A Paco le gustaba el día de Reyes. Se juntaba con sus padres -Isidro y Rosa- y con su hermano. También con dos familias amigas de la suya. "Si es que era un niño", señala Isidro, sacudido por una incertidumbre que le acompaña desde que se despierta. Y también cuando duerme. "Muy noble, sin maldad...", continúa describiendo. Su hijo debería tener 18 años. Para él, los tiene. Aunque la última vez que lo vio, hace 17 meses, tuviera 16. Porque está convencido de que tiene que estar en algún sitio. No en Córdoba, su ciudad natal. Posiblemente en Madrid, donde cree que se le perdió el rastro. "Se fió de quién no debía, seguro", sostiene Isidro, en un relato en el que conjuga el pasado añorado con un futuro descompuesto; un provenir que se estremece en fechas como las presentes.
- ¿Cómo le iba a Paco en el colegio?
- El último año, mal. Porque le habían operado de una fístula y se había perdido tres meses de clase.
Paco Molina cursaba 4º de la E.S.O. en el instituto Alhaken II. Tenía la ilusión de retomar sus estudios, terminar Bachiller y hacer carrera en el Ejército. El chico lo comentó un martes en su casa y sus padres dieron el visto bueno a su plan. Sólo faltaban dos días para que desapareciese sin dejar rastro.
El día de la desaparición
"Se fía de todo el mundo". "Le da mucho sentimiento cuando ve algo muy injusto". "Su vida era normal, como la de cualquier adolescente". Isidro hilvana afirmaciones sobre su hijo y todas ellas giran en torno al 2 de julio de 2015.
¿Qué ocurrió aquel día?
Que se marchó con sus amigos... y no le volvimos a ver.
Dijo que se marchaba con su grupo de amigos. Era viernes. Su madre, Rosa, lo vio marcharse desde su ventana. Llevaba bermudas y un polo blanco con la bandera de España en el borde de las mangas y del cuello. Eran las siete de la tarde y el sol todavía caía a plomo sobre Córdoba. "Se marchó a dar un paseo", cuenta Isidro. Los chicos disfrutaban ya de las vacaciones de verano y se fueron a los Jardines de la Agricultura, al que los vecinos de la ciudad conocen como los jardines de los patos. Allí hay un estanque que refresca el ambiente y los árboles ofrecen sombra.
Paco llevaba 4 euros en el bolsillo. Compró una bolsa de patatas fritas y un refresco, como hicieron sus compañeros, y charlaron durante horas de lo que les preocupaba y lo que les hacía reír. Isidro ha preguntado mil veces a los amigos de su hijo el contenido de aquella conversación, en busca de alguna pista, algún fleco del que seguir tirando.
A las 22.30, el chaval escribió a su padre para pedirle dormir fuera aquella noche.
Yo no tenía cobertura y salí para llamarle. Me dijo que iría a casa de un chico que yo conozco mucho. Lo conozco a él y a su familia, porque hemos estado alguna vez con sus padres. Irían a jugar a la 'Play'. Me pareció bien y le dije: "No os acostéis tarde".
Esas fueron las últimas palabras que se cruzó con su hijo.
Según le contaron los amigos de su hijo, todos ellos se marcharon a casa poco antes de medianoche, pero Paco se excusó y dijo que tenía otra cita. "He quedado con un amigo por el centro", les dijo. "¿Con quién?", le preguntaron. "No lo conocéis". Pero su tono de voz no sonó sospechoso. De hecho, los chicos no le dieron mayor importancia al comentario.
- ¿Y quién era esa persona?
- Si es que no lo sabemos. Su última conexión en WhatsApp fue a las 0.17, quizá se le acabó la batería. Quién sabe...
A las doce de la mañana del día siguiente, Isidro y Rosa no tenían noticias de su hijo. Pensaron que se habría dormido tarde, que habrían estado jugando con la videoconsola hasta altas horas y que todavía no habrían despertado. Una hora más tarde, ya preparando la comida, le llamaron. "Sonaba apagado o fuera de cobertura". Y los padres creyeron que todavía estaría acostado. Pero a las dos, aún sin saber nada, llamaron a la casa del amigo de Paco.
"Paco no ha dormido aquí, no le he visto desde hace cuatro o cinco días", les contó. La única respuesta que se les ocurrió a los padres era una pregunta: "¿Qué nos estás contando?".
La denuncia ante la Policía
La madre, Rosa, se fue a casa del chico con el que le había visto marcharse desde la ventana de su casa. El padre, Isidro, a la comisaría, a poner una denuncia por la desaparición.
Y después, nada. El sábado se sostuvo en horas vacías, sin ninguna noticia. Sin saber dónde o cómo estaba su hijo. Llamando a sus amigos, a ver si alguno de ellos era aquel con el que había quedado en el bar. Pero nada.
No supieron el siguiente paso que había dado su hijo hasta el domingo, cuando la Policía preguntó en la estación de autobuses si alguien había visto al chico. Un chófer dijo que sí, que Paco había subido en su autobús rumbo a Madrid a las 12.10 del sábado. Que lo reconoció porque, a diferencia del resto de la gente, aguardaba al sol.
- ¿Sospechaban que tuviera previsto irse por algún motivo?
- ¡Para nada! Si se fue de casa con apenas cuatro euros y la mitad se lo gastó en las patatas y el refresco que se tomó a media tarde. Se fue con lo puesto, así que alguien tuvo que comprarle el billete de autobús.
Isidro cree que alguien tuvo que engañarle, "ofrecerle algo". De acuerdo a la ruta del autobús, pararon en las localidades de Pedro Abad y Andújar para finalmente llegar a Madrid, aunque no hay grabaciones de ningún tipo que ayuden a las pesquisas.
Isidro y Rosa repasan mentalmente las conversaciones que han tenido siempre con su hijo, buscando un por qué a su desaparición. Lo hacen a diario. A veces entre sí; otras veces, solos. Quieren que toda esta situación no afecte en exceso a su otro hijo, que ahora tiene 16 años, los mismos que tenía Paco cuando desapareció.
"Si supiera dónde pudo estar mi hijo...". Isidro ha estado "en 50.000 sitios" buscando alguna pista. Pide a la gente que crea haberle visto -"aunque no estén del todo seguros"- que les llamen. "Son fechas muy difíciles, la Navidad... duele cuando tu hijo ha desaparecido hace 17 meses y no sabes nada de él", sostiene, en el momento de la entrevista en que más difícilmente sostiene su voz. "Pero tenemos esperanzas. No sabemos ni dónde, ni cómo: nuestro hijo está vivo".