Las recientes encuestas electorales de EiTB y el CIS confirman la tendencia a la baja en el País Vasco de los dos grandes partidos constitucionalistas de las últimas décadas, el PSOE y el PP. Socialistas y populares comparten los malos pronósticos, del mismo modo que ambos padecieron y pagaron con la vida de más de una veintena de militantes el acoso terrorista de ETA. La sociedad vasca lejos de premiarles por su resistencia les penaliza en las urnas, sin que parezca que vaya a dejar de hacerlo estas elecciones cebándose además en el PSE-EE. Un castigo que se perpetúa mientras, paradójicamente, los vascos declaran ser cada vez menos independentistas.
El apoyo a constituir un estado propio no anida más que en un 23% de la población según la última oleada realizada en enero de este año por el Euskobarómetro, la encuesta sociológica más amplia sobre el País Vasco que confecciona periódicamente un equipo de la UPV.
El independentismo, en caída
La evolución de las aspiraciones de la opinión pública, testadas desde 1977, sitúa al independentismo vasco en niveles bastante reducidos. Desde 2013 no pasa del 25% y desde 2007 no supera el 30%. Para localizar sus máximos históricos hay que remontarse al periodo 2004-2006 con Juan José Ibarretxe al frente del Gobierno vasco llevando ante las Cortes su plan soberanista. El pico máximo de respaldo se produjo en mayo de 2015, con un 37% de los vascos a favor de la independencia tres meses después de que el lehendakari fracasara en el Congreso de los Diputados en su afán de convertir al País Vasco en un estado libre asociado con España al estilo de como lo es Puerto Rico con Estados Unidos.
UN 23% DE INDEPENDENTISTAS
Los mínimos de la serie independentista se remontan al inicio de la primera década democrática, 1981 y 1982, con registros del 21% y el 17% de la ciudadanía vasca en pos de un estado independiente, y a la segunda oleada del Euskobarómetro de 2009 (21%) con el socialista Patxi López recién llegado a Ajuria Enea.
A finales de 2014 el porcentaje de vascos que apostaba por separarse de España estaba en el 22% y a pesar del repunte experimentado en 2015, con un 25% a favor, los últimos datos se encuentran por debajo de esa cuarta parte de la población. Los resultados del Sociómetro, encuesta oficial realizada por el Gobierno vasco, vienen a ser similares y coinciden, en julio de este año, en dejar en el 23% el porcentaje de separatistas convencidos.
En paralelo, el simple deseo de independencia, mucho más amplio que la posición a favor de que la comunidad autónoma adquiera el régimen jurídico de un Estado propio, también se encuentra bajo mínimos y en parámetros que no sobrepasan el 25% según el Euskobarómetro. Mayor aceptación tiene, sin embargo, según las conclusiones del último CIS la aspiración de poder optar (derecho a decidir) a ser Estado, que asciende al 38,4%.
DECLIVE DE PSE-EE Y PP
Las encuestas reflejan una realidad que a simple vista no se ve confirmada por las urnas, contra las que se estrella el constitucionalismo clásico, partidario de la unidad de España, en caída libre compartida desde hace al menos un lustro.
El PSE-EE, tras alcanzar en 2009 el cielo de Ajuria Enea con 25 escaños y la decisiva ayuda del PP, se dejó ya nueve parlamentarios en la siguiente convocatoria autonómica de 2012. Afectado ahora de forma seria por la irrupción de Podemos puede ver su actual representación de 16 reducida drásticamente a la mitad a tenor de los últimos sondeos, o salvar como mucho 12 según el pronóstico interno más optimista.
La demoscopia no suele acertar con el partido de Mendía, que logró el 26-J una ligera recuperación respecto a los resultados obtenidos en las primeras generales seis meses antes. Pero si esta vez da en el clavo y los socialistas se quedan con 8 escaños será su peor marca en casi 40 años, sólo comparable a los 9 obtenidos en 1980 cuando el Parlamento estaba compuesto por 60 y no los 75 miembros actuales.
El declive del PP es anterior al del PSE-EE. Los populares obtuvieron su mejor resultado en 2011 con Jaime Mayor Oreja como candidato a lehendakari. Desde entonces sus 19 escaños han ido disminuyendo progresivamente y los diez que han conservado en la última legislatura pueden convertirse en 8 según los estudios demoscópicos, se materialice o no la amenaza de Ciudadanos. Para encontrar un resultado peor habría que retroceder a los comienzos del partido, en 1990, cuando lograron seis parlamentarios.
La renuncia de ETA
La debilidad de ambas formaciones se ha trasladado también a Juntas Generales y Ayuntamientos. El PSE-EE perdió siete procuradores y 31 concejales y el Partido Popular 11 junteros y 91 ediles en los comicios forales y municipales de 2015, los primeros en ambos niveles institucionales que tuvieron lugar sin la amenaza directa de ETA y con la presencia más que incipiente de Podemos, importante causa de desgaste de los socialistas.
La organización terrorista renunció a las armas en octubre de 2011, cuando Patxi Lópéz era lehendakari, meses después de que se constituyeran las Diputaciones y Consistorios anteriores. El fin de la violencia dejó atrás años de muerte y sufrimiento y de políticos constitucionalistas escoltados. PSE-EE y PP ganaron la calle y libertad para formar sus listas, pero no las urnas, que no han premiado su defensa de los valores democráticos y su resistencia frente a ETA. Los comicios celebrados en tiempos de paz han estado marcados por el retroceso electoral de ambos partidos.
¿Por qué? ¿Cuáles son las razones de esta paradoja que se une a la anterior, el declive de PSE-EE y PP cuando menor es el sentimiento independentista de los vascos?
“NO HAY PARADOJA, HAY CONCIERTO”
El exconsejero de Cultura por el PNV en los Gobiernos de Ardanza, Joseba Arregi, hoy alejado del nacionalismo, niega el punto de partida. “No existe ninguna paradoja, porque el voto constitucionalista no está sólo en los partidos constitucionalistas. El PNV siempre ha sabido que gran parte de sus votantes no tiene nada que ver con el independentismo, que hay muchos que quieren más autonomía pero seguir formando parte del Estado”, asegura Arregi, doctor en Sociología.
Traslada su análisis al partido de Pablo Iglesias y a su electorado: ”Podemos, que defiende una Ley de Claridad como en Canadá, ¿es constitucionalista o no lo es? ¿Y su electorado? Pues algunos sí y otros no. Hay que hilar más fino. No hay ninguna aporía”.
Arregi incide en que uno de los aspectos esenciales para el mantenimiento del actual statu quo en favor del PNV reside en el régimen de financiación “extra” que disfrutan los vascos gracias al Concierto Económico. “La sociedad vasca es un 32% más rica que la media española y el gasto público por habitante está entre un 50% y un 60% por encima. La gente lo percibe en su bolsillo. El PSE-EE, -inconcebible en un partido de izquierdas-, y el PP dicen sí al Concierto, pese a la falta de solidaridad que representa con el resto de España; pero no se aprovechan de ello porque la población percibe que el padre del Concierto es el PNV”.
EL EFECTO DEL MIEDO A PODEMOS
Sus explicaciones conectan con un revelador dato emanado de la encuesta del CIS. Un elevado porcentaje de quienes apoyaron a PSE-EE, PP y Ciudadanos en las últimas elecciones generales prefieren que sea lehendakari el peneuvista Íñigo Urkullu antes que el candidato de la formación a la que apoyaron. En esta tesitura se sitúa el 38,9% de quienes votaron al partido de Rajoy, el 30,1% de quienes eligieron la papeleta socialista y el 24,8% de quienes respaldaron a Rivera.
“En estas elecciones se añade otro efecto, el voto del miedo a Podemos que lleva a fortalecer a quien creemos que nos defiende de él y a elegir al PNV ante la debilidad con la que se percibe a PSE-EE y PP; a los socialistas porque están a la baja en el conjunto de España y a los populares porque les achacan todos los recortes”.
La política líquida
Andoni Unzalu, secretario general de Participación Ciudadana y mano derecha del lehendakari Patxi López en la formulación del discurso político durante su mandato, adapta la terminología del filósofo polaco Zygmunt Bauman para explicar que “el cambio sustancial que afecta a PP y PSE-EE no tiene que ver con las variables constitucionalismo e independentismo, sino con el cambio de la política solida a la líquida”.
“Hemos vivido muchos años de política sólida, dura, de lucha contra el terrorismo en los que había dos polos opuestos, nacionalismo y no nacionalismo, que aglutinaban la vida política y las ideas estaban mucho más claras; se hacía política de principios, de convicciones. Ahora triunfa la política líquida, mucho más blanda, muy postmoderna, en la que desaparecen los planteamientos fuertes, la asunción de responsabilidades, se evitan los problemas y las definiciones. Y el que mejor se adapta a esa política es el PNV, que se pasará toda la campaña sin mencionar la palabra independencia y sin decir que va a promover un referéndum”, razona Unzalu.
El exasesor de López también en la presidencia del Congreso y exparlamentario socialista augura que habrá un tercer damnificado en la figura de EH Bildu, aunque los sondeos le den ahora una segunda posición por encima de Podemos.
Analiza que la izquierda abertzale también sigue haciendo una “política de principios” y que cuando la gente ve a Otegi “ve el comando y las bombas y su propio pasado”. Mientras, los partidos populistas como Podemos representan “la política líquida por excelencia: aquéllos que no tienen nada pero de todo un poco; ¿independentistas?, ¡quién sabe!; y de izquierdas según, cuándo, con quién y dónde. Dicen `somos buenos` y ya está”.
“FALTA UNA VANGUARDIA INTELECTUAL”
Desde el Partido Popular su parlamentaria y socióloga Cristina Ruiz aporta otras razones, entroncadas en la batalla librada contra el terrorismo en el País Vasco.
“El constitucionalismo llegó un poco exhausto al fin de ETA. Los partidos que no queremos desvincularnos del proyecto de España necesitamos que la sociedad civil nos acompañe y tenga su propio liderazgo, como el que se articuló en torno a los intelectuales que promovieron el Foro de Ermua y Basta Ya! y constituyeron un entramado social que nos inmiscuyó en la sociedad. Nosotros seguimos al pie del cañón, pero nos falta esa vanguardia más intelectual que acompañe la acción política en defensa de la unidad de España”, sostiene la profesora de Sociología de la Universidad Pública de Navarra.
"Mala conciencia" frente a las víctimas
Sus argumentos coinciden con los de Arregi y Unzalu al analizar por qué PP y PSE-EE no se benefician en las urnas de la derrota de ETA, ni de la libertad de movimientos que aportan los tiempos de paz a la hora de conformar sus candidaturas.
Cristina Ruiz y Andoni Unzalu comparten el término de “mala conciencia” que tiene la ciudadanía que miró para otro lado mientras ETA asesinaba a sus convecinos para concluir que es ese sentimiento el que no les deja ahora congraciarse con sus víctimas ni primarlas electoralmente.
“La sociedad vasca no quiere mirarse en el espejo, no quiere preguntarse qué ha hecho, ha optado por cerrar el libro de la historia de ETA, así que es normal que los partidos constitucionalistas no se aprovechen del cese de la lucha armada”, afirma Arregi.
“Reconocer el valor de los resistentes es reconocer la propia cobardía, porque si tú fuiste una víctima, yo fui un cobarde”, apunta Unzalu.
“Hay una situación psicológica colectiva donde todo el mundo tiende a justificarse por no haber hecho todo lo que debiera, lo que unido a otros circunstancias hace más cómodo votar al PNV, que es donde mejor se representa esa especie de cobardía social”, incide Ruiz.
¿SEGUIDISMO O FRENO DEL PNV?
No sólo factores exógenos explican el declive de PP y PSE-EE en el País Vasco, donde ambos partidos han sufrido liderazgos inestables, truncados por su salto a la política española, de falta de renovación en sus cuadros, de un proyecto que conecte con la ciudadanía y de crisis internas, muy graves en el caso de los populares. En este ámbito las personas consultadas discrepan en su análisis.
Para Joseba Arregi “cuando ETA desaparece la función de PSE-EE y PP deja de existir porque los dos partidos hacen seguimiento del PNV: le están pidiendo perdón todo el día y son tan defensores del Concierto como el PNV”.
Andoni Unzalu considera que en una sociedad “líquida” donde se relativizan todos los valores, los márgenes para PP y PSE-EE “son muy estrechos”. “Alguien tiene que seguir manteniendo los valores de la libertad, la igualdad, las instituciones democráticas… Nos habría venido bien una mayor renovación interna y quizás un ajuste del discurso, pero es muy difícil resituarse electoralmente en esta situación”, reflexiona sobre los socialistas vascos.
Desde una posición de partido Unzalu reivindica para el PSE-EE el “enorme éxito político y social” de la victoria frente a ETA y de haber “frenado” el independentismo del PNV, que ha impedido que Urkullu siguiera los pasos de Ibarretxe. “ Nuestro papel fundamental es que el PNV no se radicalice y el País Vasco no se convierta en Cataluña. Estamos en un equilibrio inestable con el nacionalismo, con el que llegamos a acuerdos en las instituciones –gobiernan en coalición y diputaciones y principales ayuntamientos-; pero, a diferencia del PSC, sabemos decir no en el Parlamento cuando se quieren ir al monte”, mantiene el exasesor de López.
Una visión que no es compartida por Cristina Ruiz. “Al PNV le resulta cómodo pactar con el PSE-EE, a quien comprometen con pactos de gobierno y consiguen debilitarlo como referencia del constitucionalismo. No puedes ser gobierno y oposición a la vez”.
La socióloga del PP considera que si el PNV no ha sido “especialmente beligerante” en la última legislatura no es por la moderación ejercida por el PSE-EE sino porque con Rajoy en el Gobierno “no se daban las circunstancias óptimas” y no quería cometer “el mismo error” de Ibarretxe que les apeó del Gobierno.
Ruiz admite, finalmente, otros factores causantes de que su partido siga una curva descendente en el País Vasco: el impacto de la organización nacional, que hace que al PP se le identifique con corrupción y recortes; y los problemas derivados de las graves crisis internas que han impedido el acometimiento de reformas y la consolidación de liderazgos y estructuras. A modo de ejemplo, un único dato: el precipitado regreso del exministro Alfonso Alonso en octubre de 2015 para hacerse cargo del partido tras la dimisión de su presidenta Arantza Quiroga que sólo dos años antes había relevado a Antonio Basagoiti.