La liturgia real empieza de nuevo este 5 de septiembre, casi ocho meses después de aquel 14 de enero en el que socialista Patxi López subió al monte de El Pardo a contarle al rey cómo había quedado el Parlamento que él presidía. Entonces hacía frío, era jueves, y el tema de conversación giraba en torno a esa navidades que habíamos pasado a la sombra del 20D. Este mediodía es la popular Ana Pastor la que tiene cita en Zarzuela. Es lunes y hace calor, pero de nuevo no se habla de otra cosa que de unos comicios ¡el día de Navidad!
La Carta Magna ha devuelto al rey al foco de la actualidad y con las luces se ha vislumbrado el problema de gobernanza que acumula Felipe VI: cuatro rondas de consultas; dos investiduras fallidas; una legislatura que duró tres meses y otra que va por el mismo camino, además de cero viajes de Estado. Una nimiedad con los seis gabinetes que tuvo que sufrir Amadeo de Saboya entre 1871 y 1873 antes de tirar la toalla.
Un peso inmerecido al que se suma otro autoinfligido por auspiciar la construcción de un insípido relato en torno a su persona. Este verano se ha comprobado en las cuatro semanas de ausencia de la vida institucional y social española después de crear- él mismo- la expectativa de unas “vacaciones atípicas”. En Zarzuela se justifica esa falta de pimienta narrativa en que tras las emociones fuertes del final de Juan Carlos I lo mejor es seguir la máxima: “No news, good news”. Aunque éstas no sean ya del todo buenas.
El bloqueo político afecta seriamente a la parte más vistosa de una monarquía europea: la representación internacional, especialmente adecuada para una joven pareja como la de don Felipe, 48, y doña Letizia, de casi 44. Apenas llevaban un año en el trono y estaban a punto de hacer viajes muy relevantes, como el de Londres y el de Japón, cuando la situación política se torció.
DEBILIDADES CLAMOROSAS
Algunos días, el rey debe sentirse exasperado. Carece de los instrumentos para acabar con el bloqueo político interior y no puede representar a España en el extranjero porque tiene que estar pendiente de lo que pasa dentro de nuestras fronteras. Por si acaso. Para colmo, por deseo expreso de la reina, cuando están de vacaciones no se puede saber dónde ni con quién las pasan. El resultado de esta política secretista ha sido cuatro semanas de ausencia total del Jefe del Estado, con las consiguientes críticas.
“La Constitución española pone de manifiesto unas debilidades institucionales clamorosas que pueden llevar a los españoles a preguntarse ¿la Corona qué hace?”, explica un veterano político español que lamenta, como tantos, “el daño que está sufriendo la democracia española debido al bloqueo político”. Este privilegiado observador de la vida institucional añade: “Él [Felipe VI] no tiene la culpa, pero eso no le evita sufrir las consecuencias”.
La Constitución constriñe su campo de actuación a la propuesta de un candidato. Los políticos no ayudan. Rajoy declinó su nominación en enero y este verano ha puesto en cuestión el cumplimiento del punto 2 del artículo 99 resistiéndose durante tres semanas a admitir que se iba a presentar a la investidura. “El rey tiene que tomar la decisión que crea pertinente pero yo tengo que poner de manifiesto una observación que creo pertinente”, señaló este sábado María Dolores de Cospedal, la número 2 del PP, para a continuación explicar que “la única alternativa viable es la del PP” (los dos escenarios “inviables” son PSOE con Podemos y con Ciudadanos, o el PSOE con Podemos, ERC, la antigua Convergencia, Bildu y la abstención del PNV).
EL CRUCERO DE LA DISCORDIA
¿Está sugiriendo Cospedal que el rey se equivocará si no nomina de nuevo a Rajoy? También el presidente en funciones ha explicado este fin de semana a los periodistas que lleva en su avión que “ahora le corresponde al rey” pero que él se presentará a unas terceras elecciones sí o sí. ¿Está apuntando a una convocatoria electoral definitiva independientemente de todo lo que haga el rey estos dos meses?
España está cambiando a pasos acelerados, pero aún hay muchos españoles que echan de menos “el puñetazo en la mesa”. Esa “autoritas” que se atribuía Juan Carlos I. Ahora en Zarzuela no gusta ese lenguaje belicoso. El mantra es Constitución, Constitución, Constitución. Aunque esté apolillada y sea insuficiente.
Hasta aquí el flanco puramente político. Pero también el personal y el de la transparencia institucional, íntimamente unidos en la Jefatura del Estado, se han visto afectados por el bloqueo. La agenda oficial de la Casa Real ha estado vacía las cuatro semanas comprendidas entre el 8 de agosto y el 4 de septiembre exceptuando el viaje de Juan Carlos I a República Dominicana para la toma de posesión del nuevo presidente. Ha sido la reina Sofía la que la ha inaugurado en Roma este domingo con canonización de la madre Teresa de Calcuta en Roma.
De los reyes Felipe y Letizia solo se ha sabido que en esas cuatro semanas han ido al cine en Madrid una vez (10 agosto); a un crucero en Croacia una semana (13-20 agosto) y a una cena en Madrid (23 de agosto). El crucero, desvelado por TeleCinco, no cayó bien a los españoles por su coste: 32.000 euros a la semana. También, por la desafortunada frase de las “vacaciones atípicas”. A los Juegos Olímpicos no llegaron porque se les pasó “el plazo” para acudir a la inauguración a primeros de agosto pensando que podía haber investidura, según fuentes de Zarzuela. Pero los españoles rápidamente entendieron que los reyes habían sustituido Río de Janeiro por la costa adriática.
TRANSPARENCIA INSTITUCIONAL
¿Cómo explicar todo esto? En teoría, un rey sólo puede hablar a través de discursos oficiales. Juan Carlos I se saltaba esta norma cuando le convenía, pero Felipe VI la respeta aún a costa de afectar seriamente a la construcción de un relato atractivo y relevante de la institución que representa. Quizá sea ése su estilo personal.
A pesar del inédito momento que vive una España en rápida transformación, la estrategia de comunicación de Zarzuela sigue anclada en el pasado: actos “de oficio” acartonados, discursos sin contenido ni emoción, y una vida personal sometida a un férreo secretismo. El rey esta inmerso en un “procedimiento constitucional” sin más. Sin presencia de la joven familia real de vacaciones disfrutando juntos en distintos puntos de la geografía española (además de la semana obligada en Palma de Mallorca y el posado de rigor). Sin tratar de desarrollar ese vínculo de cariño y respeto esencial a la institución monárquica.
Desde Zarzuela se pide a los periodistas que incurran en un acto de fe: el rey está pendiente de la situación política esté donde esté, y este verano se ha comportado como tanto responsables políticos que han trabajado durante la semana y pasado el fin de semana con la familia. ¿Dónde estaba la familia real? No se puede saber. ¿Por qué? Porque pertenece a la esfera de su vida privada. ¿Incluso después del episodio de Botsuana (2012) cuando se nos dijo que el rey estaba en su despacho y en realidad cazaba elefantes en África? Incluso.
En ese contexto se inscribe la pregunta que apuntaba el veterano político: ¿La Corona qué hace? Mucho. Esta semana, además del despacho con Ana Pastor, el rey inaugura el año judicial; conmemora el centenario del nacimiento de Camilo José Cela y recibe las cartas credenciales de 15 embajadores. La reina, por su parte, recibe en Zarzuela a dos organizaciones relacionadas con las enfermedades raras y con el cáncer. ¿Es suficiente? Los españoles deciden.