Rajoy sin pincho de tortilla. Los secretarios de Estado, hambrientos. Negociar los presupuestos sin café. Anochecer sin cerveza. La incógnita del gin-tonic tras la barra presidencial. Los camareros de La Moncloa no cobran. "Nos deben un mes y algo del año pasado". Están en huelga, dejan de trabajar todos los viernes de mayo entre la 13h y las 15h, tiempo frenético y de mantel.
Juan, Ángela y Reme se dejan fotografiar de espaldas y a contraluz. Su nombre es otro, la confidencialidad justifica la invención. Su silencio y fidelidad ante el secreto les ha permitido sumar casi setenta años de servicio en el Palacio presidencial entre los tres.
Esta vez muestran su historia. "Porque no podemos más". Critican a la empresa Ramiro Jaquete -contratada por la Administración y encargada de la hostelería de Moncloa- y también al propio Rajoy, por permitir que esta firma "vulnere los derechos de sus trabajadores". Más de treinta entre camareros y cocineros. El mes pasado se preparó la huelga por el mismo motivo, "pero nos pagaron lo pendiente doce horas antes para evitar el follón".
"Debemos ser invisibles"
Juan vistió por primera vez el uniforme en el postre de la última legislatura de Felipe González, a punto de ser relevado por José María Aznar. Ojos, oídos y azucarillos de los dos últimos PSOE y PP.
Tiene tres hijas. A la mayor, de su primer matrimonio, ya no puede pasarle la pensión. Las pequeñas no van a las excursiones del colegio, tampoco al zoo el fin de semana. "Y tengo la inmensa suerte de que mi mujer trabaja, así sacamos la casa adelante". Con todo, se considera afortunado, le gusta su trabajo, Moncloa es media vida. Tiene 47 años y cruza la alambrada desde hace 23. También hace hueco a un compañero que no está: "Tuvo que coger dinero del bote de las propinas para pagar el bonobús e ir a trabajar".
Juan, Ángela y Reme coinciden: "Debemos ser invisibles". Responden cuando se les pregunta. Bromean cuando el político bromea. Silencio cuando hay silencio. Quizá de ahí la respuesta reposada, el escuchar la pregunta hasta el final.
Ahora sirve en reuniones, eventos puntuales y se ocupa de una pequeña barra dirigida a los funcionarios. Rajoy, en su casa, lo que ellos llaman "La Moncloa dentro de La Moncloa", dispone de sus propios camareros y cocineros, aunque la huelga le afectará siempre que la mesa de trabajo cruce esas cuatro paredes: encuentros con subsecretarios, recepciones, fiestas de jubilación...
"Ya se ven afectados los pedidos"
La debilidad de la empresa contratada afecta a sus trabajadores, pero también a los inquilinos: "Del surtido de alimentos y proveedores nos encargamos nosotros. Por ejemplo, el otro día faltaban aceite, cerveza y gaseosa".
Ramiro Jaquete se encarga de la hostelería monclovita desde hace cuatro años, "pero no ha dado problemas gordos hasta el pasado abril". Por aquello de la confidencialidad, las empresas cambian, pero los trabajadores permanecen. El 30 de junio acaba la era de Jaquete y ya se ha sacado una oferta a concurso, pero Juan, Ángela, Reme y sus compañeros temen quedarse en el limbo: "El nuevo acuerdo llevará un tiempo, a ver qué pasa con nosotros".
Juan fue el camarero de las vacas locas, paseó la bandeja una reunión tras otra. Luego, en el bar, con sus amigos, cuando veía la tele, guardaba silencio. "Ves que sale el ministro y dice que hay dos vacas locas, pero tú sabes que puede haber doce... Pero te callas, a eso me refiero con lo de la confidencialidad, es la base de nuestro trabajo". "Sí, claro que he oído muchas cosas en estos veinte años", dice con la mirada perdida en la ventana. Fuera, llueve. La entrevista, en la quinta planta de la sede de Comisiones Obreras, que une su voz a la protesta.
Juan también recuerda a Juan José Lucas, ministro de Presidencia con Aznar, le llamaban "el cabrero". "Montaba muchas fiestas, cada viernes organizaba una visita guiada para gente de su pueblo".
Recurre a este ejemplo para trazar la diferencia, a grandes rasgos, entre poner el café a PP y PSOE. "Puede parecer un tópico, pero se trabaja distinto. Los socialistas han sido más llanos, el PP, más de organizar eventos festivos".
Reme, cocinera desde Adolfo Suárez
Reme ha cocinado para todos los presidentes de la democracia, fichó cuando gobernaba Adolfo Suárez. "He pasado por todos los puestos, ahora estoy abajo, en las cocinas". No destaca anécdotas, se emociona en mitad de la entrevista. "Quiero mucho a todos los que están y han estado allí, me da igual el partido, me han dado cariño y felicidad, por eso me da rabia esto de la huelga, la situación, claro, me emociono".
Sus compañeros la arropan. Reme es una institución en Moncloa. Era frecuente aquello de Rubalcaba a voz en grito: "¡Reme, una tortillita francesa, por favor!". El candidato socialista derrotado por Rajoy dio mucho juego. A Juan le obligó a beberse una cerveza. "Le dije que no podía, preguntó por mi jefe, solicitó autorización y nos la tomamos".
Eso fue cuando en Navidad se celebraba la copa del presidente con los trabajadores, "pero dejó de hacerse a partir de la crisis". Aquellos días se veía "la presidencia de Gobierno al completo, desde el albañil hasta los secretarios de Estado pasando por los camareros".
Reme vive con estrés porque el dinero no llega. Adopta un tono dulce, muy lejos de lo reivindicativo. "Soy muy feliz, la gente es cariñosa, que se sepa que son muy humanos". Entonces desvela la proximidad que han mostrado algunos altos cargos al enterarse de su situación. "Se dan cuenta, estamos ahí todo el día, han llegado a ofrecer su dinero personal como ayuda a los que peor lo estamos pasando. De vez en cuando nos preguntan a ver si se ha arreglado la cosa".
La ayuda de los altos cargos
Dicho esto, los tres unen la voz y piden al presidente que revise el contrato con la empresa y que garantice un seguimiento por parte de la Administración. "Sólo pedimos que se cumplan nuestros derechos".
La Moncloa de ahora marca un abismo con la de Suárez. Sobre todo, más edificios. "Cuando llegué, estábamos en un comedor pequeñito, la cocina pegadita... Ahora todo es muy grande, hay muchísimas más personas...".
El café de Soraya Sáenz de Santamaría
Ángela está a punto de jubilarse, pero es la más novata de los tres en Moncloa: diez años de servicio. Camarera para secretarios de Estado, a veces para la vicepresidenta. También pone en orden las oficinas. "Guardamos las distancias, pero ya no existe esa sensación extraña del principio. Somos profesionales, me da igual ponerle el café a un presidente del Gobierno que al obrero que almuerza en el bar. Si se te cae, pues naturalidad absoluta, como en la cafetería del barrio", empieza.
El ritmo de trabajo lo marcan los periódicos: "Actualidad pura y dura, si hay poco ajetreo, me puedo pegar toda una tarde leyendo, eso ocurre con cierta frecuencia. Ante algunas preguntas, cruzan miradas. Dicen más con los ojos, pero vuelan los detalles: "Nunca contamos, ni siquiera describimos las habitaciones". Lo dice porque tiene una amiga que cocina directamente para Rajoy. ¿Y qué come el presidente? Silencio. "No por nada, eh. Confidencialidad. Cuidan el menú, es todo riquísimo, pero son platos al alcance de cualquiera".
Juan traza la metáfora del pueblo: "Puedes hablar, formar corrillos, pero siempre pendiente de quién escucha, no se vaya a distorsionar luego la conversación".
Los camareros de La Moncloa están en huelga. "Rajoy puede quedarse sin comida, pero nosotros sin trabajo".