Pablo Iglesias está desaparecido de combate desde hace varias semanas. Las elecciones del 26-J dejaron una profunda decepción en el seno de Podemos, cuyos miembros apenas han comparecido ante los medios desde entonces. Iglesias, que apenas se dejó ver en el Consejo Ciudadano celebrado el pasado mes para analizar los resultados cosechados, ha quedado desplazado del tablero político por Ciudadanos y el PP. Las negociaciones que se están gestando en el seno de ambos partidos podrían culminar en un pacto de investidura. Un pacto que con la abstención del PSOE podría desembocar en una mayoría simple que diera a Rajoy otros cuatro años.
Desde Podemos siempre ha imperado la máxima de marcar agenda, de salir en la cabecera de todos los telediarios, copando con todas las declaraciones posibles las noticias más leídas de la jornada. Siendo protagonistas del escenario político en los últimos meses, la sobreexposición mediática fue la táctica escogida por los dirigentes más importantes del partido. Hasta el momento, Iglesias había logrado situar las decisiones y las actuaciones más importantes del partido entre los acontecimientos políticos con más resonancia: el pacto con Garzón, retransmitido a través de Facebook, la propuesta a Sánchez de acuerdo de gobierno a cambio de una serie de carteras ministeriales, el bebé de Bescansa, el beso con Xavi Domènech en las tribunas del Congreso, el programa electoral en forma de catálogo del Ikea, las tertulias televisivas, las entrevistas en la radio…
Sin embargo, desde que se conoció el último resultado electoral, que ponía en entredicho la conveniencia del acuerdo alcanzado con Izquierda Unida, Pablo Iglesias habita en una burbuja invisible de la que se le ha visto salir en contadas ocasiones. Exiliado de toda comparecencia pública, ha permanecido oculto a las cámaras y los micrófonos en las últimas semanas. Sus intervenciones pueden contarse con los dedos de una mano. La primera, la misma noche electoral, con gesto serio y rodeado de los suyos, anunciaba una reflexión interna para analizar el resultado.
Dónde se ha dejado ver
Una de las últimas, en el consejo Ciudadano de su partido en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, donde el partido cerró filas en torno a su líder. Allí se hizo balance de la situación de Podemos tras el frenazo electoral que contradijo el advenimiento del “sorpasso” predecido por todas las encuestas. Fue en esos primeros días de julio cuando Iglesias auspició la inauguración de lo que, a su juicio, era ya un tiempo nuevo en la política del país. Tras los años de las convulsiones post 15-M, de la “blitzkrieg” electoral, llegaba la pausa, el análisis y el reajuste de Podemos a un tiempo nuevo.
Así, Iglesias permanece recluido en sí mismo como una suerte de ermitaño en un retiro veraniego. La última vez que se le vio fue en el Congreso, hace cosa de dos semanas, jurando su escaño rodeado de los suyos. Sin grandes estridencias, entró en una nueva legislatura ya acostumbrado a toda la parafernalia propia del Congreso. La normalidad había llegado a Podemos.
Desde entonces, la coleta de Pablo Iglesias no ha asomado en ningún canutazo, en ninguna comparecencia, en ninguna declaración pública. Tampoco hay rastro de ese gobierno alternativo al que se refería el pasado martes, cuando Rivera expuso las seis condiciones para sentarse a negociar la investidura de Rajoy. En el último mes ha hecho dos apariciones en su programa La Tuerka. Además, la entrevista que concedió a los Desayunos de Televisión Española el pasado 21 de julio. Por último, la comparecencia ante los medios del 28 de julio tras su entrevista con el rey en el marco de la ronda de consultas. Desde entonces, apenas se ha pronunciado en relación a los acuerdos de gobierno que se están fraguando este verano.
El pasado martes, Iglesias aseguraba que Rivera, al imponer tales condiciones al PP para hablar de la investidura, no hace sino servir “a las élites”. Iglesias sentenciaba también que lo que bautizó meses atrás como “gobierno del cambio” todavía resulta “posible”. Era de las pocas declaraciones del líder de Podemos en las últimas fechas. Esa alternativa, en forma de coalición múltiple que englobase a los partidos de la izquierda, a las confluencias y a los nacionalistas, es hoy un misterio del cual no se sabe gran cosa. Que se sepa, más allá de furtivos y sutiles mensajes lanzados esporádicamente como flechas de amor a Pedro Sánchez, los contactos no se han producido. Tampoco con los nacionalistas.
Fuera de todas las opciones de gobierno
Con Rajoy tomando la iniciativa aceptando el encargo del Rey, el poder negociador que Podemos desplegó en la pasada legislatura se ha visto eclipsado por la mayor ventaja cosechada esta vez por los populares. Iglesias mantiene un perfil bajo, como expectante con los acontecimientos, observando los movimientos de los otros tres partidos.
Así, la formación de Pablo Iglesias ha quedado relegada a un segundo plano del escenario. Y ahora la jugada apunta directamente al PSOE, en quien se posan ahora todas las miradas. Pedro Sánchez ha manifestado una y otra vez la negativa del partido a activar un nuevo gobierno con el “sí” o la abstención hacia Rajoy, pero tampoco ha propuesto una alternativa fiable de gobierno. Son conocidos los cantos de sirena de Podemos y sus confluencias con los socialistas.
Sánchez se halla ahora en el ojo del huracán político, azuzado desde uno y otro lado ante su inmovilismo y sus negativas constantes a cualquier solución posible. Ayer Rivera acusó a su antiguo y flamante socio durante la legislatura fallida de bloquear las opciones de conseguir un gran acuerdo que englobase a tres de las cuatro principales fuerzas políticas del país.
El cambio de estrategias
Podemos se encuentra en un proceso de reinvención interna desde los últimos comicios. La reflexión inmediata de Iglesias, además de que se trataba de un cambio de ciclo político, era que Podemos estaba mutando. Lo que en los últimos dos años se ha conocido como un partido que era pura maquinaria electoral pasa ahora a la que denominaron como guerra de trincheras, a la integración en la normalidad parlamentaria, en la propuesta del día a día, en el trabajo diario de construir para el país. Sin embargo, no hay noticias de Iglesias en el Congreso. Apenas se ha dejado ver en las últimas semanas, apenas se le ha oído, o al menos tanto como solía.
En los meses anteriores, los de la investidura fallida, el partido de Iglesias presentó innumerables iniciativas en el Congreso. Sin embargo, ese ímpetu de actividad parlamentaria se ha detenido, bien por las vacaciones de verano o el estado anímico del partido, actualmente en horas bajas. Y así, Podemos se mira en estos días al espejo, intentando descrifrarse a sí mismo, preguntándose qué clase de partido será en los próximos años.