo de la mafia más corrupta. Acusó a Luis de utilizar a su familia “como un escudo” y en el colmo del delirio añadió: “Coro Villamudria quería ser policía”. La Batasuna de entonces, modelo y molde del abertzalismo ‘renovado’ que enarbola Arnaldo Otegi, pidió al Gobierno que adoptara “gestos requeridos” por ETA para continuar con las “conversaciones políticas”. Aún “lamentando” lo sucedido –que no condenándolo–, no dejemos que la sangre nos aleje de la paz, vinieron a decir.
Coro es uno de los cinco nombres que la ciudadanía española no sería capaz de pronunciar si cualquiera preguntase por el nombre y los apellidos de apenas cinco damnificados por el terrorismo en nuestro país. Vic, Santa Pola, Zaragoza, Burgos… Son lugares en los que ETA, el mayor exponente de violencia terrorista que ha registrado España, ideó terribles masacres. Pero insisto, hagan ustedes la prueba. Sólo cinco nombres.
En días como hoy nuestro país debe mirarse al espejo y valorar si tanto dolor, sin tanto sufrimiento injusto merece ser el pago por una paz fundamentada en la ausencia de Memoria pública. Hoy lo sencillo y accesible es que el imaginario colectivo tenga a mano el nombre de ‘ilustres’ miembros de ETA como ‘Txapote’ o Arnaldo Otegi, de mercenarios del terrorismo de Estado de los GAL como Rafael Vera o Enrique Rodríguez Galindo o de ideólogos yihadistas como Bin Laden o Abu Bakr Al Baghdadi.
ETA ha atentado deliberadamente y directamente contra la vida de niños, ha perseguido a familias enteras que vivían en casas cuartel. Los ha perseguido dentro y fuera del País Vasco. No obstante, la gravedad de lo sucedido no significará nada si permitimos que los nombres de las víctimas sean solapados por el de los verdugos. Toda esa injusticia no habrá tenido sentido si permitimos que quienes justifican tal barbarie y enaltecen o disculpan a asesinos de revolver o de despacho integren nuestras instituciones públicas.
Cinco nombres de asesinados por el terrorismo son los que pocos son capaces de citar y cinco nombres tenían los niños asesinados tal día como hoy en Vic. Hoy, como ayer y mañana, no creo que haya nada mejor que hacer que citarlos, recordarlos y explicar qué les pasó. A niños y a ancianos. Son ellos: María Pilar Quesada (8 años), Ana Cristina Porras (10), Vanesa Ruiz (11), Rosa María Rosas (14), Francisco Cipriano (17).
*Consuelo Ordóñez es presidenta del Colectivo de Víctimas del Terrorismo (COVITE)