Tres días después de que Diana Quer desapareciese en su casa de A Pobla do Caramiñal, Juan Durán entraba en la habitación de su hijo Iván Durán Valverde, en la casa de la familia en Baiona, localidad costera del sur de Galicia. Era 25 de agosto y la tensión informativa se focalizó en la desaparición de Diana. 125 kilómetros al sur, otros dos padres emprendían también la búsqueda imposible de su hijo. Había una diferencia: todos los efectivos de búsqueda se centraron y se siguen centrando en Diana Quer. Juan, su mujer y su hija Judith están solos y desesperados en la búsqueda de Iván.
El día anterior a su desaparición, el chaval se ofreció a llevar a su abuela al hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo. Su padre, sin embargo, le dijo que estuviera tranquilo: “No hace falta, hijo, ya voy yo”. Ya de noche, de vuelta en Baiona, se sentaron a ver la televisión en el sofá. En un momento dado, Iván se levantó para buscarle algo con lo que abrigar a su padre: “te traigo una manta que te vas a quedar frío”. Nada resultaba extraño. Aquel era el Iván de siempre. “Iván siempre ha sido un chico atento, cercano, familiar”, explica su hermana Judith. Esa sería la última noche que le vieron.
El día de la desaparición
La mañana de su desaparición era jueves 25 de agosto. “Mi padre se levantó y cuando fue a la habitación de Iván no le vio y pensó que había ido a pasear al perro”, explica Judith. Pero el perro estaba en la casa. Juan volvió extrañado a casa y vio allí la documentación de Iván, su DNI, su cartera, su móvil, todo su dinero y una nota.
El escrito estaba en su habitación. Una nota fría y ambigua y una despedida inexplicable a la que su familia todavía hoy no le ve razón de ser. “ Es impropio de su personalidad. Incluso creo que podría estar dictada por terceras personas. Al haber desaparecido sin ningún tipo de documentación, carnets profesionales, sin dinero ni móvil, estamos muy desconcertados. Es evidente que no se ha llevado los instrumentos necesarios para realizar una vida normal”, relata su hermana.
La casa de Iván se encuentra a pocos metros del cementerio de Baiona, en una empinada calle que sube y sube hasta llegar a una de las carreteras que discurren por encima de la autopista. Un largo puente cruza la montaña abierta en dos. Por debajo, la AG-57 en su último tramo, desemboca al mar. Desde este lugar, en el que se puede llegar fácilmente a pie, no es la primera vez que alguno se lanza al vacío. “Lo primero que se te viene a la cabeza es eso, que a ver si va a hacer alguna locura. En esos puentes que cruzan la autopista no es la primera vez que se tira gente”, explica Judith. Es el llamado puente de la Virgen de la Roca, debido a la enorme estatua de piedra que, a pocos metros, del puente, preside toda la ría. “Allí estaban los vecinos que, cuando se corrió la voz, salieron en busca de Iván”.
Los testigos
Cuando estaba descartado que se había lanzado por alguno de los puentes que cruzan la autopista, las dudas comenzaron a crecer. Pero entonces una señora se acercó a la familia. “Una vecina que conocía a mi hermano de verle pasear al perro dijo que le vio subir de Baiona al monte, a Baíña”.
Iván es moreno, mide casi dos metros es delgado y utiliza gafas. Ella subía aquella misma mañana por la calle Herminio Ramos cuando se cruzó con él. “Por ahí si sigues subiendo llegas al monte”.
La familia se volvió a arremangar y subió a la montaña, un extenso terreno de bosque, caballos salvajes y espesura, en la que a veces resulta complicado advertir cualquier cosa entre los arbustos. Desde el minuto uno la familia, desesperada, echó mano de lo que pudo. Los escasos recursos que las autoridades les proporcionaban lo dificultaban todo aún más. La gente del pueblo, a veces cerca de 200 personas, acudían en las batidas a ayudar a la familia. Perros, caballos, motos de trial. Cualquier cosa valía para rastrear el enorme monte de Baiona.
Al poco tiempo, nuevos testigos afirmaron haberle visto en otra parroquia de Baiona, Belesar. Se trata de un lugar, como otros muchos de la zona, de casas esparcidas por la montaña y que se mezclan con el bosque. “Nos dijeron que habían visto a un chico descuidado, con el pelo largo y la barba dejada, muy sucio”, explica Juan, el padre de Iván. “Le habían visto desorientado y muy desnutrido. Cuando veía gente se tiraba por las zarzas. Nosotros nos lo creemos. A estas alturas de la película...”, lamenta Judith.
Cómo era Iván
Hacía ya tiempo que Iván no quedaba con amigos. “Tenía a todos los amigos en el ciclo superior pero se fueron marchando. Él se quedó en Baiona, con nosotros. Iván en realidad es muy casero, muy familiar, siempre tenía una buena respuesta para todo”.
De pequeño, Iván tuvo distintos episodios de depresión, y había tratado con un psiquiatra. “Uno de nuestros tíos tenía esquizofrenia y pensamos que podía ser hereditario. Ahora ya pensamos cualquier cosa. Él era.. él es un chico introvertido, le cuesta contar sus problemas”. Tanto Judith como Juan intentan hablar en presente de Iván. La madre no habla.
Juan atribuye a otras razones la desaparición de Iván de la casa, su posible huida a quién sabe dónde. “Yo creo que son tres cosas que se juntaron: la pérdida del trabajo, la muerte hace un año de su abuelo y que se nos cayó el negocio que teníamos juntos”. Conforme pasa el tiempo, y aumentan las hipótesis, la ilusión de recuperar a su hijo se va convirtiendo en desesperanza. Las primeras e infructuosas búsquedas, en las que participaron amigos y familiares de todo el pueblo, disminuyeron. Poco a poco, la Guardia Civil dejó de mandar efectivos. Iván no aparece todavía por ningún lado.
El rastro se pierde, la esperanza no
Conforme pase el tiempo, el rastro en la montaña será más complicado de seguir. La familia lamenta que no pudieran disponer de tantos recursos como los que se movilizaron hasta A Pobra para tratar de localizar a Diana Quer. Juan, como padre, está roto. “Remover todo esto es hundirme. Se ve que no todos los españoles somos iguales, que hay unos de primera, otros de segunda y otros de tercera categoría. Es mala leche e impotencia lo que tengo. Mi hijo desaparecido, con un posible brote psicológico, ¿por qué no se le busca como a esa chica?”
Es viernes por la mañana. Juan entra en Baiona y ve los veleros y las gamelas de madera moteando el mar plano del puerto. Llega tras una semana fuera, de viaje por el Algarve y por Huelva. “Un testigo nos llamó diciendo que habían visto a Iván por allí”. Cuando llamaron a la casa, dijeron que habían visto a Iván acompañado de una señora. “Es la desesperación de no tener pistas”. Entretanto, Juan pasó por Canal Sur en una entrevista para difundir la situación de la familia. Ahora de vuelta, todo sigue siendo tan complicado como antes. “Somos nosotros solos contra todo. No somos profesionales, ni nada. No tenemos amigos importantes. Somos gente con buena voluntad”. Judith tampoco pierde la esperanza. Iván puede volver. Sobre todo, esperan que no esté en el monte. Encontrarle ahí resultaría harto complicado. “Si está allí, mal asunto”.