"¡Todos allí! ¡Todos allí!", gritaba un miembro del gabinete de Cristina Cifuentes cuando la presidenta estaba a punto de atravesar el pasillo acristalado que conduce a la sala José Prat, donde se celebra la Comisión de Corrupción.
Golpes de cámara, empujones y agobio para la primera vez que un presidente de la Comunidad de Madrid en activo comparece de esta forma. Responderá por su implicación en la adjudicación de unos contratos que la Guardia Civil sospecha irregulares. "¡Pegados a la pared!", explicaba el equipo popular a sus diputados para la coreografía de entrada.
Un periodista bromeaba: "¿Harán un tifo como en los campos de fútbol?". Cuando Cifuentes ha aparecido, blusa y pantalón blanco, el equipo del PP ha empezado a aplaudir y a gritar "¡presidenta, presidenta!".
Cuando ha alcanzado el final del pasillo, acompañada por su vicepresidente, Ángel Garrido, se ha formado un cuello de botella, que su equipo de prensa ha tenido que solventar pidiendo que no se abordara a la presidenta hasta que alcanzara una zona más amplia.
Ya rodeada de micrófonos y a las puertas del salón que ya acoge su comparecencia por la adjudicación de contratos de las cafeterías de la propia Asamblea, la presidenta del Ejecutivo madrileño ha calificado la jornada de "linchamiento político".
Ha acusado a la oposición de impedir que comparezcan los técnicos que participaron en la adjudicación de esos contratos al grupo Cantoblanco, empresa del exlíder de la patronal Arturo Fernández. "Lo lamento, se ha hecho un circo".
De repente, Cifuentes, tras dar tantas explicaciones, se ha sorprendido hablando de sí misma en tercera persona. Con una sonrisa, antes de irse ha dejado caer: "Esto ya es preocupante".