Daron Acemoglu (Estambul, 1967) es uno de los pensadores más influyentes de la actualidad. Autor, junto con James Robinson, del libro Por qué fracasan los países (Ed. Deusto, 2012), Acemoglu es uno de los padres del llamado neoinstitucionalismo, una corriente intelectual que asegura que la calidad de las instituciones es fundamental para asegurar la prosperidad de los países. Es uno de los 10 economistas más citados del mundo y es profesor en el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachussetts (MIT). Se encuentra en España para recibir el premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA en la categoría Economía, Finanzas y Gestión de Empresas. Este premio se considera la antesala del Nobel ya que tres economistas y dos biólogos lo han obtenido antes de recibir el famoso galardón escandinavo.
-Algunas personas dicen que España puede ser una nación fallida. ¿Lo cree así?
-Depende de lo que quieran decir. La veo muy próspera, mire la calidad de vida. ¿Quién no preferiría estar en España antes que en África o, incluso, en algunos sitios de Latinoamérica? Pero creo que España está haciendo menos de lo que puede. Dada la posición y el potencial que tiene, está rindiendo por debajo de sus posibilidades. No tiene el liderazgo en ninguno de los sectores de la industria de alta tecnología, ni ha construido una base industrial o de su economía de servicios que sea realmente competitiva dentro de Europa y aún está en busca de su auténtico compromiso político en la era postfranquista.
El País Vasco continuará siendo parte de España. El caso catalán es más complicado. No tengo claro cuál es la voluntad de sus políticos y de su pueblo
- ¿Cuál es su visión de lo que está sucediendo en Cataluña? Tenemos fuerzas centrífugas actuando en el País Vasco, Cataluña, Galicia…
-Pienso que en el País Vasco finalmente hay paz y eso es muy bueno. Y el futuro está claro: el País Vasco continuará siendo parte de España. Dado su potencial económico, las cosas deberían ir mejor. El País Vasco -tal vez en algún grado Cataluña durante cierto tiempo-, ha sido discriminado por sus diferencias étnicas y creo que eso es claro. El caso catalán es mucho más complicado. Mi opinión personal es que no es una buena idea forzar a un área o grupo de personas que tiene su propia identidad a formar parte de algo que no quieren, pero en el caso catalán no está nada claro cuál es el mejor arreglo. No tengo claro cuál es la voluntad de los políticos catalanes y de su pueblo, y es muy difícil saberlo.
-España tiene un desempleo excepcionalmente elevado. ¿Qué piensa acerca de esto? ¿Cómo lo abordaría?
-Pienso que esto no se puede separar de lo que dije al principio, en el sentido de que España debería ser capaz de mantener un crecimiento suficiente y crear los empleos correspondientes, y para eso necesita reformar su sistema económico y su sistema político porque ambos están interrelacionados. No es una coincidencia que a España le falte un sector de alta tecnología, o de manufacturas o de servicios de alto valor añadido, y que no sea capaz de generar los suficientes empleos para evitar el desempleo juvenil porque estos son los más vulnerables a la hora de buscar trabajo.
Por lo tanto, la cuestión es cómo crear empresas de alta productividad en España que estén a la vez libres de las regulaciones que no conducen a la creación de empleo. Pero más importante que lo que pasa en el frente regulatorio es descubrir qué capacidad tienen las empresas españolas para jugar en el escenario mundial, para competir con las manufacturas alemanas, con el sistema financiero británico o con los servicios franceses. Las industrias del futuro en el área financiera o de la salud son las que van traer crecimiento. España sólo ha ido lejos con la construcción, el turismo y otros bienes no exportables destinados a satisfacer la demanda interna. Hay que ver si hay empresas capaces de generar productos para el mundo entero y tener un papel de liderazgo.
Creo que poner énfasis en la desigualdad es importante, pero la desigualdad sólo puede ser entendida en el contexto del crecimiento económico
-Aquí el debate de las ideas de Thomas Piketty sobre la desigualdad coincidió con la crisis económica que afectó a una gran parte de la población. Esto reforzó la idea de que el Estado debe garantizar el bienestar de la población como un derecho, pese a que las cuentas públicas presentan déficits. ¿Es una buena idea garantizar derechos económicos sin saber quién paga por ellos?
-Creo que no es productivo pensar que el Estado debe garantizar derechos económicos o el bienestar económico a las personas. La manera correcta de concebir esto es que el Estado, en un mundo ideal, debería crear el ambiente institucional y regulatorio adecuado para que los negocios se desarrollen y sólo intervenir para proteger a los más vulnerables y redistribuir los beneficios del crecimiento económico. Pero no debe hablarse de garantías, porque sabemos desde hace mucho que el crecimiento puede frenarse o que no beneficiará a todos en la misma proporción.
En una sociedad moderna, tanto desde el punto de vista ético como de la creación de una sociedad armoniosa, es importante que las ganancias, en algún grado, sean compartidas. Por lo tanto, el Estado debe hacerlo, pero no es una manera correcta de pensar hablar de garantías.
Creo que poner énfasis en la desigualdad es importante, pero la desigualdad sólo puede ser entendida en el contexto del crecimiento económico y lo que hay que plantearse es cómo remodelar ese crecimiento en beneficio de toda la sociedad.
- ¿Cuándo una sociedad es inclusiva o extractiva?
- Muchos factores determinan si una sociedad es inclusiva o extractiva. Nuestra noción de inclusividad es muy amplia. Ella incluye un Estado que asegure los derechos de propiedad, unas leyes que sean aplicadas a todos por igual, la seguridad de los contratos que hacen posibles los negocios y que la gente encuentre trabajo, unas instituciones financieras, y también la creación de un campo de juego nivelado donde los individuos estén protegidos, donde puedan invertir su capital humano y elegir sus empleos, donde no sean explotados por los más poderosos, donde todo el mundo pueda ser parte del proceso económico ya sea invirtiendo en capital humano, maquinaria, innovación, aumentando la productividad... Pero el orden natural de las cosas también permite que éstas no vayan bien. Hay grandes fuerzas a favor del establecimiento de instituciones extractivas, los políticos se pueden corromper, si los negocios no son regulados pueden crear monopolios o explotar a sus trabajadores o clientes, si los políticos adquieren mucho poder y no tienen límites pueden amenazar los derechos de propiedad o la ley puede volverse letra muerta.
-Leyendo su libro es fácil imagina un pequeño grupo extractivo, pero ¿qué pasa cuando en una sociedad un grupo extractivo es muy grande?
- (Piensa) Extracción significa que alguien necesita extraer algo de alguien. Por ejemplo, una sociedad extractiva podría ser un país que sobrevive gracias a sus colonias. En el pasado, aunque no es exacto porque la sociedad estaba más segmentada, podría decirse que la sociedad española se benefició de la plata y los recursos de sus colonias. Pero cuando uno habla de situaciones como la ocurrida en Grecia, o en menor extensión en España aunque no creo que sea comparable, lo que tienes es que no hay acuerdos institucionales que estimulen a la gente a ser más productiva o a invertir en sus propias capacidades. A esto, quizás, podrías estarte refiriendo, pero no podría decirse que se trata de una sociedad extractiva en el sentido de que todo el mundo estuviera extrayendo, sino que se trata de una sociedad que sufre instituciones extractivas que están creando una falta de incentivos o fijando los incentivos equivocados.
Pienso que España necesita nuevas instituciones. Así que intentar crear una agenda de reformas institucionales es muy importante.
-Sus tesis tienen muchos seguidores en España. Hay un partido político, llamado Ciudadanos, que está lleno de economistas que lo citan a usted frecuentemente. Los llamamos 'neoinstitucionalistas'…
-Lo sé, los conozco…
-Bueno, es tal su fe en que el país sería mejor con las instituciones adecuadas que están intentando cambiar las cosas desde el Parlamento. Sin embargo, otras personas piensan que sin cambiar otras cosas, como la cultura, no resulta muy útil copiar las instituciones de otros países. Por ejemplo, podemos copiar la formación dual de las empresas alemanes, pero si no copiamos la legitimidad social que esas empresas tienen entre las familias alemanas, no vamos a obtener el mismo resultado. ¿Qué piensa?
- Bien, antes que nada, pienso que España necesita nuevas instituciones. Es muy importante que esté cambiando el diálogo político en ciertos niveles porque pienso que entre el Partido Popular y Podemos, por referirnos a los dos extremos, uno representa el sistema existente sin capacidad de generar cambios y el otro, creo, es un movimiento populista extremo que tampoco tiene una agenda inclusiva. Así que intentar traer una agenda inclusiva, una agenda de reformas institucionales, es muy importante.
Por otra parte, lo que usted dice en cierta medida es correcto porque el cambio de un sistema de formación o de los incentivos o de un aspecto legal por sí mismo no va a resolver el problema porque quizá éste sea endémico. Pero hay elementos sociales importantes que son parte del sistema. No puedes cambiar la cultura, no tienes la capacidad de decirle a la gente cómo sentirse. Pero creo que las normas y prácticas sociales cambian a medida que las instituciones cambian. Por lo tanto, lo correcto es adoptar un enfoque radical, pero al mismo tiempo gradualista, para cambiar las instituciones. Necesitamos cambiar las leyes sobre cómo los políticos deben conducirse, cómo los jueces toman sus decisiones, a qué tipo de incentivos están sujetos todos ellos, tenemos que cambiar la transparencia del sistema político para que éste sea más sensible a los deseos de las personas, tenemos que cambiar la forma en que las empresas se relacionan con ellos, cómo mejorar la formación de los trabajadores o estudiantes...
Todo esto se debe hacer con un enfoque radical, pero de forma gradualista. No estamos hablando de una revolución de arriba a abajo, pero las leyes deben ser cuidadosamente diseñadas y si se hace así, automáticamente las normas sociales y las prácticas culturales responderán. Pero, es cierto, alguna de estas reformas podría ser contraproducente porque no se puede cambiar toda la industria española cambiando el sistema de formación, pero es obvio que el sistema de formación forma parte del conjunto que necesita ser cambiado.
La victoria de Trump es una reacción a 30 años de crecimiento donde las ganancias no han sido compartidas por todos
- ¿Ha revisado sus ideas sobre las relaciones entre instituciones y liderazgo o entre instituciones y cultura después de que Trump se ha convertido en presidente de EEUU?
- No, no he revisado ninguno de los marcos de pensamiento. No creo que sea una cuestión de conceptos equivocados o no, sino que esta situación pone de manifiesto la dificultad y el desafío que suponen las instituciones inclusivas. Hay retrocesos, no sólo en EEUU, sino en Europa también. Estamos en medio de una era muy complicada. Hemos tenido 30 años de crecimiento económico en EEUU, en el Reino Unido y, en cierta medida, en la Unión Europea que han proporcionado una gran productividad y riqueza, pero las ganancias no han sido compartidas por toda la sociedad. Lo que ha ocurrido en EEUU es que ha habido una reacción porque esos beneficios no se han compartido y ahora estamos arriesgando instituciones que costó décadas o quizás cientos de años establecer.
- ¿Sobrevivirán las instituciones de EEUU al señor Trump?
-Pienso que lo harán. Pero esto no está garantizado.
-¿No está garantizado?
-No. Creo que lo más peligroso frente a Trump es la complacencia. Pero pienso que la gente ahora no es complaciente, hay una gran movilización en EEUU que una señal muy buena.
-¿Hay un proceso de desglobalización en el mundo?
-Con Trump sí.
Putin y China sienten que para que ellos puedan sobrevivir la expansión global de la democracia debe ser limitada.
-Los perdedores de la globalización votaron por Trump en EEUU, por el Brexit en el Reino Unido, por Le Pen en Francia. Pero uno de los campeones de la desglobalización es Putin que no es un perdedor de la globalización sino un autócrata que cree en el viejo modelo de Estado soberano…
-Déjeme apuntarle un par de cosas. Primero, estoy de acuerdo con que la globalización creó perdedores, así que existen presiones en favor de la desglobalización. Pero, excepto en el caso de Trump, esto ha sido frenado. Pienso que el liderazgo alemán ha supuesto un límite y, al final, Marine Le Pen no fue elegida en Francia, pero los problemas que están pendientes volverán con una fuerza mayor. Ahora bien, sobre Putin y China, a los que pongo en la misma categoría, lo suyo no es sólo desglobalización. Y esto es algo que hemos planteado en Por qué fracasan las naciones, donde explicamos que la dimensión internacional es muy importante. Pienso que el liderazgo chino y Putin en Rusia sienten que para que ellos puedan sobrevivir, la expansión global de la democracia debe ser limitada. Por eso la victoria de Trump es un tremendo regalo para Rusia y China. Lo que ellos quieren es que EEUU avance en una dirección autoritaria para aislar a la Unión Europea en la defensa de los derechos humanos y la democracia global y crear espacio para regímenes como los de ellos. Putin hizo campaña por Trump y por Marine Le Pen, porque esas son las fuerzas que podrían darle más margen de maniobra a su régimen.
-Martin Baron, director de 'The Washington Post', me dijo que la globalización no se iba a parar porque los norteamericanos votaran a Trump, pero la verdad es que el comercio internacional está decayendo, el libre flujo de personas está amenazado en diversos países y los movimientos de capitales se están frenando…
-Bien. Trump puede tener un efecto en EEUU, pero el libre movimiento de bienes y servicios se hundió en la gran recesión y se ha recuperado en el último tiempo. La dimensión tecnológica es muy difícil de revertir, pero ciertamente que el libre movimiento de personas sí está amenazado. Europa está muy abierta, pero eso está creando grandes tensiones también.
La corrupción no es la enfermedad, es el síntoma. Si permites que los políticos y los negocios se mezclen muy estrechamente, pasa esto.
-¿Qué tipo de institución es la familia?
-Esa es una buena pregunta. No lo sé. Pienso que la familia es parte de nuestra existencia biológica, así que es más que una institución.
-Estamos en España y hablamos de corrupción todo el día…
-Y eso está bien. Tenemos que hablar más de ella y quizá en 2100 encontremos una solución…
-¿La corrupción es la enfermedad o es el síntoma?
-Es el síntoma, el síntoma de un problema institucional. Si permites que los políticos y los negocios se mezclen muy estrechamente, pasa esto. Es el síntoma de un problema mucho más amplio que es que no estás creando una sociedad inclusiva.
-El derecho de propiedad en España es tratado como un derecho de segundo nivel. ¿Qué tan importante es este derecho en las sociedades modernas?
-El derecho de propiedad es importantísimo, pero, por supuesto, ¿qué significa esto? Si preguntas a los libertarios, ellos dicen que el derecho de propiedad es importantísimo y que los impuestos del Gobierno son un robo. Esto me parece loco. Necesitamos las leyes y los impuestos para tener servicios públicos, para limitar los monopolios, para compartir ciertos beneficios de manera igualitaria, así que no quiero poner el derecho de propiedad a un nivel sagrado. Pero la única manera de crear una sociedad inclusiva, con capacidad de crecer rápidamente es garantizar el derecho de propiedad y de los contratos libres y que el sistema legal proteja los derechos de los individuos.
-¿Venezuela es un estado fallido?
-Sí. Parece que la salida será el colapso del actual régimen. El incremento de la represión es un indicador.
-¿Y Turquía?
-Vive una situación muy problemática, es un Estado autoritario y de régimen de partido único. Muchos avances institucionales y de mejora de la productividad se han revertido últimamente. Pero Turquía no es un estado fallido. La economía crece al 3% y el país está por debajo de su potencial.