Un hombre gesticula en el comienzo del Paseo de Recoletos, que une la plaza de Cibeles y la de Colón, en el corazón de Madrid. "¡No les demos esa escena a los que nos quieren separar! ¡Todos somos españoles!". Se desgañita en vano. Hay dos manifestaciones, aunque estén separadas por apenas 700 metros. Visten distinto, sus símbolos son distintos, gritan distinto. Parecen dos Españas distintas.
En Colón, bajo la enorme bandera de España y convocados por la Fundación para la Defensa de la Nación Española (Denaes), muchos miles de personas con enseñas nacionales defienden que "España no se negocia". Según la Delegación del Gobierno, son 50.000, aunque la cifra se antoja excesiva a ojos de este diario, presente en la concentración.
Son, en cualquier caso, muchos más que los que optan por Cibeles, frente al Ayuntamiento, donde cuelga la pancarta "Refugees welcome". Allí, varios miles han acudido a la llamada espontánea de un movimiento en red, llamado "Parlem, Hablemos", que pide ante los consistorios de toda España diálogo entre banderas y camisetas blancas, sin teñir por el color de ninguna bandera. En la plaza de Sant Jaume, donde está la sede del Ayuntamiento y de la Generalitat, no cabe a esa hora un alfiler.
Las dos concentraciones de Madrid transcurren no muy lejos del Congreso de los Diputados y por separado. Se dan la espalda frente al independentismo catalán, que a su vez da la espalda a ambas. Pero varias decenas de manifestantes bajan desde Colón a Cibeles, ondeando la bandera de España, a gritar a los blancos: "¡Esta es nuestra bandera!" y "¡Puigdemont a prisión!". La manifestación de Cibeles, donde no hay discursos ni megafonía, se orienta inmediatamente hacia la de Colón. "¡No nos robéis nuestra bandera!", gritan los que han optado por las enseñas blancas. Varias furgonetas de la Policía se interponen entre ambos. “Ustedes están protestando con los suyos y ellos con los suyos. Todos somos españoles”, razona un agente entre unos y otros. Están a un tiro de piedra, pero no llegan a las manos.
Dos posturas frente al separatismo
El incidente ilustra bien las dos maneras de responder al separatismo en la sociedad española. Los que portaban banderas de España eran, en Madrid, muchos más. Sus proclamas eran mucho más contundentes, en lo intelectual, con un desarme intelectual del nacionalismo, y en lo pragmático, con la reivindicación de medidas contundentes para evitar la secesión. El ambiente, más tenso.
Parecían llevar mucho tiempo deseando una demostración multitudinaria de sus ideas. Pedían cárcel para Puigdemont, al que llamaron golpista, coreaban gritos como el de "con terroristas no se negocia" o incluían pancartas en las que se llamaba "pagafantas" a Pedro Sánchez por la posición del PSOE. Defendían la unidad de España y criticaban los complejos de quienes, desde otras posiciones, han servido voluntariamente o no como cómplices de los nacionalistas, según ellos.
Apenas había un puñado de señeras, aunque en varios momentos se gritó: "¡Viva Cataluña!" y proclamas en defensa de los catalanes no independentistas. Era una manifestación donde el enfado superaba a la preocupación, pero que acabó de forma muy festiva, convirtiendo a Colón en una discoteca donde sonó el Que viva España de Manolo Escobar, Paquito el chocolatero, Morat o Álvaro Soler. A la cita acudieron dirigentes del PP, como Pablo Casado, y medio centenar de entidades estaban adscritas, incluyendo a Hazte Oír entre las más conocidas.
Banderas blancas por toda España
Miles de banderas blancas fueron izadas en toda España. Cuantitativamente, fueron mucho más numerosas, aunque en Madrid ganaran las enseñas rojas y gualdas. En Cibeles, varios miles se concentraron de forma espontánea. La convocatoria era más festiva y espontánea, menos apasionada y se podían ver pancartas con lemas como "¿Hablamos?" "paz" o "diálogo".
Una viñeta evocaba un beso entre Rajoy y Puigdemont a lo Breznev y Honecker y se escucharon gritos como "Catalanes, hermanos no somos Mariano" o "Menos porrazos y más telefonazo". Son los que aún creen que se puede evitar el desastre sin soluciones drásticas. No faltó una batucada y políticos de izquierda, especialmente de Podemos. Desde Cibeles se criticaba que en Colón estaban deseando mandar los tanques a Barcelona y desde Colón se lamentaba el buenismo de Cibeles ante lo que consideran un golpe de Estado.
En Barcelona, la manifestación de banderas blancas llenó la plaza de Sant Jaume y en ella participó Miquel Iceta, líder del PSC. La alcaldesa Ada Colau la apoyó en redes sociales.
Mientras en la fachada del Ayuntamiento de Barcelona se colgaba una pancarta: "Parlem, hablemos", informa EFE. Estas manifestaciones, y también otras por la unidad de España con enseñas nacionales, se sucedieron por toda la geografía. Son el preludio de una gran manifestación, convocada por Societat Civil Catalana, que este domingo podría ser histórica en Barcelona si es tan multitudinaria como se espera.
Sánchez: diálogo pero respuesta contundente
Ningún líder político nacional tuvo actos este sábado salvo Pedro Sánchez, líder del PSOE. "Al igual que defendemos el diálogo hasta el último minuto, el último segundo, también respaldaremos la respuesta ante cualquier quiebra unilateral del Estado social de Derecho. Ese es el compromiso del PSOE", dijo en la fiesta de la rosa de los socialistas valencianos, junto al president de la Generalitat, Ximo Puig.
En otras palabras: aún es posible hablar, pero una declaración unilateral de independencia, que podría llegar el martes desde el Parlament, obligaría a los socialistas a apoyar una respuesta contundente que, según ellos, hay que tratar de evitar cancelando la proclamación de la secesión.
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