Primero se fue Esperanza Aguirre. Después Ignacio González. Ahora es Cristina Cifuentes. Tres presidentes de la Comunidad de Madrid se han ido por la puerta de atrás en menos de seis años. Todos ellos del Partido Popular de Madrid. Todos ellos salpicados por asuntos turbios, sean de pura corrupción, como González (o su alter ego Francisco Granados), sean de responsabilidad in vigilando, en el caso de Aguirre, o sea por el robo de unas cremas y un máster fraudulento, en el penúltimo sobresalto de la política madrileña que cobra forma de dimisión.
El PP madrileño gobierna en la Comunidad de Madrid desde 1995. Alberto Ruiz-Gallardón estuvo dos legislaturas en la Puerta del Sol. En las primeras elecciones con Aguirre como candidata, en 2003, el PP se quedó sin mayoría absoluta. Cuando parecía que la izquierda volvía al poder con el socialista Rafael Simancas como candidato, llegó el célebre tamayazo, nunca suficientemente esclarecido y que permitió a los populares seguir en el poder. Donde todavía hoy continúan. Y donde en los últimos años se han sucedido las dimisiones y los escándalos. A golpe de dosieres, grabaciones y traiciones entre clanes.
Los años de aguirrismo
En los años de vino y rosas del aguirrismo, el PP de Madrid, que hoy huele a podrido, parecía unido. Los citados González y Granados eran al mismo tiempo mano derecha y mano izquierda de la poderosa presidenta, como vicepresidente uno y como consejero de Presidencia, Justicia e Interior el otro. Por allí cerca andaba Cifuentes como vicepresidenta de la Asamblea de Madrid, cargo que ocupaba cuando se produjo el ya famoso robo de cremas desvelado por Okdiario este miércoles, ocho meses antes de convertirse en flamante delegada del Gobierno en Madrid.
Las apariencias engañaban. Porque soterradamente en el aguirrismo se vivía una pugna entre González y Granados. De hecho, no es ninguna novedad que existió una suerte de guerra de dosieres, detectives y empresarios mediante, entre ambos lugartenientes de Aguirre. Y, por lo que parece, también Cifuentes fue víctima de quienes elaboran dosieres para derrocar al enemigo cuando conviene.
En 2012 Aguirre dimitió por sorpresa como presidenta de la Comunidad; dijo que se iba para estar "más cerca de los míos". Le sucedió en el cargo González, que se mantuvo hasta 2015 pero que no repitió como candidato, entre otras cosas, porque poco antes de las autonómicas de ese año se destapó una grabación de 2011 en la que el político pedía ayuda a dos comisarios, uno de ellos el omnipresente José Manuel Villarejo, para silenciar el caso de su ático en Estepona. Así, en los últimos comicios autonómicos, los de 2015, Cifuentes fue la cabeza de lista y se aupó al poder.
No muchos años después de haber dejado la primera línea política, Granados fue a la cárcel por la financiación ilegal del PP y por la trama Púnica; y González también entró en prisión por el caso Lezo. Por el primer hecho, en 2016, Aguirre dimitió como presidenta del PP de Madrid. Por el segundo hecho, en 2017, ella misma dimitía como concejal y portavoz del PP en el Ayuntamiento de Madrid. Esta segunda dimisión, justo hace un año, fue por la responsabilidad in vigilando.
Dos meses y el fin de una carrera
Frente al mentado tamayazo, la Gürtel, la Púnica o la Lezo, Cifuentes decía ser un ejemplo de honestidad, alguien que trabajaba en auspiciar un "nuevo PP de Madrid" alejado de la corrupción del pasado. Sin embargo, en los dos últimos meses su carrera política se ha ido por el sumidero de las mentiras y las sospechas.
En primer lugar, Granados la señaló como corresponsable de la corrupción y hasta sugirió que había una relación sentimental con González; Cifuentes respondió con dureza y salió reforzada. Un mes después, el máster fraudulento en la Universidad Rey Juan Carlos sí la puso contra las cuerdas, sobre todo por su mala gestión de la crisis. Pero la presidenta aún se resistía y había dudas sobre si finalmente dimitiría. Hasta este miércoles, cuando la grabación sobre su robo de cremas la ha condenado definitivamente.
En los mentideros de la capital, algunos creen que ella misma firmó su sentencia de muerte la pasada semana, cuando, ya asediada y cada vez más sola por el caso del máster, llevó a los tribunales el caso de la Ciudad de la Justicia de los tiempos de Aguirre. Otros creen que todo ha sido una vendetta de González. La mayoría coincide en apuntar a las cloacas policiales. Pero, hipótesis aparte, lo cierto es que la dimisión ya es un hecho. Y en los próximos días habrá otro presidente de la Comunidad de Madrid de un PP madrileño que se hunde poco a poco, lentamente, por el fuego de su propia corrupción.