María vive un calvario continuo desde hace años por mantenerse unida a su hijo Thiago. Desde hace ya tiempo sus padres intentan arrebatarle la custodia del niño por todos los medios. Tras varios años de victorias en los tribunales, Servicios Sociales retiene a su pequeño porque un juez ha admitido uno de los cientos de escritos que la madre de María ha enviado a un juzgado.
María denuncia irregularidades en un proceso turbio, con los abogados y diversas asociaciones de protección del menor de su parte. La atípica situación le está afectando más de lo que esperaba. Lleva meses removiendo cielo y tierra en las instituciones para que Thiago vuelva a casa. Acaba la semana agotada -“me he cargado cinco pares de sandalias este año yendo de un juzgado a otro”-, física y psicológicamente. Al final, está luchando contra sus propios padres, que son quienes quieren separarla de su hijo.
Al despertarse por las mañanas Tristán se levanta de cama y arrastra sus pies adormecidos hasta la puerta. María Calazza (Galicia, 1981) le observa señalar la puerta y girarse a mirarla, por debajo de su melena rizada, con una pregunta que no se oye, pero que se advierte en sus ojos: ¿cuándo volverá mi hermano?
María es madre joven, modelo, coraje, el pelo rojo y largo cayendo por la espalda. Tiene un corazón y siete estrellas tatuadas en el antebrazo izquierdo: dos moradas, tres azules, una violeta y una naranja. “Me tatué las cuatro primeras cuando mi abuela estaba en coma. Una la representaba a ella, otra a mi abuelo, otra a Thiago y otra a mí. Este verano me hice otras tres y el corazón. Volví a tatuarme a Thiago, a José, y a Tristán. Son las estrellas de mi vida. El corazón son todos ellos”.
Su lucha contra la justicia
María es alta y delgada. En su rostro se marca el cansancio, las lágrimas de estos meses y las últimas noches sin dormir: la tristeza baña su voz, a veces temblorosa. Todo le está pasando factura. También a Thiago. “El niño está fatal. Verle llorar, cabreado, porque quiere volver a casa… Esto es horrible”. Desde que se fue, María duerme 4 horas, y el resto del tiempo lo pasa saltando de institución en institución, de bufete en bufete y de reunión tras reunión. Está agotada.
En el año 1995 empezaba su periplo en el mundo de la moda. En el 2000 se erigía como miss Galicia. Pronto se asentaría en Madrid, ciudad de la que ya no se movería en bastante tiempo. Años después camina con Tristán por las calles de una ciudad que se le antoja extraña porque le falta algo: la voz de su hijo a su lado, del que fue separada en la madrugada del 23 al 24 de mayo, hace algo más de tres meses.
El inicio de los problemas
La lucha por mantener a Thiago a su lado comenzó años atrás. El conflicto proviene de la mala relación de María con sus padres. Durante un tiempo, ambos le interpusieron una denuncia tras otra para apartarla de Thiago. Los abuelos argumentaban la incompatibilidad de su trabajo con el atender a los hijos. El caso llegó a la Comisión de Tutela del Menor en la Comunidad de Madrid, que resolvió que el hijo debía estar con su madre en el año 2013. Era la primera batalla que Thiago y María ganaban juntos. “Mi madre ha llegado a llamar a distintos medios diciendo que estaba en una secta”, explica.
Después de eso, María se reencontró con el amor de su vida, se mudó a Estados Unidos, Nueva Jersey, y desde allí comenzó su nueva vida. Prosiguió con su trabajo en el mundo de la moda, Thiago creció y todo iba sobre ruedas. Entonces María se quedó embarazada de Tristán, su nuevo pequeño, quien ahora la acompaña en ese incierto camino en el que se está convirtiendo la recuperación de su primer hijo.
El segundo embarazo, que tuvo lugar en Estados Unidos, fue crítico para María. Sufría mientras Tristán llegaba al mundo. Los médicos detectaron que había desarrollado un grave problema de coagulación sanguínea. Casi a la vez, desde España, los continuos escritos de su madre, la instaban a que compareciera ante la justicia. Pero la dolencia que le acababan de diagnosticar le impedía realizar ningún viaje.
De todo eso hace un año y medio. Pero hace unos meses las circunstancias quisieron que tuviese que volver a España con sus dos hijos. Una tarde ya en Madrid, el pasado 23 de mayo, la retuvieron en las dependencias del GRUME. “La ley 8/2015 dice que los niños tienen derecho a ser escuchados. Ahí hay también un presunto delito de prevaricación, de retención ilegal. Lo que deberían de haber hecho, en todo caso es dar parte al Juzgado y darme X días para entregar al niño. Y me lo quitaron bestialmente”. Esa noche Thiago no paro de llorar. Rojo como un tomate, apretaba en el puño un rosario de su madre.
Allí la separaron de Thiago, quien fue a parar al centro Isabel Clara Eugenia, un lugar denunciado en diferentes ocasiones por la “conflictividad” en su interior. Tras un tiempo en ese lugar, servicios sociales trasladó al pequeño a otro centro, en el que ahora está más cómodo. “Estoy muy agradecida con el nuevo centro, apoya a toda la familia”, explica. Sin embargo, María solo ve a Thiago una vez a la semana. Ante las constantes denuncias de los abuelos del chico, la Comunidad de Madrid ha respaldado siempre a María, defendiéndola y apoyándola. “Les obligaron a tutelar a mi hijo en contra de su voluntad”.
El escrito del juzgado
En el escrito del juzgado, marzo de 2016, se revocaba la resolución de la Comunidad de Madrid, devolviendo la custodia a la Administración. Según María, la razón principal por la cual perdería la custodia de Thiago era la “falta de colaboración con la justicia”. María insiste en la poca información que le llegó del caso. "Lo único a lo que tuve acceso lo conocí por lo que consiguieron mis abogados. En su momento no me notificaron nada".
En la sentencia se afirma lo siguiente: “Conviene resaltar que a fecha actual se ignora el paradero tanto de la madre como del menor, y no obstante las diligencias judiciales practicadas en orden a determinar dicho paradero, o el domicilio o lugar donde de modo estable o no se pudiera encontrar el menor, en compañía o no de su madre, de modo que no ha sido posible la práctica de la prueba pericial psicosocial en legal forma”.
Calazza, dice, se encontraba de parto en el momento de la citación. María alega que, cuando se fue a Estados Unidos, dejó abogados personados en España. "Ellos dieron parte al juzgado de mi residencia americana, así como del colegio de Thiago allá". El embarazo de Tristán, de alto riesgo según sus representantes jurídicos, le impedía volar, coger un avión, o cualquier otro transporte de larga distancia.
Expertos y asociaciones se posicionan
La situación de María y sus hijos pone de relieve, según expertos, la situación en la que muchas familias se encuentran en España. Desde la Asociación Para la Defensa del Menor (APODREME), se encuentran muy sorprendidos de la situación de María. Enrique Vila es abogado de la asociación y de la propia María: “La decisión es muy injusta. Hay informes de Bienestar Social que acreditan que María es una buena madre. Solo hay informes positivos”, señala.
Se trata de un problema silencioso, casi invisible, que apenas tiene resonancia. Vila asegura que, como María, existen muchas otras madres que luchan cada día por recuperar a sus hijos. “Es un problema muy extendido. Se están produciendo estas situaciones con bastante frecuencia. Denunciamos que el sistema de protección de menores es aberrante. Sobre todo porque todas las leyes dicen que la retirada de un hijo de su familia biológica ha de ser, en todo caso, una medida extrema”.
Tampoco Miguel Rodríguez, representante de Custodia Paterna, entiende cómo a las administraciones y a la justicia se le puede haber ido de las manos el caso de María. “Seguimos sorprendidos. Vivimos en un país en el que servicios sociales y los jueces no necesitan demostrar una causa grave para alejar a los niños de sus padres”, lamenta. “Los niños nacen bajo la patria potestad compartida de sus progenitores. Solo un peligro de una entidad muy grave y de una inmediatez muy presente puede justificar que terceras personas, por muy buenas personas y profesionales que sean, alejen en contra de su voluntad a una madre su hijo”.
Los datos
El propio Vila asegura que hoy en día se retiran los niños “con demasiada alegría”. “De todas las veces que separa a una madre y a un padre de su hijo, no habrá más del 25 % de los casos que sean justificados. Quien conozca a María no sabe por qué se lo han quitado”. Los datos de APODREME dan pie al debate. La asociación asegura que hoy en día existen 18.000 niños que han sido retirados de sus padre.s y que están atendidos por Servicios Sociales.
La escritora e investigadora Consuelo García del Cid maneja cifras más altas. Tras escribir en 2012 “Las desterradas hijas de Eva”, lleva un año y medio investigando acerca del problema que asegura sufren miles de familias en toda España. “Son muchos más de 18.000, también más de 20.000. Cada comunidad autónoma tiene su propia institución para gestionarlo”.
Según García del Cid todo empezó el año 1985, cuando se cambio la ley de Protección del Menor. “Ese año la retirada de niños queda en manos de los funcionarios. Alrededor de todo esto se monta un verdadero dineral. Los centros perciben 3.000 euros mensuales por menor. Por eso no los sueltan hasta los dieciocho”, critica.
Para la experta, el caso de María no tiene el más mínimo sentido. “Ella está atrapada en ese sistema. No se sostiene ni con cemento armado. Es un disparate también que si se le cataloga de mala madre, que le hayan quitado uno de los hijos y no los dos. Es un disparate”.
Un niño cambiado y un futuro inciertos
De mayor, Thiago quiere ser músico. De mayor, Thiago quiere ser médico. De mayor, Thiago quiere ser poeta. De mayor, Thiago quiere jugar al fútbol. Esos pensamientos se cruzan por la mirada perdida de María mientras observa cómo su cigarrillo se consume tan rápido como ha cambiado su hijo en los tres meses que llevan separados. En esa hora semanal en la que le permiten ver a su hijo, María ya le nota cambiado. “Está enfadado con el mundo. En el centro, ha estado llorando, gritando que quería volver con su madre. Está desbordado, en shock”.
Thiago cumplió nueve años hace una semana. Ya es todo un hombre. Su hermano, Tristán no llega a los dos pero reconoce su voz al minuto. No pasan ni diez segundos desde que María pone un vídeo de los dos hasta que Tristán sonríe enloquecido al escuchar la voz de su hermano.
Tras el café, María y Tristán se marchan juntos a casa bajo el sol seco de Madrid. Caminan juntos, sin mirar atrás. “¿El futuro? No sé qué va a pasar cuando recuperemos a Thiago”. En medio de estos días raros, María se hace constantemente la misma pregunta: por qué sus padres están causándole tanto dolor: “Me han perjudicado toda la vida, pero lo que han hecho ahora es imperdonable, lo peor que me podía pasar. Si tengo que elegir entre mis padres o mis hijos sé perfectamente lo que elegir”. Ella y Tristán solo tienen una certeza: quieren recuperar la estrella que les falta.