El general Miguel Ángel Ballesteros habla con voz pausada desde su despacho del Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional (CESEDEN). Pocos dominan como él el escenario geoestratégico que afronta España, con el yihadismo como una de sus principales amenazas. Irak, Siria y Libia; Mali, Nigeria y Somalia. Salta de un escenario a otro con rapidez, sin que por ello se le pierda el hilo de la conversación.
Director del think tank Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE) y doctor por la Universidad Pontificia de Salamanca, el general aborda en su libro Yihadismo (La Huerta Grande, septiembre 2016) los retos que afronta el mundo ante este enemigo. En la entrevista habla de las bombas trampa que los miembros del Estado Islámico siembran en ciudades como Mosul. También lamenta la tardanza con la que la comunidad internacional ha actuado, lo que ha propiciado los principales conflictos de la región. Y lanza un mensaje: no basta con la victoria militar, hay que acabar con la ideología.
Su libro empieza con un pequeño tirón de orejas, diciendo que no es del todo idóneo el término Estado Islámico.
Al mundo árabe y musulmán no le gusta llamarlo Estado Islámico. Argumentan que ni son Estado, ni son islámico. Prefieren llamarlo Daesh, que es el acrónimo de Estado Islámico de Irak y el Levante. Pero además la palabra 'Daesh', en el idioma árabe, suena a “aplastar” y es despectivo. Por otro lado hay quien dice: “Sí, es un Estado porque tienen territorio, han implantado un sistema de leyes, impuestos…”. Pero no tienen algo fundamental: el reconocimiento de la comunidad internacional. Y el que el mundo musulmán diga que no es islámico es bueno, no hay que confundir Islam con yihadismo.
Uno de los puntos en los que incide es en la necesidad de crear una cultura de la Defensa. ¿Existe en España?
España es uno de los países con un mayor desconocimiento en los temas de Seguridad y Defensa, y ese desconocimiento se pone de manifiesto cuando se ve el interés por lo que ocurre más allá de nuestras fronteras, en las consecuencias que pueden tener para la sociedad conflictos como el de Siria, Irak, Libia… Hay un gran desconocimiento de las consecuencias que tienen ya para España.
¿Y a qué se debe?
La clave está en la educación primaria, secundaria y bachillerato. España es uno de los países con la economía más abierta del mundo. Nuestra principal fuente es el turismo, hay empresas en el exterior, dependencia energética… no prestar atención a lo que ocurre más allá de nuestras fronteras es un verdadero problema porque nos obliga a ser reactivos y no proactivos. Es decir, se trataría de gestionar que evitan conflictos armados y no actuar cuando la guerra, como en Siria o Irak, ya está consolidada. Esto lo podría haber evitado la comunidad internacional con una actuación previa y quirúrgica sin ningún medio militar, o casi ninguno.
Pero, ¿de qué depende esa reacción? De la sensibilidad de las opiniones públicas, los Gobiernos actúan a través de estos resortes. Si el ciudadano por desconocimiento no entiende que hay que actuar con premura en el inicio de la crisis, lo que originalmente era una chispa se convierte en un incendio difícil de atajar y muchas vidas: 270.000 en Siria con 11,5 millones de refugiados y desplazados.
Y una vez desatado el conflicto, sin quedar más remedio que intervenir, hay que ver cómo hacerlo. Usted comenta que hay que “evitar poner las botas en el terreno”.
La razón de evitar poner las botas sobre el terreno es evitar que los yihadistas tengan una excusa para llamar a una nueva yihad. La llamada a la yihad es la llamada la guerra santa, y esa llamada es cuando un infiel ocupa su territorio. Eso favorece los procesos de radicalización de muchos jóvenes. Además, de Afganistán e Irak aprendimos que hay que dar el protagonismo a las autoridades locales: si no tienes apoyo aéreo, te lo proporcionamos; si tus soldados no están entrenados, proporcionaremos entrenamiento; si no tienes armamento, te lo daremos. Pero el liderazgo, el control y las tropas sobre el terreno deben ser fundamentalmente de los países que ostentan la soberanía.
Ha mencionado el proceso de radicalización en escenarios árabes. ¿Y en España?
Puede haber muchas razones. ¿Por qué un joven llega a convertirse en un yihadista capaz de salir de su ciudad, de su ámbito de confort, para ir a hacer una guerra? Inevitablemente tiene que ser joven, porque sólo los jóvenes pueden tener ese impulso. Es muy raro que alguien de más de 35 años se vaya a hacer la yihad.
El principal elemento de radicalización es la no pertenencia a ningún grupo social. El musulmán de segunda o tercera generación con frecuencia se encuentra desubicado.
El principal elemento de radicalización es la no pertenencia a ningún grupo social. El musulmán de segunda o tercera generación -que vive en Francia, Bélgica o España- con frecuencia se encuentra desubicado. Ve que se le discrimina porque se le considera un extranjero por su aspecto. Cuando viaja al país de origen de sus padres, ahí tampoco le consideran compatriota. Así que no se siente perteneciente a ninguna comunidad. Tiene pocas perspectivas de integración laboral, que es el principal elemento de integración, y cuando entran en contacto con radicales repiensan su visión del Islam y caen en la trampa del yihadismo. Si van a combatir y vuelven con vida, van a ser héroes.
Pero en España hay menos yihadistas que en Francia o Bélgica.
Porque aquí casi no hay segundas generaciones. Esto no impide que dentro de 10 o 15 años las haya. La realidad también es que la Policía y la Guardia Civil vienen de una lucha muy dura contra otro tipo de radicalización, que era la de ETA. Esta radicalización, aunque de un origen distinto, es muy similar a la del yihadismo, pero más basada en el contacto personal que en las redes sociales. Esa lucha contra ETA ha dado una ventaja a los cuerpos policiales. Además, en septiembre de 2015 se puso en marcha una estrategia sobre las cárceles, controlando lo que dicen los que se denominan a sí mismo imanes. Esa experiencia ha hecho que el éxito policial haya permitido desde 2004 vivir en paz y tranquilidad, aunque nunca estemos libres del riesgo.
Volviendo a la expresión de “poner las botas sobre el terreno”. La guerra de Irak en la que participa ahora España tiene un enfoque muy diferente a la invasión de 2003.
Eran diferentes situaciones y escenarios. En aquella época la estrategia era la ocupación del territorio tras la intervención de Estados Unidos para estabilizarlo. Hoy la estrategia es de cooperación, con iniciativa del Gobierno de Bagdad mientras los demás apoyamos. Lo que nos llevamos de los primeros años de Afganistán y la invasión de Irak son las lecciones. Sabemos que yihadistas, de aquí a primavera, no tendrán territorio en Irak y Siria, pero si no ponemos atención a sus movimientos y les dejamos instalarse en otros países -como Libia-, lo único que habremos hecho habrá sido desplazar el problema y el foco a otro lugar que nos es más próximo geográficamente.
No podremos conformarnos con la derrota militar, habrá que ir a la derrota de la ideología. No se les puede permitir la reorganización porque la experiencia ha sido enormemente dura. Si les dejamos otra vez reagruparse, miremos hacia el Sahel, dentro de muy pocos años volveremos a tener un gravísimo problema, y mucho más cerca, pensando desde España.
¿Primavera de 2017? ¿Ve posible derrotar militarmente al Daesh en Irak y Siria para esas fechas?
Estamos asistiendo a una guerra híbrida, no es una guerra convencional, que cuando reconquistas un territorio forma parte de ti. Es una guerra por el control de las ciudades. Cuando se entra en una ciudad hay que ir limpiando prácticamente casa por casa. Las tropas iraquíes están ya en la zona este de Mosul y en la sur, mientras que los chiitas cierran el cerco sobre Mosul. ¿Cuándo se terminara de limpiar Mosul? Es un trabajo muy lento y no es un trabajo que cuando quitas la bandera negra de un edifico ya es tuya toda la ciudad.
La realidad [de Mosul] es que la conquista implica el control, y el control implica la limpieza de explosivos y yihadistas casa por casa. Y eso será lento.
Es un trabajo muy lento que antes de la primavera no estará terminado. Mientras tanto oiremos a los portavoces iraquíes y sirios diciendo que han conquistado ciudades, pero la realidad es que la conquista implica el control, y el control implica la limpieza de explosivos y yihadistas casa por casa. Y eso será lento.
¿Y en Libia?
La pregunta es quién manda en Libia: está el Gobierno de Tobruk, en la zona este; otro, el primigenio, en Trípoli; y cerca de Trípoli, en una base cercana, hay un Gobierno de concentración nacional que no acaba de tener el reconocimiento de los otros dos Gobiernos. Pero el verdadero problema es que no hay un solo Ejército. Hay unas 200 milicias. En la medida en la que se logre crear un Ejército, lo otro caerá por su propio peso. Libia nos debe preocupar especialmente a los españoles.
Lo dice por su proximidad geográfica.
España es un país interesado en todo lo que ocurre en el Mediterráneo y, especialmente, en el Mediterráneo occidental. Y Libia es un vecino. Los mares, más que separar, unen. Son carreteras. Es problema de España y la Unión Europea. No es fácil, pero nos jugamos una parte importante de nuestro sistema de seguridad.
Se pueden sacar algunos paralelismos con Mali, donde España tiene tropas.
La comunidad internacional se ha dado cuenta de que estábamos a punto de perder un territorio inmenso a favor de los yihadistas, con lo que eso supone. Los yihadistas son uña y carne con la delincuencia. Una de las puertas de entrada de la cocaína a Europa es el Sahel. Los grupos terroristas cobran por la protección del tránsito. También hay tráfico de seres humanos, de tabaco, drogas…
Por suerte, estos grupos y grupúsculos terroristas no son capaces de ponerse de acuerdo entre sí para acometer su objetivo común, que es la yihad.
Al Qaeda se ha caracterizado siempre por la fractura. En la prensa se les ha llamado franquicias, que no son otras cosas que personalismos de líderes que hacían lo que querían en su territorio. El Daesh ha acabado con eso, ha creado un Califato. No es una organización política, sino político-religiosa con un único líder, Abu Bakr al Bagdadi. Nadie puede discutirle el liderazgo porque es discutírselo al califa. Al Bagdadi, con la creación del Califato, ha conseguido que no haya liderazgos que le discutan.
Al Bagdadi ha asumido una premisa heredada de Al Qaeda, que es la importancia de la propaganda. En sus mensajes hablan a menudo de Al Andalus, que lo consideran tierra ocupada.
La oficina de propaganda de Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI) se llama precisamente Al Andalus. El yihadismo apunta a España dos veces: por ser occidental y porque para ellos nosotros somos tierra de yihad, estamos en tierras musulmanas que tienen la intención de recuperarla.
Hay que combatir [a los yihadistas] para recuperar el territorio, pero también hay que hacerles frente en las redes sociales.
Sin radicalización no existiría el yihadismo. Hay que combatirles para recuperar el territorio, pero también hay que hacerles frente en las redes sociales. Se calcula que los yihadistas manejan unas 70.000 cuentas de Facebook, Twitter, Instagram, etc. Por ahí empieza la captación.
Sus referencias sobre Al Andalus son constantes y también sus amenazas. ¿Realmente tienen capacidad operativa para cumplirlas?
Si en este momento el Daesh no está atacando en Europa es que no tiene capacidad operativa, que no han podido cometerlos. Si no, estarían en ello. Pero no debemos bajar la guardia porque puede recuperarla en cualquier momento.
*El general Ballesteros fue jefe del Departamento de Estrategia y Relaciones Internacionales de la Escuela Superior de las Fuerzas Armadas entre 2002 y 2008. Ha escrito una treintena de libros sobre Seguridad y Defensa: En busca de una estrategia de Seguridad nacional, editado por el Ministerio de Defensa, es el último de ellos.