Melquíades Álvarez ha resucitado en Madrid. Colocará en una placa su nariz picuda, su chaqueta cruzada y su "pico de oro".
El fundador del Partido Reformista y expresidente del Congreso, defenestrado por izquierdas y derechas tras haber explorado el centro y acordar en función de las circunstancias, tendrá su calle en Madrid gracias a la propuesta de Ciudadanos apoyada por PP, PSOE y Ahora Madrid.
"Ningún partido ha podido apropiarse de su figura porque pactó con la izquierda y luego con la derecha. Todos aquellos que han querido presumir de su legado han encontrado dificultades por eso", relata su bisnieto, Manuel Álvarez-Buylla. El pleno del distrito Centro ha acordado pedir a la Comisión de la Memoria Histórica que dé espacio a la figura de Melquíades Álvarez en el callejero. Al haber sido aprobada por unanimidad la propuesta, la vuelta de "El Tribuno" a Madrid es sólo cuestión de tiempo.
A ritmo de thriller
Don Melquíades, el Tribuno, ha acampado a ritmo de thriller. En los últimos años, Álvarez-Buylla ha investigado la figura del que fuera seguidor de la Institución Libre de Enseñanza y ha encontrado la guinda en el día de su muerte. Entre tiros, sangre y bayonetas.
Melquíades Álvarez (Gijón, 1864), ese que "vestía con pulcritud, americana cruzada con dos filas de botones, cuello de pajarita" -así lo captó Azorín- se declaró republicano, aunque no descartó gobernar en monarquía, anteponiendo el bienestar general a la forma del Estado, que tenía "carácter accidental". Como abogado defendió a José Antonio Primo de Rivera y también al socialista Fernández de los Ríos, prueba inequívoca de su centrismo y pasión por la tercera vía cuando España preparaba los fusiles.
Así llegó a 1936, al 4 de agosto, cuando lo detuvieron. "Es por protección personal", le dijeron a don Melquíades. Y accedió, qué remedio. Pero el Gobierno no lo sacó de La Modelo cuando perdió el control de las celdas y los presos morían a culatazos y disparos improvisados.
Azaña: "Me asquea la sangre"
El día 22 de ese mismo mes le llegó el turno a Melquíades Álvarez. Así lo recogió la Historia. El jurista asturiano murió por culpa de una turba de anarquistas que arrampló con lo que encontró entre barrotes. Hasta que aparecieron las notas de Francisco Martínez, su secretario político, su hombre de confianza, que dijo sobre el asesino: "Yo lo conozco, pero su nombre no saldrá nunca de mis labios, ni de mi pluma, ni siquiera debe figurar en la historia de la criminalidad. Debe ser buscado entre los detritus de la envidia". "Con esto hemos perdido la guerra", dijo Indalecio Prieto al enterarse. "¡Esto no, esto no! Me asquea la sangre", lloraba Azaña al conocer la purga de su adversario político.
"Sí, menudo impacto", reconoce el bisnieto de don Melquíades en conversación con EL ESPAÑOL. "Era una fuente hasta ahora desconocida. Creo que sabiendo esto las piezas del puzle encajan mejor. El asesinato de mi bisabuelo fue un magnicidio, no una casualidad o la improvisación de una turba".
"Quizá algún día sepamos quién mató a mi bisabuelo"
Tras publicar una edición de los discursos parlamentarios del político asturiano, Manuel Álvarez-Buylla espera con ganas que la Biblioteca de Tomelloso ponga a su disposición la obra inédita de Francisco Martínez, el secretario de su bisabuelo. "Esas páginas también hablan de 1936 y es probable que ate cabos y encuentre más información. Quizá algún día sepamos quién asesinó a mi bisabuelo", pronostica. Hasta el momento, "todas las biografías publicadas" se refieren a aquella turba de anarquistas, pero los movimientos de Álvarez-Buylla descubren que hay más.
Un ateniense en el Ágora
"Me gustaría agradecer a Ciudadanos que haya llevado esta propuesta al pleno. También a Pedro J. Ramírez. Él fue quien, en su carta al director, pidió una calle para mi bisabuelo y, al final, le tomaron la palabra. La familia le está muy agradecida, de verdad", concluye Álvarez-Buylla.
Relataba Azorín: "Al ponerse en pie, los diputados que estaban más cerca se han retirado un poco a fin de dejar al orador espacio libre en sus idas y venidas (...) Lo que dominaba en Melquíades Álvarez era la intuición rápida y la conclusión clara. Los ojos fulgían y refulgían. En los momentos de pasión, sus conminaciones al adversario eran terribles. Si yo tuviera que definirle con una frase, diría: un ateniense en el Ágora".