La política genera extraños compañeros de viaje. Enemigos íntimos que, por extraño que parezca, comparten un deseo, un plan o una estrategia. Esto es lo que les ocurre ahora mismo, por marciano que parezca, al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y a Carles Puigdemont. Porque a ambos les conviene que Quim Torra gobierne como president de la Generalitat.
En este caso, Rajoy y Puigdemont, acérrimos oponentes políticos, comparten sobre todo los tiempos. Porque el presidente del Gobierno gana tiempo al tener el camino expedito para aprobar los Presupuestos Generales del Estado con apoyo del PNV. Y el expresident gana tiempo al colocar a un fiel peón al frente de la Generalitat que, como él mismo desveló en una entrevista a La Stampa, probablemente convocará elecciones en octubre, coincidiendo con el proceso judicial contra los líderes políticos catalanes en el Tribunal Supremo.
Adiós al 155 y hola a los Presupuestos
No es un secreto que el presidente del Gobierno respira aliviado por la inminente desactivación del artículo 155 en Cataluña. A Rajoy nunca le gustó demasiado tener que aplicar este precepto constitucional y quería que su aplicación durase lo mínimo posible, como demuestra el hecho de que convocase elecciones catalanas por sorpresa nada más poner en marcha la intervención de la autonomía.
Con Torra y su Govern, la Generalitat recupera su autonomía y el 155 se esfuma. Justo lo que reclamaba el PNV como condición indispensable para prestar su apoyo definitivo a los Presupuestos en el Congreso de los Diputados. Serán las últimas cuentas públicas de esta legislatura. Porque en 2019, año electoral con las citas de autonómicas y municipales -quién sabe si también generales-, los ahora socios de Rajoy no se hipotecarán apoyándole.
En los últimos días, sobre todo a raíz de la presión de Ciudadanos, se ha especulado en algunos círculos con la opción de que el Gobierno y Puigdemont se hubieran puesto de acuerdo para alcanzar esta solución que supone el nombramiento de Torra. Una hipótesis desconectada de la realidad. No hay acuerdo entre ambos. Pero sí hay, como se ha dicho, una confluencia de intereses. A ambos les conviene que el nuevo president ocupe el cargo.
Puigdemont bloquea a ERC y convence a la CUP
En el caso de Puigdemont, el beneficio es aún más evidente. Con la imposición de Torra, puede seguir gobernando de facto Cataluña desde Berlín. En la pelea interna que se ha vivido entre los independentistas, el expresident se ha vuelto a salir con la suya, arrinconando a ERC -el convidado de piedra en todo esto- y convenciendo a la CUP, que finalmente decidió respaldar a Torra con abstenciones. Está por ver, eso sí, qué ocurre ahora si el nuevo Govern va por los derroteros que parece. Albert Rivera va a insistir en que se aplique otra vez el 155. Y habrá que ver cuánto aguanta Rajoy, que por ahora pide una etapa de diálogo a la Generalitat.
En todo caso, este nombramiento de Torra que favorece a Rajoy y Puigdemont tampoco parece tener un futuro demasiado prometedor. Tarde o temprano, el peón de Puigdemont tendrá que convocar una cita con las urnas. O lo hará en octubre, para que coincidan los comicios con el proceso del Supremo. O lo hará si finalmente apuesta por una fase de autonomismo y la presión de la CUP se vuelve insoportable. O también pudiera ocurrir que si, como parece, Torra y Puigdemont pisan el acelerador independentista, el 155 volvería a aplicarse y estaría ligado a unas elecciones autonómicas.