Jaume Vives se hizo famoso porque combatió al nacionalismo catalán desde el balcón de su casa. Ponía música para ensordecer las caceroladas independentistas. Su actitud le sirvió como plataforma y acabó creando junto a otros, en un salto un tanto surrealista, el movimiento Tabarnia. Ahora, cuenta su experiencia en un libro, Tabarnia, la pesadilla de los indepes (Libros Libres), con el que pretende combatir, siempre con humor, a los separatistas. En su conversación con EL ESPAÑOL propone como solución, aunque a largo plazo, un abrazo entre catalanes que hoy parece imposible.
¿Qué fue antes: Tabarnia o el balcón de su casa?
El huevo (risas). No, antes fue el balcón, adonde salimos en septiembre. Y mucho después vino Tabarnia.
¿Fue la música de Manolo Escobar una inspiración para crear Tabarnia?
No, es que el día que nos grabó la tele teníamos puesta esa. Pero poníamos más cosas, como Peret, sardanas, himnos...poníamos de todo.
Ante una realidad tan dura como la que se vive en Cataluña, ¿han apostado ustedes por el surrealismo para superarla?
Sí, el humor es muy terapéutico. Es mejor reírse que deprimirse, es mejor una sonrisa que un ceño fruncido. Además, es que mucha gente no se da cuenta cuando hace el ridículo, es lo normal que sea otro el que mejor lo vea. Tabarnia representa la esperanza de que ese ridículo que durante años han hecho los nacionalistas y siguen haciendo, pero que no son conscientes, sí que lo vean en el espejo que les hemos creado. Luchamos por una realidad social, que es Tabarnia, que no es una realidad política. Y lo hacemos con unos argumentos parecidos a los que utilizan los nacionalistas, pero los fundamos en cosas reales.
Hablemos más en serio. Apuestan por el humor, pero en Cataluña se está llegando a la violencia. Hace un par de días atacaban a unos jóvenes de Sociedad Civil en la Universidad...
El humor no se contradice con la seriedad. En la vida política puede haber humor. Y mejor nos iría si hubiera más. La realidad es dura y triste, como en ese caso, pero aun en esas circunstancias el humor es poderoso para combatir eso. Por ejemplo, a Boadella le pintan su casa. Pero en vez de contestar llamando “desgraciados” a los culpables, contesta con una broma. Esa es la victoria definitiva. ¿Cómo responde ese tipo que ha hecho eso? Le movía el odio y esperaba odio, pero encuentra alegría. Eso le descuadra y le puede hacer cambiar.
¿Ha sufrido represalias por su actitud?
Cuando hice lo del balcón, sí. Me pintaron esvásticas en el buzón o ponían lacitos en la puerta de casa. Pero eso es solo un vecino cobarde que no es capaz de dar la cara. Cuatro insultos por la calle y poco más. Lo de las redes sociales va aparte, eso es una realidad paralela en la que el anonimato permite a algunos ser todo lo valientes que no son en la vida real.
Dice en el libro que tiene amigos independentistas. ¿Cómo ha cambiado su relación por su activismo?
No ha cambiado nada. Un testigo de mi boda era indepe. No pienso perder un solo amigo por culpa de los imbéciles que han montado este tinglado. Un amigo es demasiado importante como para que esto te lo arrebate. Yo no respeto todas las ideas, hay algunas que me parecen nefastas. Creo profundamente que nunca hay que faltar el respeto a la persona. Un tipo no es tu enemigo por cómo piensa.
¿Y cómo va a ser la convivencia en Cataluña cuando acabe el procés, si acaba?
Apunta complicada precisamente por eso. Los nacionalistas han conseguido que no distingamos ideas de personas. Hay dos bandos enfrentados entre sí. Los nacionalistas han creado muchísimo odio. La gente que lleva cuarenta años en la resistencia frente al nacionalismo ha sido despreciada por la sociedad y por los medios. Curar eso es muy difícil, porque la gente cree que son, que somos malos.
Por ejemplo, Tabarnia es una cosa, pero los medios han vendido otra. Para ellos, el no nacionalista, como español, es de derechas, agresivo y facha. Cuando nace algo que no responde a eso, como Tabarnia, ellos, los medios nacionalistas, lo cogen y lo convierten en ese estereotipo. No pueden mostrar Tabarnia como es, porque verían que nos lo pasamos bien y que hacemos el garrulo. Tiene que salir mierda. Lo que hacen los medios alimenta el desprecio a los no nacionalistas. Y eso dificulta mucho la convivencia.
En su libro habla de TV3 como generadora de odio. ¿Cree que esa cadena debería ser intervenida a través del 155 como dicen algunos o solo bastaría con que cambiarían algunos de sus profesionales?
Defiendo que TV3 debería pasar a formar parte de Aguas de Barcelona, para que la depurasen. No puede ser que en una sociedad como la catalana, que está partida por la mitad gracias al nacionalismo, la televisión pública, TV3, tenga al 90%, o mejor dicho, el 100%, de presentadores que son nacionalistas. Hablan de pluralidad, pero ¿cómo va a haber pluralidad si los que generan los contenidos están en el barco nacionalista? Y luego parece que, no contentos con poder hablar de sus cosas y quedarse con el pastel, alimentan la idea del enemigo.
Hacen campañas de desprestigio y ridiculización a entidades, personas o partidos que no comulgan con el nacionalismo, hasta el punto de generar odio. Quien ve TV3 como televisión de cabecera, acaba viendo como enemigo a los que son personas normales y corrientes, pero no son nacionalistas. Boadella es el enemigo para muchos catalanes, pero para mí no es el prototipo de tío peligroso o agresivo.
¿Y qué le ha parecido la polémica sobre la aparición en TV3 de un miembro de ETA que no se arrepentía de sus crímenes?
No lo vi. Yo a alguien así no lo llevaría a mi programa, a no ser que fuera para ponerle contra las cuerdas. Pero no me extrañaría que le hubieran hecho un masaje, como se le hizo a Otegi o a Carlos Sastre.
Se han publicado tuits suyos del pasado por los que se le acusa de ser islamófobo o machista. ¿Se arrepiente de haberlos escrito?
No me arrepiento absolutamente de nada de lo que he escrito. Nunca he sido amante de la tibieza. No me voy a callar ante nadie. Han cogido los tuits, donde yo defiendo unas ideas, para convertirme en alguien que odia a colectivos. Yo he estado en Irak y Líbano. Soy muy crítico con el islam. Pero no odio a los musulanes. Mi mejor amigo en Líbano era un musulmán suní. La gente se confunde, estamos en una sociedad idiotizada. Me da igual que me critiquen. Si todo lo que tienen para criticarme son tuits de 2011… Si hubiera dicho en un tuit que alguien es un hijo de puta, te diría que me pasé. Pero no he faltado el respeto a nadie.
En el libro cuenta algunas cosas muy fuertes de su pasado. Como que se marchaba de su casa, discutía con su familia, consumía drogas… ¿Por qué lo ha contado?
No es la primera vez que doy mi testimonio. Antes del balcón era más conocido en ambientes eclesiales. Y ahora en otros. Me estaba llegando que había gente llamando a sitios con los que yo estaba relacionado y me estaban investigando. Estaban muy preocupados por mi pasado, así que se lo he contado yo para que, si publican algo, sea una buena investigación, que sepan de dónde tirar.
¿Es usted algo así como el ministro de información de Tabarnia?
No, de censura (risas).
Hablando en serio, ¿Tabarnia ha sido un éxito de comunicación?
Tabarnia es un caso a estudiar. Llevo años en el periodismo y he trabajado de responsable de comunicación de algunas empresas. He visto lo que hay que sufrir para crecer en las redes, metiendo dinero y metiendo muchas horas. Pero con el balcón y con Tabarnia la cosa ha crecido sin hacer nada. Sin meter un solo euro en comunicación.
Miles y miles de personas se interesaron. Han hablado de nosotros en todo el mundo. No ha habido una estrategia de comunicación ni nada parecido. Explotó entre la gente del pueblo, de la calle, y después fue a los medios. Lo contrario que el nacionalismo, que es una cosa artificial, que no era una realidad social y, a base de decir que lo es, se va convirtiendo en ella. A base de dinero. Fue creado de arriba a abajo. Tabarnia va de abajo a arriba.
¿Cuál es el futuro de Tabarnia?
Intentar aguantar el ritmo del nacionalismo, que es muy jodido. Queremos ser la piedra en el zapato de los líderes del nacionalismo, que van a seguir a lo suyo. No queremos cargarnos la paz de la sociedad ni levantar fronteras. Somos un elemento de respuesta. Iremos respondiendo según los tarumbas vayan haciendo cosas. Es agotador, eso sí.
¿Habrá repetición de elecciones en Cataluña o se investirá a alguien?
No lo sé. Me da igual. La solución en el corto plazo no existe haya o no elecciones, invistan o no a Puigdemont. Lo bueno sería que al menos hagan un teatro interesante. Que lleven a Puigdemont a Barcelona. Un paripé. Algo que nos lo haga pasar bien. Que hagan algo divertido. El futuro en Cataluña pasa por la gente. Porque lo que está rota es la gente. No puede ser que la gente vea a enemigos y no a personas.
¿Este libro contribuye a evitar eso?
Es un libro de batalla, de humor y anécdotas. Pero lo digo al final: solo habrá paz si somos capaces de cuidarnos de las malditas ideas de los cojones, de ver a personas. Y si pretendemos que lo hagan los políticos, vamos apañados, porque ellos necesitan confrontación. Los políticos deben pagar por el daño que han hecho a esta tierra. La solución está la gente, uno a uno, está en nosotros, que tenemos parte de culpa porque hemos permitido que haya familias que no se hablan por culpa de unos imbéciles.
Los no independentistas tenemos mucha responsabilidad en conseguirlo, porque ellos llevan muchos años con el odio. Entre los no nacionalistas también hay ultras, pero son unos pocos grupúsculos no extendidos, mientras en el nacionalismo hay ultras de todas las profesiones y desde los 70 años a los 14. Es nuestra responsabilidad extender los brazos y abrazarlos. Podemos y debemos hacerlo.