ETA ha echado el cierre. En diversos comunicados y en el acto celebrado la semana pasada en la localidad francesa de Cambo-les-Bains daba por cerrado su "ciclo histórico", diluyendo sus siglas en su historial marcado por más de 800 crímenes mortales. Pero la banda terrorista mantendrá una pequeña línea activa, sostenida en los nombres de David Urdin y David Pla, para gestionar los restos de una organización extinguida por la acción policial.
¿Qué queda de ETA?. Urdin y Pla son sus últimos jefes. El primero, huido de la Justicia; el segundo, en prisión. Cada uno tiene una misión final, aunque el propósito de ambas es el mismo: limpiar la trayectoria de la organización terrorista y controlar el punto final de sus últimas estructuras.
David Urdin permanece en paradero desconocido. Asumió las riendas de ETA tras la detención de Mikel Irastorza en noviembre de 2016. De origen navarro, su historial delictivo no está manchado de sangre. Su figura surgió de la organización juvenil Jarrai. Apenas tiene predicamento entre los históricos de ETA -la mayoría, entre rejas-, que no ven en él a un líder capaz de dirigir a la banda.
El papel de Urdin está ligado a brindar apoyo logístico a la veintena de miembros de ETA que permanecen en el exterior, huidos de la Justicia española. Distribuye entre ellos documentación falsa y les ayuda a encontrar lugares seguros, lejos de las pesquisas policiales.
Además es el encargado de limpiar las huellas en las armas que la organización ha entregado en las últimas semanas. Porque la banda terrorista no está dispuesta a colaborar en el esclarecimiento de los más de 300 crímenes sin resolver que arrastra. Fuentes policiales apuntan a EL ESPAÑOL las sospechas de que David Urdin estuviese detrás de la limpieza de las huellas en dos docenas de armas cortas y 500 detonadores electrónicos que ETA entregó a las autoridades francesas el pasado 25 de abril.
Pla, cerebro de los encarcelados
El nombre de David Pla tiene mucha más entidad en la banda que el de David Urdin. Pla constituía junto a Iratxe Sorzabal -ambos detenidos en septiembre de 2015- la última cúpula de ETA con predicamento entre sus miembros. Había llegado hasta la jefatura de la banda tras su participación en el comando Aragón, que pretendía asesinar al alcalde de Zaragoza, José Atarés. Previamente había formado parte de las listas de Herri Batasuna en las elecciones municipales de Pamplona -sin obtener representación- y de la organización juvenil Jarrai.
El grueso de ETA permanece entre rejas. David Pla, junto a otros históricos de ETA, podría ser considerado como el cerebro de los terroristas presos, constituidos bajo la organización EPPK. Los mensajes entre unos y otros fluyen a través del engranaje de abogados que todavía trabaja para la organización.
Pla ha proyectado la constitución de un instrumento conocido con el nombre de Comisión Técnica Provisional para Gestionar las Consecuencias de la Iniciativa Armada de ETA, según adelantó El Mundo. La misión de esta comisión es gestionar que, entre los restos de la organización, no surjan voces discordantes. Organizaciones como IBIL o ATA ya han alzado la voz contra la disolución definitiva y apuestan por un retorno a la violencia.
La dirección de la banda no habla en sus últimos comunicados de acercamiento de presos o de amnistía de delitos para los terroristas huidos. Su mayor preocupación es determinar qué queda de ETA. Buscan una justificación a su trayectoria que les erija como agente necesario en un supuesto escenario vasco de autodeterminación.
David Pla es el encargado de gestionar esa cohesión entre sus compañeros. De incidir en la necesidad de dejar el testigo a la izquierda abertzale y echar el cierre de forma definitiva a las siglas de ETA.
El documento final de ETA
En el comunicado leído por Josu Ternera, bautizado con el nombre de Declaración final de ETA al Pueblo Vasco, la banda terrorista dejó clara su obsesión por tratar de cerrar un ciclo que justifique de algún modo su trayectoria.
"ETA nació cuando Euskal Herria agonizaba, ahogada por las garras del franquismo y asimilada por el Estado jacobino, y ahora, 60 años después, existe un pueblo vivo que quiere ser dueño de su futuro, gracias al trabajo realizado en distintos ámbitos y la lucha de diferentes generaciones", rezaba el texto. Es decir, no les queda más que la búsqueda de una justificación de su actividad.