425 kilómetros separan Arroyomolinos y el Valle de Egüés, los dos pueblos más jóvenes de España. Las urnas del 20-D convirtieron estas tierras en carne de nueva política. Podemos y Ciudadanos conquistaron estos dos reinos de padres treintañeros y sepultaron los viejos partidos. Les comieron la tostada en su primer enfrentamiento. Fue el partido soñado, el del equipo recién ascendido a primera división que consigue llevarse los tres puntos del Bernabéu o el Camp Nou.
Ciudadanos asaltó Arroyomolinos, a media hora larga en coche de Madrid, con un 31,67% de los votos. Los de Rivera aprovecharon el tirón que les dieron las municipales, cuando gracias al apoyo del PSOE y un partido independiente colocaron un representante naranja en la alcaldía.
¿Casualidad o realidad?
Podemos se quedó con el Valle de Egüés -29,2% de los sufragios-, que agrupa urbanizaciones y pueblecitos añejos a menos de diez kilómetros de Pamplona. En este caso, el Ayuntamiento es de Geroa Bai, que logró calcar el pacto que llevó a Uxue Barkos al Gobierno de Navarra: una pinza entre los de Iglesias, EH Bildu e Izquierda-Ezkerra, aunque en este caso con Bildu en el Ejecutivo.
Casualidad o reflejo, la 'nueva política' se ha hecho con los bastiones que mejor resisten el envejecimiento. Rivera e Iglesias guardan esta victoria como oro en paño, la prueba irrefutable de que han ganado allí donde los jubilados invaden la tarde para cuidar a sus nietos, que les superan en número casi como los persas a los espartanos en la batalla de las termópilas.
¿Cómo respiran sus bares? ¿Qué dicen los alcaldes? ¿Cómo trabajan los círculos de Podemos? ¿Cómo convencen los afiliados de Ciudadanos? EL ESPAÑOL recorre Arroyomolinos y el Valle de Egüés para enmarcar con las historias cotidianas de sus habitantes los resultados de las pasadas elecciones.
Valle de Egüés, el 'desierto' de Podemos
Sale el arcoiris en Sarriguren, el barrio más habitado del Valle, con algo más de 19.000 personas. Los niños juegan en un paseo peatonal de asfalto porque las zonas verdes han quedado embarradas. Podemos alcanzó casi el 30% de los votos, superando a UPN-PP, el caballo ganador desde la década de los noventa.
El Ayuntamiento es una construcción moderna, posterior incluso al nacimiento de las casas que lo rodean, que empezaron a construirse en 2002. Por dentro, oscuridad, apenas hay movimiento cuando rozan las seis de la tarde. Alfonso Etxeberrría, alcalde de Geroa Bai, baja a abrir la puerta, haciendo de anfitrión, amo de llaves y regidor al mismo tiempo.
Ya en su despacho, da pinceladas del municipio que gobierna. Es el cuarto más grande de Navarra, sólo un 6% de su población supera los 60 años, engloba 16 concejos y aloja dos de las empresas más importantes de la Comunidad Foral, Acciona y Gamesa. “Y tenemos una tasa de paro del 10%, alrededor de cinco puntos porcentuales menos que la de Navarra en su conjunto”, arranca Etxeberría.
De las 19.000 personas que pueblan el Valle, 10.000 tienen menos de 35 años. “Como te puedes imaginar, no nos piden centros de jubilados. Nuestros retos están relacionados con las escuelas de 0-3 años y las actividades lúdico-deportivas”, sonríe.
Desde la ventana, grandes parques y aceras vacías. ¿El Valle de Egüés es una ciudad dormitorio, verdad? “Sí, estamos a diez minutos de Pamplona y allí trabaja la mayoría de la gente. Nuestros vecinos tienen la sensación de vivir en un barrio de Pamplona, donde pasan casi todo el día”, reconoce el alcalde.
¿Cuáles cree que han sido las claves del triunfo de Podemos? Llama la atención que en el Ayuntamiento sólo tengan dos concejales y que arrasaran en las últimas generales. “El voto cambió mucho. Cuando votan al Congreso, nuestro votante -el nacionalista- ve en Podemos el vehículo útil para desalojar al PP. Con un diputado se pueden hacer muchas cosas, pero no cambiar el Gobierno”. Y así fue: Podemos se convirtió en el partido más votado superando en más de veinte puntos a Bildu y Geroa Bai, que actualmente gobiernan el Valle. Ciudadanos, sin tener siquiera representación en el Consistorio, jugó un buen papel. Con un 10% adelantó a los socialistas y también a los partidos en el Gobierno.
Aparte de este trasvase, el alcalde se agarra a su gestión: “En las locales, los vecinos que están contentos con lo que tienen siguen votando lo mismo”, dice para explicar la mayoría nacionalista en las elecciones. Tampoco se olvida “de los juzgados”. El anterior alcalde, de UPN -que concurrió con el PP el 20-D-, fue imputado por presunta corrupción y ocupó las portadas de la prensa local durante más de un año. “La gente está harta y han visto que existen opciones mejores”.
“Nuestro reto es hacer más pueblo. Estamos intentando convencer a las empresas colindantes para que den prioridad en la contratación a nuestros vecinos y hemos puesto en marcha varias políticas de fomento del comercio local”, concluye Etxeberría, justo antes de entrar en una reunión de trabajo.
Antes de abandonar el Ayuntamiento, una parada clave. El despacho del secretario general de Podemos, también concejal. Iván Méndez viste los colores. Camiseta morada, de mangas largas y grises, explica: “El Valle de Egüés es uno de los puntales de nuestro partido en Navarra”. Aunque reconoce -es inevitable- el carácter dormitorio del lugar, se enorgullece del círculo que trabaja en la zona: “Somos cerca de 200 inscritos y cuando llega la campaña, realizamos varios actos y llenamos de cartelería todos los concejos del Valle, incluso los más pequeños”.
Méndez, algo más serio, quita hierro a la casualidad, a la posible relación directa entre los votantes jóvenes y el éxito de la nueva política: “Es un dato cogido con pinzas. Para probar esa vinculación necesitaríamos una muestra mucho mayor, pero voy a lo que te interesa”, sonríe con malicia picarona. “La media de edad del Valle roza los 31 años. El índice de población universitaria es muy alto. A más formación, más capacidad crítica”, presume.
La estrategia de Podemos en su arcadia de la juventud pasa por la cartelería y “la implicación de quienes antes no se interesaban por la política”. El mercadillo de los sábados es clave: “Nos acercamos porque es cuando más acceso a la gente tenemos”, narra Méndez, que se despide preguntando por Madrid y las noticias nacionales que rodean a los suyos. “La educación emocional y la infancia son nuestras principales inquietudes”, dice justo antes de abrir la puerta de su despacho.
Una avenida peatonal canaliza las idas y venidas de Sarriguren. Dos cervecerías, como puntos de encuentro. Padres con una mano dentro, la puerta entreabierta y los ojos fuera, donde sus hijos juegan a la pelota y saltan a la cuerda. “Aquí está el futuro que nos va a sacar de pobres”, bromea un treintañero que se encuentra con otro.
¿Usted percibe mucha actividad de Podemos ahora en campaña? “No sabía ni que ganaron las elecciones el 20-D. Si te digo la verdad, no se ve mucha cosa por aquí. Sí que ponen carteles estos días, pero nada más”, dice uno que juega con sus hijos ya en la hierba, que todavía está húmeda.
En la cervecería, dos jubilados juegan la partida. Son una especie en peligro de extinción. “No sabíamos que aquí ganó Podemos. ¿Lo dices en serio?”, pregunta sorprendido uno de ellos. “Bueno, ahora que lo dices, no me sorprende tanto. Hay gente muy joven y este barrio no es muy abertzale, como otros pueblos de la zona”.
Una conquista que proteger
Haner toma una cerveza con un colega en la terraza del mismo garito. “Yo voté a Podemos”, dice sin medias tintas cuando le preguntan. “No me sorprende el resultado. Sólo hace falta darse una vuelta por aquí. Muy pocos pasan de los cuarenta años. La gente de mi edad -23 años- no se siente identificada con el PP o el PSOE, por lo menos mis amigos”, explica este vecino que llegó al Valle cuando todavía se construían las primeras casas.
¿Por qué Podemos y no Ciudadanos? “Estamos muy cerca del País Vasco. Quizá los jóvenes aquí se sienten más cercanos a las ideas de Iglesias que a las de Rivera, que tienen un toque más nacional, más de centralizar. Aquí, aunque no seas abertzale, eso te puede echar para atrás”, divaga este joven que viste zapatillas y ropa de deporte.
El Valle de Egüés es cada vez más joven. La población se ha incrementado respecto al 20-D, pero el censo no aumenta. Es territorio de biberón. Podemos tratará de mantener su conquista en un par de semanas.
Arroyomolinos, la arcadia naranja
Arroyomolinos, a 30 kilómetros de Madrid, es más conocido por el centro comercial Xanadú y su perenne pista cubierta de esquí que por su torreón del siglo XV. En este municipio, las urbanizaciones, chalets y viviendas de protección oficial han crecido como setas hasta engullir por completo el centro histórico.
Este pueblo tenía 15.000 habitantes en 2005. Hoy son casi 30.000 y el padrón crece a un ritmo constante de entre 50 y 60 personas al mes. La media de edad es de 31 años. Un tercio de los vecinos es menor de 19. Sólo el núcleo urbano tiene ocho colegios. Y además están saturados.
Al igual que en el caso del Valle de Egües, Arroyomolinos es sobre todo una ciudad dormitorio. La mayoría de sus habitantes trabaja en Madrid. Hay algunos funcionarios y también empleados fijos del Xanadú. Los precios imposibles de la capital atrajeron a miles de parejas jóvenes. Ellos dieron la victoria a Ciudadanos el pasado 20 de diciembre.
Dulce victoria
Arroyomolinos fue uno de los 25 municipios de todo el país en los que ganó el partido de Rivera en las últimas elecciones generales. Ciudadanos logró el 31,67% de los votos frente al 29% del PP, el 19,6% de Podemos y el 12% del PSOE. La victoria fue doblemente dulce porque supuso un respaldo a la gestión de su alcalde. Carlos Ruipérez quedó segundo en las municipales de 2015, pero logró desalojar al PP de la alcaldía después de 16 años gracias a un pacto con el PSOE y el Partido Independiente (PIA).
El acuerdo no gustó demasiado a la Ejecutiva de Ciudadanos, partidaria de favorecer el gobierno de la lista más votada. Pero Ruipérez estaba convencido entonces, y también ahora, de que tomó la decisión correcta. El partido empezó a aplicar políticas que fueron respaldadas en las urnas el 20-D. Ruipérez se bajó el sueldo, jubiló el coche oficial, ordenó una auditoría de las cuentas y puso a disposición de la Fiscalía todos los indicios de vinculación con la trama Púnica. Después, aplicó el ideario de Ciudadanos: eliminó la tasa de basuras y bajó el IBI más de un 8%. Su compromiso es reducirlo un 20% en la legislatura.
“Una cosa es hacer promesas, pero otra muy distinta es tener la oportunidad de aplicarlas”, dice el alcalde a EL ESPAÑOL.
En la sala del Ayuntamiento en la que se reúne el equipo de gobierno, unas fotos tomadas desde el aire muestran el crecimiento de Arroyomolinos desde la aldea que era a principios de siglo a la ciudad adulta de hoy. En la mesa reposa un busto de Adolfo Suárez que encargó el anterior alcalde. Ruipérez quiere colocarlo en una plaza y organizar un homenaje con la familia del expresidente en otoño.
La gestión ordinaria está en los presupuestos y en las demandas de una población muy joven, que pide más parques, colegios, un ambulatorio mejor… El Ayuntamiento organiza un sinfín de actividades para chavales, mercadillos y conciertos. Es la manera de crear un sentido de pertenencia.
El bajista de Pignoise
En los bares de Arroyomolinos, los parroquianos también son jóvenes. Pablo Alonso es bajista del grupo Pignoise. En 2009 dejó Madrid y se instaló con su mujer Sandra en este municipio.
“Un amigo nos habló de Arroyomolinos, los precios habían caído mucho. Fue un gran acierto”, explica. Alonso comparte una caña con otra pareja de amigos. Tienen entre 32 y 38 años y cada pareja un hijo pequeño. “Si ahora me cambiara de casa, no saldría de Arroyo”, explica Cristina.
Aseguran que la vida es tranquila y que hay muy buen ambiente porque casi todos los vecinos son de la misma edad. Se quejan de los atascos a Madrid. Por ejemplo, en Arroyomolinos no existe estación de cercanías, pero la calidad de vida con respecto a la gran ciudad les compensa.
A escasos metros del Ayuntamiento está el hogar de mayores. No aloja demasiada gente. Sólo Anastasia, de 86 años, habla del “increíble” crecimiento de la ciudad. Dejó Madrid hace 10 años cuando tres de sus hijos se vinieron a vivir a Arroyomolinos.
“Estoy encantada”, dice. “Aquí vive mucha gente joven y mis hijos me cuidan. No me puedo quejar”.