“Ojalá todo sea una pesadilla y al levantarme esto no haya pasado”, narra por boca de un tercero uno de los cuatro guardias civiles de Isla Mayor que todavía mantiene firme su compromiso de cumplir y hacer cumplir la ley. Aún incrédulos, tratando de asimilar los hechos, sus tres compañeros restantes comparten el asombro por lo sucedido. De los ocho agentes de la Guardia Civil que conforman el cuartel de este municipio sevillano, cuatro han sido detenidos en una operación antidroga. Justo la mitad está entre rejas, la otra trata ahora de limpiar la dañada imagen del cuerpo.
Los cuatro agentes se saben víctimas del comportamiento de sus, hasta hace un par de días, compañeros. Ahora repasan cada extraño movimiento, cada conducta chocante, sin encontrar solución a tantas preguntas. Y siguen vistiendo el uniforme, patrullando por las mismas calles, con la duda asaltándoles en cada esquina.
“Somos conscientes de la mala imagen que la detención supone para el cuerpo, pero también sabemos que la única forma de limpiarla es con mucho trabajo”, comenta uno de los guardias civiles. Y en esas están. Los cuatro aguardaban este miércoles en el cuartel, a mediodía, esperando para almorzar. Alguno había tenido que interrumpir las vacaciones para incorporarse al servicio y no dejar sin agentes la zona. Para no hacer más precaria la situación.
Si antes de la detención andaban justos de efectivos, ahora, con la mitad de la plantilla entre rejas, los cuatro agentes deben hacer frente a más de dos municipios. Pero apenas se quejan, hablan con parquedad y difícilmente ocultan su decepción.
50 fardos de hachís
A primera hora del lunes 2 de enero, con el año recién estrenado, una veintena de agentes de la Unidad Central Operativa (UCP) llegada de Madrid desembarcó en Isla Mayor con el firme propósito de detener al sargento Francisco, dos guardias civiles Rafael y Claudio, y dos personas más. La operación también se desarrolló en Zamora, donde se detuvo a otro agente más, Luciano, también destinado en Isla Mayor. Todos ellos pertenecen, según las pesquisas de Asuntos Internos, a una organización dedicada al narcotráfico y a ellos se les imputan los supuestos delitos de organización criminal, tráfico de drogas, omisión del deber de perseguir delitos, cohecho, revelación de secretos y delito contra el patrimonio.
En la operación, que sigue abierta, se han incautado de 50 fardos de hachís, dinero en metálico, varios vehículos a motor —algunos robados—, material informático, telefonía móvil, así como embarcaciones semi rígidas con motores, remolques y grúas de embarcaciones, además de material de transmisiones, motos de agua y abundante gasolina.
Las actuaciones contra esta presunta organización criminal se han desarrollado en los domicilios de los detenidos así como en dos naves donde tenían todo el material. Una de ellas, que todavía esta precintada por la Guardia Civil, está justo en el brazo de Los Jerónimos del río Guadalquivir, una vía de entrada tradicional de droga en el sur de España. La otra, en la carretera entre La Puebla del Río e Isla Mayor.
Según varios testimonios de los vecinos, la organización construyó meses antes de la detención una rampa a modo de embarcadero para hacer más rápido el acceso de las embarcaciones en la nave. De ese inmueble salieron después del registro de la Guardia Civil varias lanchas de gran cilindrada y de hasta 14 metros de eslora. “Algo que no se usa para pescar”, comentaban anónimamente los vecinos.
La detención, “un circo”
Por WhatsApp circulan vídeos de los traslados de las embarcaciones semi rígidas de hasta seis motores por las calles del pueblo, también de las detenciones de los guardias civiles. Y días después de los hechos, el tema sigue siendo la comidilla en el pueblo.
“Esto ha sido un circo”, comenta el alcalde de Isla Mayor, el socialista Juan Molero. Muchos de los vecinos se echaron a la calle alentados por los muchos mensajes que corrieron como la pólvora por las redes sociales. Muchos se concentraron en el puesto de la Guarda Civil en la localidad, otros se fueron a los polígonos o a los domicilios de los detenidos llevados por el morbo. “Lo ocurrido no es algo habitual en un municipio de unos 6.000 habitantes”, relata el regidor a EL ESPAÑOL.
Y muestra su sorpresa por lo sucedido. “Quién se iba a esperar que aquellos que tienen la encomienda de vigilar por el cumplimiento de la ley sean los primeros que la burlan”, se pregunta Molero. “Porque muchos vecinos ahora los ven con malos ojos —añade el alcalde—, algo que esperamos que cambie por el bien de todos, porque la Guardia Civil juega un papel muy importante en la convivencia de este municipio y así queremos que siga siendo, pese a que algunos se hayan aprovechado de la situación para cometer presuntamente hechos delictivos”.
Desde las detenciones, las redes sociales se han convertido en un hervidero de mensajes y comentarios. Muchos han tirado de ingenio para elaborar unos ‘memes’ en los que aparecen algunos de los agentes arrestados. De los vínculos a la serie Narcos a las referencias más patrias con montajes de la Isla Mínima, película grabada en esta zona de marismas del Guadalquivir.
“A toro pasado todos dicen que se olían el tema”, confiesa un contertulio en uno de los bares del pueblo. El dueño pide que no se le identifique ni a él ni a su bar. No se fía de las represalias que la organización pueda tomar contra él por hablar a los medios. “La operación todavía no ha terminado, siguen las detenciones y no se puede uno fiar de nadie”, explica.
Un trapicheo habitual
A pesar de las precauciones, detalla cómo era habitual ver pasar por la avenida principal unos remolques de los que se usan para mover las embarcaciones. “También por la puerta del cuartel, pero nadie decía nada”, comenta. El movimiento, esta vez de dinero, también se veía entre los detenidos, especialmente en el caso de Luciano, un agente de unos cuarenta años, natural de Zamora, casado con una vecina de Isla Mayor y con una hija, muy vinculado a las actividades benéficas del pueblo, también al club ciclista, actividad que practicaba frecuentemente.
“Con un sueldo de 1.500 euros, ¿cómo se puede comprar coches de cinco millones —de pesetas—, o un piso en la playa, o una bicicleta de más de 6.000 euros?”, se pregunta otro de los parroquianos. “Han sido torpes porque han alardeado del dinero”, sostiene otro de ellos.
A las afueras, en el polígono industrial Príncipe de Gales, donde los silos de las arroceras comparten protagonismo con las empresas que se dedican al procesamiento del cangrejo rojo, las dos actividades económicas principales de Isla Mayor, quienes trabajaron puerta con puerta con la nave ahora precintada sonríen cuando se les pregunta si intuían el tremendo desenlace.
“¿Y qué hacemos? ¿Denunciamos? ¿A quién?”, se pregunta uno de los mecánicos que repara tractores para su actividad agrícola. “En Isla Mayor todos nos conocemos”, sostiene. Él también veía el ir y venir de los remolques de las embarcaciones semi rígidas, la entrada y salida, el movimiento; pero nunca pensó que los agentes de la Guardia Civil que merodeaban por la zona tuvieran más intención que la de patrullar por el polígono. “Se les veía, pasaban, pero nada más”, concreta.
Investigación abierta por la Audiencia Nacional
Con la investigación abierta seguida por el Juzgado Central de Instrucción número 3 de la Audiencia Nacional (Madrid), muchos son los vecinos que señalan a uno de los dos ciudadanos como cabecilla de la trama: Francisco, Paco ‘el Negro’, natural de Alfonso XIII, un poblado situado también en las marismas del Bajo Guadalquivir, entre las tablas de arrozales, a escasos kilómetros de Isla Mayor.
En el punto de mira también está el sargento. “A ese le gustaba el dinero más de la cuenta”, confiesa uno de los vecinos, que recuerda que “llegó con mano de hierro, pero se relajó meses después sin motivo aparente”.
En vista de todos lo sucedido, el alcalde pide que no se estigmatice a Isla Mayor por lo sucedido. “Ha habido vecinos que me han dicho que se sienten avergonzados de decir que son de Isla Mayor, y eso no lo podemos consentir”, revela Molero, todavía “en estado de shock”.
“Ahora entendemos la permisividad que se ha tenido con el tráfico de drogas en el Guadalquivir de un tiempo a esta parte”, argumenta el alcalde, todavía atónito por cómo la organización conseguía meter estas embarcaciones de más de 14 metros de eslora, seis motores y mil caballos por un estrechísimo caño, el brazo de Los Jerónimos, lleno de recovecos.
Ahora toca recomponer la imagen de la Guardia Civil. De los cuatro que quedan en el cuartel, señala: “Están muy tocados, hundidos, señalados, porque la gente los va a meter en el mismo saco injustamente”. “Ya les hemos dicho—zanja el alcalde—que cuenten con nuestro apoyo para lo que necesiten. Su papel es importante para nosotros”.