Llegué a Ponferrada el jueves a las cinco de la tarde para entrevistar a Vanesa, una presunta víctima de malos tratos a manos de su exnovio. Los principales medios del país habían estado abriendo durante toda la semana con una noticia dantesca: la joven había sido secuestrada y torturada por su expareja, que presuntamente le habría arrojado pegamento en la vagina.
Quedé con ella en un centro comercial. Concretamente en una tienda de telefonía móvil. “Quedamos aquí porque tengo que hacer muchas gestiones por culpa de lo que me ha hecho mi ex. Me cambio el número de móvil, la dirección de mail, el Facebook y todo. Tengo miedo de que mi expareja me vuelva a contactar”, me confesaba entre sollozos.
Vanesa estaba acompañada por su prima, que vive en Madrid y a la que hizo venir de urgencia por miedo a dormir sola. Su prima pidió permiso en su trabajo y se hizo los casi 400 kilómetros que separan el municipio leonés de la capital para estar con ella. Igual que yo.
Hasta las diez de la noche no pudimos sentarnos a empezar la entrevista, porque la dependienta de la tienda de telefonía también es amiga de Vanesa y quería acompañarla durante esas horas de angustia e incertidumbre.
Cenamos los 4 en un restaurante del centro comercial. La amiga dependienta le iba dando consejos sobre su nuevo número de móvil. "No se lo des a desconocidos, no utilices la misma cuenta de correo, no...".
Vanesa escuchaba con afectación y la mirada perdida, mientras su prima atendía a llamadas de su familia (interesándose por Vanesa) y de su jefe, puesto que había tenido que abandonar precipitadamente su puesto de trabajo.
La entrevista duró cerca de cuatro horas. Durante la cena y después, en una cafetería próxima, Vanesa me mostraba denuncias anteriores, partes de lesiones e informes psicosociales con bastante seguridad. En los únicos momentos en los que percibí que dudaba era cuando le preguntaba sobre el momento en el que presuntamente la torturó su exnovio. "No me preguntes que es muy doloroso. No me acuerdo bien y tampoco me quiero acordar. Todo pasó muy rápido y no quiero entrar en detalles. Habla con mi abogada".
Atajaba con frases cortas y evasivas cada uno de mis intentos de obtener información de la agresión. Conseguí que me diese un par de datos difusos y yo no quise seguir apretándola, por una cuestión de humanidad. No me siento cómodo forzando a una persona recién secuestrada a que me cuente los detalles más escabrosos de la tortura a la que ha sido sometida, ni mucho menos que entre con pelos y señales en el momento en el que, presuntamente, su expareja le sellaba la vagina con pegamento.
Sus reticencias en ese aspecto me suscitaron muchas dudas (tal y como comenté en mi entorno más próximo), porque cuando tu abogada ha movilizado a todos los medios de España y tu has accedido a hablar con ellos, lo más normal sería que aportase los datos más duros de la historia para demostrar la brutalidad de la presunta agresión. Pero en ningún momento pensé que se podía estar inventando la historia.
Al final, a pesar de las lagunas en los momentos puntuales, Vanesa me contó una historia verosímil apoyada en denuncias, antecedentes y documentación judicial. Había movilizado a parte de su familia para que la acompañasen en sus momentos más duros y había atendido a la prensa de toda España. Pero yo, ante la imposibilidad de obtener más datos contrastados del suceso, opté por escribir una primera persona. Quise que quedase claro que lo que yo procedía a redactar era exactamente un extracto de la transcripción de la larguísima conversación que mantuvimos.
En torno a las dos de la madrugada nos despedimos y le deseé suerte. Ella me prometió que me enviaría más fotos y denuncias de anteriores agresiones a manos de su expareja. Yo le volví a insistir en que me faltaban datos sobre el tiempo que permaneció secuestrada y sometida a torturas. Me volvió a despachar con evasivas. "Habla con mi abogada. Ella lo tiene todo muy bien recogido y a mí me duele mucho recordar ese momento".
Tras la publicación de la pieza me volví a poner en contacto con ella para interesarme por su salud. Me confesó que estaba mal y que la medicación tardaba en hacer efecto. Posteriormente volví a dirigirme a ella por Whatsapp para proponerle entrar en directo en un programa de televisión que se había puesto en contacto conmigo. Querían que ella entrase en directo a contar su testimonio.
Vanesa no me ha vuelto a contestar. Sólo unas horas después saltaba la noticia: el presunto agresor salía en libertad y ella era investigada por denuncia falsa. Ahora Vanesa está detenida e imputada por denuncia falsa. Será la justicia la que determine en qué medida Vanesa mintió o realmente padeció el tormento que explicó en los principales medios de comunicación del país.