Carles Puigdemont está cada vez más solo, pero sigue teniendo en sus manos el futuro de Cataluña, por encima de su propio partido, de su aliado imprescindible en cualquier Govern independentista y de la mayoría de los catalanes, cuyos representantes públicos, nacionalistas o no, insisten en que no quieren que se repitan elecciones.
Pero en tiempo sigue corriendo hasta el 22 de mayo, último día para elegir president antes de que se convoquen otras elecciones. Nadie sabe a ciencia cierta qué quiere Puigdemont, que ha pilotado la estrategia desde el 21 de diciembre sin lograr la investidura de ninguno de los tres candidatos propuestos ni, por tanto, el fin de la aplicación del artículo 155 de la Constitución, que mantiene intervenido el día a día de la Generalitat.
En Cataluña se vive desde hace días un cambio de relato, el de que Puigdemont aceptará por fin un candidato viable a la investidura, que legalmente pueda presentarse al debate al no estar en prisión preventiva ni huido de la Justicia española. El portavoz de Junts per Catalunya, Eduard Pujol, dio verosimilitud a esa vía la semana pasada al asegurar que su lista no pondrá en riesgo de ser perseguido penalmente a nadie, tampoco a la Mesa del Parlament, para lograr una investidura.
El cambio de discurso
Algunos líderes de opinión cercanos a Puigdemont también han cambiado de discurso. De promover candidatos imposibles, como Puigdemont, Jordi Sànchez, o Jordi Turull, pasaron al pragmatismo de aceptar que el próximo Govern y su presidente deberán cumplir con el Estatut, la Constitución y las resoluciones de los jueces.
Pero en el Parlament nadie sabe a ciencia cierta qué hará Puigdemont, cuyo entorno fantasea con la posibilidad de mantener el pulso al Estado forzando una repetición electoral. No se explicaría como una decisión buscada sino sobrevenida, como la única salida para que Cataluña no se pliegue a los deseos de lo que los independentistas llaman "Estado" y mantenga el espíritu del referéndum del 1 de octubre.
Los partidarios de las elecciones aseguran que tienen muchas ventajas, pero las mayores son para Puigdemont de forma personal: no perdería influencia en el extranjero en favor de un nuevo president de la Generalitat y en cambio podría aspirar a imponerse a ERC en la pugna ya histórica que desde hace varios años libran ambos espacios por liderar el independentismo.
Junqueras eleva la presión
Desde la cárcel de Estremera (Madrid), el líder de ERC hizo este lunes un último intento para presionar a Puigdemont y disuadirlo de ese plan. "Haciendo Govern no ganamos nada. Sin hacer Govern, en cambio, arriesgamos mucho para volver a la misma situación en el mejor de los casos", dijo Oriol Junqueras en una entrevista en Catalunya Radio.
"Cuando has ganado un partido en unas circunstancias muy difíciles, lo importante es aprovechar el resultado. Si en lugar de aprovechar el resultado lo que haces es jugártelo, lo mejor que te puede pasar es que vuelvas a quedarte donde estabas", según él. "No entiendo qué sentido tiene que desperdiciemos el resultado del 21-D, que no comencemos a sacarle provecho. Con todos los encarcelados con los que he podido hablar coincidimos que hace falta un Gobierno", dijo.
"La cuestión es qué ganamos no haciendo Govern. Y no ganamos nada perpetuando el 155. Recuperar las instituciones ya es un paso en sí mismo aunque es obvio que sólo es un primer paso".
Los constitucionalistas no se fían de Puigdemont
Dirigentes de partidos constitucionalistas no tienen claro qué ocurrirá, pero algunas fuentes consultadas por EL ESPAÑOL sospechan que el cambio de discurso sólo presagia una nueva convocatoria electoral.
Este jueves se debate la reforma de la Ley de Presidencia para investir a Puigdemont a distancia. Todo el mundo sabe que no se llegará a aplicar porque la reforma, según ha dicho en un contundente informe el Consell de Garanties Estatutàries de Cataluña, un órgano consultivo, no tiene cabida ni el la máxima norma autonómica ni en la Constitución.
Hay voces en los partidos independentistas que creen que Puigdemont utilizará la incapacidad del Parlament para aplicar sus propias normas por un impedimento dictado por el Tribunal Constitucional para reforzarse en su idea de que no hay que acatar la legalidad española.
Otras fuentes creen, sin embargo, que el conjunto del independentismo no se arriesgará a unas nuevas elecciones en las que el resultado podría cambiar, como advierte Junqueras, y sitúan a alguna persona de máxima confianza de Puigdemont en la presidencia.
Esa sería su manera de seguir mandando, a través de una persona interpuesta y no caer en las décadas de olvido huido de la Justicia española o en una prisión del Estado. Muchos sitúan en esa responsabilidad a Elsa Artadi, incondicional de Puigdemont, aunque Marc Solsona o Marta Madrenas, diputados de JxCat, podrían ser finalmente los designados.