Maruf dice que no le importaría dormir en la hierba si pudiera hacerlo en paz. Cuando se acuesta, le asalta el recuerdo cuchillo en mano: Siria en ruinas, la maleta y el papeleo que siempre le lleva a ninguna parte.
Relata a trompicones, no termina de fiarse de quienes dicen que han venido a ayudarle. De cuando en cuando, guarda silencio y derrama la mirada sobre un poblado que improvisan otros ochenta de los suyos. Es Madrid a media tarde, junto a la mezquita de la M-30. Llevan durmiendo cerca de quince días a la intemperie, sin que nadie se dé cuenta, en la ciudad del "Refugees Welcome", sobreviviendo gracias a la limosna de quien se deja caer por allí.
Polo a rayas, pantalón oscuro y pelo azabache, Maruf llegó a Madrid desde Melilla. Salió de Damasco cuando empezó a escaparse la vida. "Los que hemos dejado atrás, los que hemos dejado atrás", repite cuando explica que el suelo no es lo que le impide dormir. Su historia es la de sus alrededor de ochenta compatriotas: decenas de niños, mujeres y hombres que se acostaron en este parque hace quince días y han sido invisibles hasta este jueves. Ni Carmena, ni el ministerio, ni Cifuentes, nadie advirtió su presencia hasta que Nadia Otmani, de la Asociación de Mujeres Al Amal, puso el grito en el cielo.
La primera en llegar fue Begoña Villacís, portavoz de Ciudadanos, que preguntó en voz alta cómo es posible que el Gobierno del "Refugees Welcome" no haya sido consciente del éxodo de este poblado durante casi quince días. Avisó a Servicios Sociales y allí se presentó Marta Higueras, concejala de Ahora Madrid. Ofreció alojamiento a los presentes, pero poco después llegó la autoridad competente, el Gobierno central, que de forma coordinada con Accem, acordó su traslado a Guadalajara. Algunos han decidido acogerse a lo propuesto por el Ejecutivo de Rajoy, otros han preferido aceptar la oferta de Cibeles.
"¿Cómo nadie se ha dado cuenta?"
"Parece que eso será hasta el lunes, pero ¿qué ocurrirá después? ¿Cómo es posible que no se haya dado cuenta de esto el concejal del distrito? Si algunos de ellos dicen haber sido atendidos antes por el 112, ¿por qué no se dio parte a alguna autoridad? Esto es una vergüenza, ¡vamos a pedir muchísimas explicaciones", son algunas de las preguntas que intercambia Otmani con un voluntario de la Red Española de Ayuda al Refugiado. EL ESPAÑOL ha preguntado al respecto al Gobierno de Carmena. La información que manejan menciona este jueves como primer día del asentamiento, una versión que difiere sobremanera con lo que explican los refugiados.
Son las seis y media de la tarde. El autobús, de color grisáceo, que les llevará a su enésima 'residencia', espera junto a la carretera. Los niños juegan con una pistola de agua, decenas de palomas comen pan bajo los árboles y las familias buscan la sombra en una esquina. Neda, que ha venido esta tarde a rezar a la mezquita, acepta actuar como guía y traductora para este periódico.
"Aquí ha nacido un niño"
Antes de empezar, resume lo que encontró cuando se acercó después de comer: "Muchos se han escapado de centros de la Cruz Roja porque decían que no se les trataba bien. No tienen papeles, no se pueden empadronar, no hablan español, no tienen salida, están aquí porque la gente que viene a rezar les da pan y leche para los niños".
Diva Jamil es una de las más ancianas del poblado. Está sentada en un bordillo. Cuando se presenta, esboza una sonrisa: "Yo fui una verdadera Diva hace mucho tiempo...". Su huida transcurrió por Líbano, Argelia, Marruecos y Melilla. No acierta a calcular cuánto tiempo lleva durmiendo en este parque: "Algo más de diez días". Asegura que ha nacido un niño aquí. Lo que más le preocupa es la falta de asistencia médica para los niños. "Lo de volver... He perdido la esperanza".
Algunos no se fían
Cuando todavía no han dado las siete, los trabajadores de ACCEM empiezan a animar a los refugiados a subirse al autobús. Hombres y mujeres cargan con la ropa, las cajas y la poca comida que les queda. Cuando casi todos están dentro y el conductor ha arrancado el motor, los trabajadores sociales regresan al parque. Cinco o seis personas no se fían, no quieren subir. Dicen que tienen familia en Barcelona y que prefieren intentar llegar hasta allí.
Entre ellos se encuentra Maruf, que gesticula con fuerza. Agita las manos. Sobre un pulgar, se lee un tatuaje: "Love". Aunque las letras están algo desdibujadas. "Así no puede vivir un ser humano. No queremos estar tirados, pero necesitamos ajustar lo de los papeles para rehacer nuestra vida".
"Acuérdate de los niños, llevan dos semanas sin ducharse"
Se despide llevándose la mano al pecho, al corazón. Rechaza posar ante la cámara. "Estos días estamos sufriendo mucho, aparecer en una foto sería como guardar ese momento para siempre".
Cuando todos han subido al autobús, Nadia Otmani, voluntaria de la Asociación de Mujeres Al Amal, suplica a uno de los coordinadores del traslado: "Por favor, que les den champú, pero en bote grande, no de esos pequeños. Acuérdate de los niños, algunos llevan sin ducharse dos semanas".