Rías Baixas, finales de los 80. José Ramón Prado Bugallo es un treintañero nacido en 1955 en Cambados (Pontevedra). El joven, al que todo el mundo conoce como Sito Miñanco (detenido el 5 de febrero en Algeciras), es un guapo de pelo castaño y ojos azules que ha dejado el contrabando de tabaco y lleva unos años traficando con cocaína, una novedosa droga que llega desde Latinoamérica. 

Miñanco es un señor do fume –o señor del tabaco- que se ha hecho célebre y rico en Galicia con los paquetes de Winston americano que trae desde Portugal en su veloz planeadora Rayo de Luna. Pero a últimos de aquella década prodigiosa de la movida madrileña, reconvertido su negocio, prefiere el polvo de oro blanco. Por el mismo trabajo, obtiene muchísimo más dinero.

Sus socios al otro lado del Atlántico son los miembros del cártel de Cali (Colombia), que ven en él al hombre idóneo para mandar sus cargamentos de cocaína hacia Europa.

El contrabandista cuenta con una organización propia de fieles subalternos, dispone de soplones dentro de la Guardia Civil y disfruta de buena conexión con la clase política gallega. Incluso, tiene a sueldo a un empleado de Telefónica que le advierte cuando uno de sus muchos teléfonos está pinchado, y también a un inspector de Hacienda –hijo de un exmagistrado del Tribunal Constitucional- que se encarga de lavarle el dinero.

Sito Miñanco invirtió decenas de millones de pesetas procedentes del narcotráfico en el equipo de fútbol de su pueblo, al que cerca estuvo de ascenderlo a segunda división.

No es difícil imaginar aquellas jornadas de trabajo previas a la Navidad, la época del año en la que más cocaína se consume. Sito, procedente de una familia marinera apodada ‘os Miñanco’, supervisa al detalle cómo van a ser los alijos en alta mar mediante barcos nodriza y sus propios pesqueros. No deja detalle sin controlar. Durante los trasvases de la mercancía, él mismo da órdenes a través de teléfonos conectados vía satélite con las emisoras de las embarcaciones.

La vida le sonríe. A bordo de sus numerosos coches –desde un Ferrari Testarrosa hasta dos Mercedes o un BMW- el Pablo Escobar español se siente inmune. No sólo lo piensa él. La sociedad pontevedresa es de la misma opinión.

Después de que un envío se realice de forma exitosa, el mayor narco de España no escatima en gastos con los suyos: grandes mariscadas, excelsos albariños, prostitutas de lujo… Algunas de esas chicas se las lleva a las dos habitaciones que tiene a su disposición de manera permanente en el hotel Rías Bajas de Pontevedra, donde la noche sale por un pico: 5.000 pesetas de la época. A otras las acompaña a su mansión con piscina, grandes jardines y camas inmensas que tiene en su pueblo natal.

Pero de aquello ha llovido demasiado. Más de 30 años. A las seis y media de la mañana de este pasado lunes Sito Miñanco sale del centro de inserción social de la cárcel de Algeciras (Cádiz). 

Conduce solo, ensimismado y en silencio un BMW 320 azul que tiene alquilado a un concesionario de Marbella. Se dirige hacia el parking en el que trabaja desde hace año y medio en la ciudad gaditana. Durante el trayecto, que apenas dura diez minutos, es probable que en ocasiones le venga a la mente el recuerdo de aquellos años de gloria en los que diciembre era su mes más provechoso.

En diciembre de 2016, la cocaína corre por las comidas de empresa, los reencuentros entre amigos o en las discotecas que festejan la Nochebuena y el Fin de Año. Cuando aún era un capo en libertad, aquellas eran fechas de mucho ajetreo para él. La demanda de coca crecía y Miñanco estaba dispuesto a satisfacerla para incrementar su fortuna y su leyenda de hombre al que no se le podía cazar. 

Pocos minutos antes de montarse en el coche que conduce, un funcionario de prisiones ha accionado el mecanismo que abre la verja de entrada y salida del centro de inserción social de Botafuegos, la prisión algecireña. 

En fila india o de a dos, han ido desfilando hacia la calle los presos de segundo o tercer grado que tienen trabajo. Con gesto de desgana y medio dormidos, han salido de este edificio anexo al penal para cumplir con su jornada laboral. Son los afortunados, los convictos que tienen empleo fuera, aunque deben volver a dormir a su celda.

En el aparcamiento colindante algunos reos se han montado en sus propios coches que aparcaron aquí la noche anterior. Otros se han subido a bordo del vehículo de algún familiar que ha venido a recogerles. El sol todavía no ha salido y apenas se escuchan los graznidos de las gaviotas que sobrevuelan el Estrecho. 

Entre el centenar de presos que salen del centro cada mañana -la mayoría, sin curriculum relevante- ha aparecido un hombre de 61 años de andares hoscos, con bigote y melena encanecidos. Viste ropa de deporte, muy lejos de la elegancia que un día creyó tener con aquellos trajes de seda que se compraba en las mejores sastrerías.

Hoy lleva pantalón de chándal gris, sudadera azul y zapatillas de runner. Al cuello lleva una braga también azul. Es José Ramón Prado Bugallo, Sito Miñanco, el narco gallego al que durante los años 80 del siglo pasado muchos envidiaron y otros tantos temieron y odiaron.

El narcotraficante gallego, antiguo contrabandista de tabaco, entrando al garaje en el que trabaja desde junio de 2015. Este lunes iba acompañado de una mujer y de un compañero que lo sigue allá donde va. A.L.

Miñanco, el hombre que un día reinó con la cocaína que le mandaban desde Colombia, se redime ahora de sus pecados en el tramo final de su condena. Y lo hace trabajando. O al menos eso dice. Al salir del centro de inserción, el narco se sube en su potente BMW y pone rumbo a su puesto de trabajo, un antiguo y deteriorado parking privado de seis plantas ubicado junto al mercado de Algeciras. 

Miñanco se ha levantado antes que los pájaros, a las seis de la mañana, y se ha dado una ducha en el baño de la celda que comparte con otro reo también sesentón que, como él, fue condenado por narcotráfico.

Luego, se ha puesto ropa cómoda y ha salido del centro de inserción al que llegó en junio de 2015 procedente de la prisión de Valladolid. Instituciones Penitenciarias aceptó que, habiendo cumplido tres cuartas parte de su condena, comenzara el proceso de reinserción con un trabajo a casi 1.000 kilómetros de la tierra que lo vio nacer. Curioso lugar al que ha ido a purgarse: el Estrecho es el epicentro mundial del tráfico de hachís. 

Hace mucho que los días de vino y rosas acabaron para Sito Miñanco, el hijo de un mariscador furtivo que acompañaba a su padre a la playa siendo un neno y, harto de redes y sanciones administrativas, dio el salto al contrabando de tabaco.

Luego rozó el hachís y acabó metido de lleno en el mercado de la farlopa, donde no se conoció otro igual. Sólo Laureano Oubiña, otro capo gallego, se atrevió a hacerle sombra, aunque no lo consiguió. Oubiña cayó en la Operación Nécora en 1990, pero logró salir de rositas y continuar traficando. En el 2000 lo volvieron a detener. Desde entonces, pasa sus días en prisión.

Pero hoy, lunes 12 de diciembre, aquel joven educado de ojos tan azules como el mar de las rías que le vieron crecer pasa la mañana en el parking Mercado. Es el jefe y tiene dos empleados a su disposición. Por la mañana, una mujer de unos 50 años. Por la tarde, un chico treintañero y grueso que, fuera de su jornada, lo acompaña allá por donde va. Bien podría ser su nuevo guardaespaldas. Este reportero es testigo de cómo va con él por la calle, lo lleva a hacer recados en su propio coche, almuerzan juntos… 

En su puesto de trabajo, que le ha convertido en un mileurista de pasado millonario, Sito Miñanco sólo hace tareas administrativas, aunque deben de ser pocas porque durante toda la mañana va y viene del aparcamiento, un edificio antiguo de imagen entre vetusta y fantasmagórica.

Se trata de un negocio que pertenece a la empresa New Marbuil S.L, sociedad a nombre de su antiguo abogado, José María Barrena, quien durante años tuvo como único cliente al capo cambadés.

Barrena compró la compañía, radicada en Córdoba, en diciembre de 2006. En el registro de la propiedad aparece como su único administrador. Aunque abogado y narco mantienen que hace tiempo que no guardan relación, es evidente que algún lazo les sigue uniendo. 

A ojos de Instituciones Penitenciarias Sito Miñanco tiene un empleo en un garaje de Algeciras y allí trata de reinsertarse poco a poco en la sociedad. Lo tendrá que hacer hasta que cumpla su condena definitiva, que expira en julio de 2018. Pero no sería extraño que muchos pensaran que, en realidad, la empresa es del propio cambadés y la puso a nombre de su antiguo letrado. Si fuera así, el narco gallego trabajaría para sí mismo.

Miñanco, el Pablo Escobar español, conduce un BMW azul alquilado. Desde joven es un amante de los coches potentes y de alta gama. Llegó a tener decenas de vehículos, entre ellos un Ferrari Testarrosa. A.L.

“Es todo un paripé”, dice Carmen Avendaño, portavoz del colectivo Madres contra la Droga y presidenta de la Fundación Érguete. La mujer vivió durante muchos años en el barrio Lavadores de Vigo, una zona obrera de la ciudad gallega donde la coca, al igual que en el resto de Galicia, se llevó a toda una generación de jóvenes.

“La dirección general de Instituciones Penitenciarias debería mirar con mucho más detalle para quién trabaja y a quién le pertenece la empresa que gestiona el parking. ¡Y más de una persona que ha contribuido a matar a miles de chavales!”.

En zona de narcos del hachís

Aunque no es su Galicia natal, a Sito Miñanco esta zona del Estrecho le recuerda a su tierra: no sólo por las playas y los aires que aquí corren, o porque mucho del tabaco que aquí se fuma procede del contrabando de Gibraltar; también porque aquí hay decenas, por no decir centenares, de camellos, pilotos de gomas, traficantes de poca monta y narcos de postín que viven del hachís que se produce a sólo unas millas más al sur, en las montañas de Marruecos.

En su día a día, lejos quedan ya aquellas cenas de lujo que se alargaban hasta la madrugada. Ahora, las comidas son mucho más baratas y en restaurantes más austeros que las marisquerías que Sito frecuentaba cuando, entre viaje y viaje a Panamá, Venezuela o Colombia, encontraba hueco para visitar las Rías Baixas, donde se le llamaba de ‘don’.

Este lunes, a las 13.45 horas, Sito Miñanco, su orondo lugarteniente y una atractiva mujer de unos 40 años se sientan a la mesa de una cervecería situada a veinte metros de la rampa de entrada al aparcamiento. 

Nada de lujos ni alardes. El narco prefiere hacerse invisible entre parroquianos de todo pelaje: desde ancianas que fuman engalanadas con sus mejores alhajas, hasta jóvenes parados desde hace años y jubilados que calman sus penas con chatos de vino y risas. 

Para beber, Sito pide un Aquarius de limón. Los tres comensales comparten una ensalada y cada uno de ellos se pide un combinado con huevos, patatas, carne... Durante al almuerzo, el narco no deja de mirar el móvil. Lee, escribe mensajes… Se ayuda de unas gafas de cerca que lleva colgadas al cuello.

Julián Muñoz, exalcalde de Marbella, comparte centro de inserción social con Sito Miñanco en Algeciras. EFE

De vez en cuando, el cambadés ríe las bromas de su subalterno. Cuando deja de escribir mensajes, habla sin parar, gesticula. Mientras, en varias ocasiones su amigo y lugarteniente gira la mirada hacia el periodista, que se sienta en una mesa cercana.

Pero aparentemente no sabe que les vigilo. Al menos no parece decirle nada sobre mí a su jefe, que paga los 35 euros de la cuenta. Poco para un narco. Bastante para un empleado de un parking que cumple parte de su condena en la calle. 

Tras la comida, Miñanco vuelve al aparcamiento. Al poco, sale de él conduciendo el BMW azul que tiene alquilado. Tras pasar por delante del reportero frena y, de repente, da marcha atrás de forma brusca. “¿Qué crees, que no sé que has estado preguntando por mí en los negocios de la zona?”, me espeta. “Soy periodista, hago mi trabajo”, respondo. 

- Dejadme vivir tranquilo. Sólo pido vivir en paz. Ya estoy pagando, y bien pagado, por lo que he hecho.

- ¿Podemos hablar durante unos minutos?

- No, quiero que se me deje en paz. Nada más.

Luego, el hombre que un día se coronó como capo del narcotráfico gallego aprieta a fondo el acelerador de su coche y se marcha. Durante toda la tarde no vuelve a pasar por el parking en el que dice trabajar. 

Tres veces en prisión

La primera vez que Sito Miñanco entró en prisión fue en 1983. Fueron solo unos meses. Se le condenó por contrabando de tabaco rubio. Todavía era un señor do fume. Seis años después, en 1989, se separó de su primera mujer, María Rousa Pouso, con la que tuvo dos hijas. Una de ellas, Isabel, es ahora abogada, tiene despacho en Madrid y lleva algunos asuntos judiciales de su padre. La otra vive en A Coruña y no oculta que gran parte de la fortuna que amasó el padre la disfrutan los suyos. La chica se mueve en descapotables, frecuenta restaurantes caros… 

La segunda vez que pisó una prisión el narco pontevedrés fue el 19 de enero de 1991. Lo cogieron liderando una organización que había introducido 2,5 toneladas de cocaína a través de la costa gallega. En esa ocasión le impusieron 20 años y cuatro meses de cárcel y una multa de 205 millones de pesetas.

Isabel Pantoja, después de dar un concierto en Cambados (Pontevedra), asistió a una cena en la que acabó taconeando al compás de las palmas del narco gallego.

Por aquel tiempo ya había conocido a Odalys Rivera, una modelo panameña sobrina de un exministro de su país. Se piensa que ella, en 1984, le introdujo en el negocio del narcotráfico de cocaína durante un viaje del gallego al estado centroamericano. Miñanco había volado hasta Panamá, donde solía lavar su dinero, y la conoció en el aeropuerto de la capital, donde ella era azafata. 

Años después, ambos se casarían y tendrían un vástago. Los investigadores que durante años trataron de dar con el patrimonio del capo cambadés piensan que Rivera aún maneja gran parte de su fortuna a través de empresas pantalla.

En 1998, Sito Miñanco consiguió la libertad condicional. Y volvió a las andadas. Tres años más tarde, el 16 de agosto de 2001, con Mariano Rajoy como ministro del Interior, se le volvió a dar caza. Fue en un chalé de Villaviciosa de Odón (Madrid). 

Como antaño, él dirigía sus propios operativos. En aquella ocasión, como muchas otras veces a lo largo de su vida, pecó de soberbio, un defecto que le acompaña desde joven. “Sito no sabe delegar en el momento clave. Tiene que controlar hasta el último detalle él mismo", cuenta a EL ESPAÑOL un hombre que trabajó con él durante un par de años.

Los agentes de Policía lo detuvieron en aquel chalet mientras controlaba por radio el alijo de 5.000 kilos de cocaína en mitad del Atlántico. Lo volvieron a condenar. Esta vez, a 16 años y diez meses de cárcel y a la multa de 390 millones de euros, a la cual no ha hecho frente. 

Ahora Sito Miñanco, que ha pasado ya 24 años en prisión en distintos periodos, desde mediados de 2015 trabaja en Algeciras. De lunes a viernes sale del centro de inserción social a las seis y media de la mañana para cumplir con su empleo. No ha de volver hasta las 11 de la noche, cuando cierra el parking que es propiedad de su histórico abogado. Durante los fines de semana disfruta de libertad para moverse. Hace sólo un mes le concedieron el tercer grado penitenciario.

Sin embargo, cuando el Pablo Escobar español ve más cerca que nunca su vuelta a la libertad definitiva, el sueño del pontevedrés puede quedar frustrado. A mediados de noviembre, la Fiscalía acusó a Sito Miñanco de haber blanqueado, en apenas una década, cerca de ocho millones de euros mediante la compra de 50 propiedades inmobiliarias en las zonas más caras y turísticas de las Rías Baixas. Se habría hecho con ellas a través de la Inmobiliaria San Saturnino. El ministerio público pide para él seis años más de prisión y una multa de 10 millones de euros.

Carmen Avendaño abriendo de par en par el portón de hierro del pazo Bayón, de Laureano Oubiña. Fue un emblema del poder de los narcos gallegos en la década de los 80. Se trata de una de las propiedades inmobiliarias que se le arrebataron.

FIGURA TELEVISIVA 

La figura de este mercader de la cocaína aparece perfilada al detalle en Fariña, un libro del reportero Nacho Carretero. En él, el periodista gallego hace una minuciosa radiografía del narcotráfico en su tierra. Dedicó año y medio de trabajo a esta obra, que ya va por su séptima edición.

Sobre Miñanco, Carretero dice que “sin duda es el narco más poderoso que conoció Galicia”. “Durante mucho tiempo fue un ser muy querido –añade-. Supo jugar ese rol de padrino y de benefactor”. 

Carretero está en lo cierto: José Ramón Prado Bugallo, al más estilo de los mafiosos sicilianos, lo mismo pagaba tratamientos de enfermedades costosísimas a vecinos de su pueblo que le sufragaba los estudios a los hijos de sus colaboradores muertos o se llevaba de gira por Latinoamérica al equipo de fútbol de Cambados en su época de presidente del club.

A esta institución deportiva a punto estuvo de llevarla desde Preferente hasta la Segunda División del fútbol español. Aquella proeza, que se dio gracias la inversión de decenas de millones de pesetas procedentes de la cocaína, le sirvió para que Santiago Tirado, exalcalde de su pueblo por Alianza Popular, lo nombrara hijo predilecto.

En otoño del año que viene, Antena 3 emitirá una serie de ficción basada en Fariña. Aunque Carretero no puede desvelar nada sobre la trama, asegura que “cualquier intento de contar la realidad del narcotráfico en Galicia debe abordar una figura como Miñanco”.

Miñanco, que llegó a ser nombrado hijo predilecto de Cambados, duerme cada noche en el centro de inserción social de la prisión de Algeciras, una instalación anexa a la cárcel. A.L.

Son casi las 11 de la noche y Miñanco vuelve al centro de inserción social de la prisión de Algeciras. Aquí, donde sólo está durante las noches, viven presos desconocidos que pasan la mayor parte del día entre rejas.

Hace sólo una hora han llegado los reos que no tienen trabajo. A ellos sólo se les permite salir diariamente de cinco de la tarde a diez de la noche. Pero uno de ellos ha salido centenares de veces en las pantallas de televisión. Es Julián Muñoz, exalcalde de Marbella y antigua pareja de Isabel Pantoja. 

Muñoz y Sito Miñanco son los dos presos que más historias rememoran para narrárselas a sus compañeros. Lo que no se sabe es si el narco gallego le habrá contado al político corrupto aquella cena que, siendo el rey de Cambados, organizó en el restaurante Posta do Sol, en su pueblo natal.

Fue después de un concierto de Isabel Pantoja. Entre los 14 comensales estaba la tonadillera, que al final de la velada acabó taconeando con un cántaro sobre la cabeza mientras Sito, harto de marisco y albariño, le tocaba las palmas. ¡Qué morriña para el capo de Cambados!

Noticias relacionadas