Cristopher tiene veinte años. Es profesor de baile. Son las siete de la tarde del 4 de abril. Acaba de salir de trabajar. Ha quedado con su pareja para bucear en los escaparates del centro comercial Plaza de la Estación, en Fuenlabrada. Su cumple está a pocos tachones de calendario.
A las puertas de una tienda se besan. Tres picos. Entonces llega un guardia de seguridad: "Parad, os voy a echar. Estáis incumpliendo las normas. Es una falta de respeto al centro comercial". Sorprendidos, se alejan por el pasillo. Van cogidos de la mano. Al cabo de unos metros, se giran. El vigilante observa. Se acercan y le preguntan: "¿Por qué nos sigues?". Entonces, la misma respuesta: "Estáis incumpliendo las normas, os voy a echar".
"Eso es homofobia, se puede denunciar"
Esta vez, Cristopher y su novio replican: "Eso es homofobia y se puede denunciar". El guardia suelta una carcajada y les anima a hacerlo. Les agarra por el hombro y les acompaña a la puerta. Les despide con una conversación de walkie-talkie: "He echado a dos sujetos que se han puesto tontos".
Ha pasado un mes. Cristopher duda delante de su Coca-Cola, a media tarde en un bar del Barrio de las Letras. "No sabía si salir. Dar la cara, el nombre, las fotos... Pero alguien tiene que hacerlo. Siento una mezcla de asco y tristeza, nos agarraron y nos echaron de allí sólo por ser gays". Su novio ha preferido evitar el reportaje. "Le he prometido que no saldrá su nombre".
Tras relatar la tarde del 4 de abril, completa: "Decidimos contar lo sucedido en redes sociales. Una asociación se puso en contacto con nosotros y nos ayudó a denunciar. La Policía localizó al tipo y ahora esperamos una citación judicial".
"El código rosa"
Sorprendido, cuenta haber leído en prensa que el vigilante reconoció en su declaración los hechos y que se refirió al "código rosa", aquellas normas que esgrimió ante Cristopher y su pareja para expulsarles del recinto. La empresa de Seguridad sostiene una versión radicalmente distinta: "Un matrimonio se quejó al guardia de la actitud cariñosa de la pareja. Éste se lo hizo saber y ellos le insultaron. Por eso les echó".
"El centro ha reconocido los hechos y me alegra. Muchas veces, la gente se lava las manos. Publicaron sus disculpas en redes sociales y nos llamaron personalmente. Lamentan muchísimo lo que ocurrió. Todo tiene que ver con el guardia en concreto y su empresa, a ver qué pasa", explica con pocos gestos, casi inmóvil. "Ves las agresiones en la tele, sabes que ocurre, pero nunca piensas que te vaya a tocar a ti", repite en un par de ocasiones.
"Llegué a casa lleno de rabia"
Aquel día Cristopher llegó a casa lleno de rabia. Tras la expulsión, cogió a su pareja del brazo y le dijo "vámonos". Fue por aquello de ahorrar el numerito, el pudor, la cantidad de gente que paseaba... "Me arrepentí, nos teníamos que haber quedado ahí sentados, a ver qué hacían, hasta que nos explicaron qué norma incumplíamos".
A veces no encuentra palabras y da un trago a su Coca-Cola. "¿Cómo lo defino? ¿Tristeza? ¿Asco? ¿Impotencia? No sabes cómo vas a reaccionar en ese momento, nos fuimos... Qué rabia".
"¿Los gays somos peligrosos?"
"¿Los gays somos peligrosos? ¿Nos tienen que vigilar?". Con estas preguntas, abre el mismo debate que han arrojado las casi 240 agresiones homófobas que, según los colectivos LGTB, se produjeron en Madrid el pasado año. "No sé si España es homófoba, pero los datos me asustan".
Aunque lejos de mostrarse pesimista, apostilla: "Estamos bastante bien en comparación con otros países, espero que esto no lleve a cancelar el viaje de alguien que esté pensando en venir a Madrid a celebrar el día mundial del Orgullo".
"Era el maricón del instituto"
Es la primera vez que Cristopher sufre una agresión de este tipo tras dejar el instituto. "Allí era el maricón de clase, el niño que prefiere juntarse con las chicas en lugar de jugar al fútbol. Y como yo, muchísimos más. Qué importante es la educación".
"Es muy duro lo del colegio y ocurre muchísimo. No sé por qué será. Al final, la diferencia, son los comentarios que un chaval puede escuchar en casa... Si un padre llama maricón a un gay que aparece en la tele, lo toma como referencia. No sé, se juntan muchas cosas".
Cristopher se siente cómodo, el miedo no le ha llevado a ocultar su condición sexual, "aunque sí que nos cortamos un poco cuando alguien nos mira muy raro y parece peligroso".
"¿Sabes qué es muy duro?", lanza. "Cuando tus padres o tu familia, antes de que salgas de casa con tu novio, te dicen que tengas cuidado. Eso no se lo dices a un hijo heterosexual".
Poco después de su denuncia, se ha enterado de que una asociación ha recibido una carta deseando la muerte al colectivo LGTB. "Creo que no es una novedad... Madrid es una ciudad tolerante y hemos mejorado mucho, esto no quita para que quede camino por recorrer. Por eso doy la cara con esto. No pido que nos den palmas por ser gays, pero sí que nos respeten".