Ha sido en una habitación a media luz, con algunos periódicos y un iPad sobre la mesa. El president de la Generalitat, Carles Puigdemont, ha despejado la ecuación que agobiaba a la mayoría de ciudadanos, separatistas y constitucionalistas. Si las urnas del 1-O arrojan la victoria del “sí", proclamará la independencia de la república catalana. Da igual la participación. “No conviene exigir un mínimo”, ha relatado el exalcalde de Girona ante la mirada incrédula de Jordi Évole.
Con seguridad plena, Puigdemont ha desmigado su teoría del cruasán. Aunque el referéndum de la semana que viene no es el que había soñado cocinar, tiene “los ingredientes necesarios” para ponerlo en marcha. Correoso, Évole le recordaba todos los mecanismos jurídicos y policiales puestos en su contra. El president, entonces, amenazaba con media sonrisa: “No hay que subestimar la capacidad de la Generalitat”. Al límite, ha zanjado: “Los referéndum no los hacen los gobiernos, sino la gente”.
La huida hacia delante del Govern ha resbalado cristalina por el espejo televisivo. No importa si no llegan las citaciones, "presidirá la mesa el primero que llegue”. Qué más da si las fuerzas de seguridad salen a la calle, “no sería sensato ni proporcional que intervinieran si hay 2.000 personas en la puerta de un colegio electoral”.
Évole, que no ha tenido problema en interrumpir, ha cortado en repetidas ocasiones a Puigdemont cuando éste ha insistido: “Yo no estoy desobedeciendo”. Un extremo que, probablemente, no crean ni su propio Govern, ni sus votantes. Tampoco él mismo. “Estamos obedeciendo a los tratados internacionales que permiten la autodeterminación de los pueblos aunque su Estado no lo contemple”.
Los silencios de Puigdemont han sido muy expresivos cuando en el iPad del periodista aparecían su portavoz de Ejecutiva llamando “súbditos” a quienes decidan quedarse en casa el 1-O, y la presidenta del Parlament diciendo que los votantes de PP y Ciudadanos no pertenecen al pueblo de Cataluña. Primero ha intentado quitar hierro y significado a esas palabras, luego ha terminado reconociendo que fueron un “error”.
La opción de proclamar la república catalana de modo unilateral “no está sobre la mesa”, aunque se deslizaría sobre el tapete en caso de que no hubiera referéndum la semana que viene. Contradictorio, Puigdemont insistía: “Mi única opción es celebrarlo sí o sí”. ¿Y si no? ¿Qué pasa? “¿Esto puede acabar mal?”, le ha preguntado Évole. “Acabar mal sería dar marcha atrás o rendirse”, ha zanjado el president.