El primer movimiento que hizo Mariano Rajoy tras consumar su primer fracaso ante el Parlamento este miércoles fue convocar a su Comité Ejecutivo. El presidente en funciones pidió la confianza a la Cámara y solo recibió el apoyo de 170 diputados, los que ya llevaba asegurados de antemano. Son los mismos que volverán a votar sí a su candidatura este viernes, cuando solo le bastarían once abstenciones más para sacar adelante una investidura que ya sabe de antemano que va a ser fallida.
Antes de viajar a China, donde el líder del PP asistirá a la cumbre del G20 y coincidirá con los jefes de Estado de Argentina, Francia, México, Rusia, Turquía, Estados Unidos, Alemania y Reino Unido, Mariano Rajoy se reunirá con los suyos para escenificar un cierre de filas en torno a su figura. El presidente en funciones es consciente de la delicada situación en la que se quedará a partir del 2 de septiembre, cuando el Parlamento le retire la confianza depositada en las urnas.
“Se da una circunstancia muy extraña: se repitieron elecciones y Rajoy consiguió catorce escaños más que el 20-D. Sin embargo, no ha sido capaz de convencer a la mayoría de la Cámara de que le dejen gobernar”, resume un alto cargo del partido conservador. Tras el bloqueo del PSOE al PP, en Génova eran conscientes de que Rajoy tenía que “aceptar ir a una sesión de investidura fallida para volver a intentarlo en unas semanas”. Por eso todos en Génova tiran de resultados electorales para no revolverse contra su líder. “Estamos muy tranquilos. Es una factura que hay que pagar, pero lo volveremos a intentar con el candidato que ganó las elecciones”.
Tras consumar el fracaso este viernes, Mariano Rajoy necesita la “foto de la unidad” para sentirse acreditado como jefe del Ejecutivo. “Es muy difícil acudir a una cita tan relevante como el G20 tras ser rechazado en el Parlamento. Necesita un aval”. Y ese aval no es otro que el respaldo de los suyos como la imagen fiel “para amortiguar el golpe” de que el Parlemento no lo quiere.
Un comité infructuoso
La última vez que Rajoy convocó a su comité fue el 17 de agosto. Una semana antes, Albert Rivera puso seis condiciones encima de la mesa a cambio del apoyo afirmativo de los 32 diputados de su grupo parlamentario. El líder del PP le contestó que necesitaba consultarlo con los suyos antes de tomar la decisión. Y hubo reunión, pero el candidato oficial a presidente del Gobierno se limitó a pedir carta blanca a su partido para negociar con Ciudadanos.
Nadie en el partido rechistó en la reunión. Nadie se atrevió a preguntar por qué no se debatían las medidas impuestas por Ciudadanos, que era la supuesta razón por la que Rajoy les convocó siete días antes. Como pidió el candidato, el PP al unísono dio el beneplácito a su presidente para que negociara como quisiera. Por eso todo el mundo entiende que el mensaje que quiere transmitir este sábado, tras la primera derrota de la historia de la democracia de un presidente del Gobierno en funciones en una sesión de investidura, es “un mensaje de unidad. Que el Parlamento no lo querrá, pero el PP y los ciudadanos sí”.
Repaso a sus triunfos
Rajoy volverá a hacer un repaso de sus triunfos electorales el 20-D y el 26-J y volverá a amenazar con que, si el PSOE no se mueve, los ciudadanos tendrán que acudir a las urnas irremediablemente en plena navidad. Una consecuencia que desde Génova quieren culpar “única y exclusivamente” a Pedro Sánchez.