Son las 12:30 del viernes y en la sala de prensa de la sede del PSOE no cabe ni un alfiler. Algún miembro de la Ejecutiva ha preferido bajar a coger sitio a la sala de prensa que participar en la reunión de la dirección. Ya se sabía que el PSOE había registrado en el Congreso de los Diputados una moción de censura a Mariano Rajoy y el cónclave era en realidad una mera formalidad. La decisión ya estaba tomada.
Sin embargo, algo sorprendió muy pronto a propios y extraños. El documento con el texto de la moción de censura no contenía sólo la firma de los 35 diputados que el reglamento del Congreso exige para que pueda comenzar a tramitarse la iniciativa. En ella constaban los 84 nombres, apellidos y autógrafos de los diputados que componen el Grupo Parlamentario Socialista (el documento puede verse al final de este artículo).
Los periodistas comenzaron a hacerse preguntas. ¡Cómo guardaron el secreto sus señorías! A muchos les pareció increíble. El grupo socialista en el Congreso es todo menos un conjunto humano cohesionado y discreto. Al contrario: las profundas divisiones internas hacen que los cotilleos se propaguen a la velocidad de la luz. Muchos de ellos hablan con periodistas y, en ocasiones, se desahogan sobre las amarguras que les hacen vivir sus compañeros de partido.
Puede que el grupo socialista añore volver a tener a uno de los suyos en la Moncloa (o con posibilidades) para recuperar la autoestima, pero lo que necesita de vez en cuando es un buen terapeuta para digerir la montaña rusa de acontecimientos que se han venido produciendo desde que, en el hemiciclo en 2010, José Luis Rodríguez Zapatero anunció los primeros recortes por la crisis económica.
Ferraz no había liderado ninguna operación con máximo e inédito sigilo, a prueba de filtraciones. Muchos de los diputados, de hecho, ni se encontraban en Madrid, por lo que no podían haber firmado con el bolígrafo azul que figura sobre la mayoría de los nombres.
No sabían que habían firmado
La mayoría no supieron que habían firmado la moción hasta que vieron el documento donde figuraban. Nadie les consultó directamente sobre la idoneidad de presentarla. No hubo consulta a las bases, ni una reunión del grupo parlamentario y, como se ha dicho, tampoco de la Ejecutiva. Por no haber, no hubo ni conversación directa con muchos de los dirigentes territoriales del PSOE, incluyendo los presidentes autonómicos, casi todos partidarios de Susana Díaz en las primarias. "No hablé con él", dijo Ximo Puig, presidente valenciano, en una entrevista en Onda Cero. Lo hicieron los niveles inferiores.
¿Cómo es posible que 84 diputados firmen una moción de censura sin saberlo? Lo explican varios en conversación con este periódico. "Es habitual que, cada cierto tiempo, nos pasen hojas de firmas sin encabezado. Se hace por si hay que presentar un recurso ante el Tribunal Constitucional o cualquier otra iniciativa y estamos de viaje o es difícil localizarnos", explica una diputada. Aunque es muy crítica con Pedro Sánchez, lo considera "normal". "Se ha hecho siempre y es muy operativo", explica, especialmente en momentos en los que no hay actividad parlamentaria y los diputados están en cualquier parte de España.
La Constitución prohibe el mandato imperativo
Otro de ellos asegura que, en otras épocas, los diputados firmaban una carta de renuncia sin fecha a disposición del líder, una costumbre habitual en otras administraciones y otros países, pero estrictamente prohibido por la Constitución, como que los partidos tomen decisiones por los parlamentarios.
El artículo 67 de la Constitución prohibe el "mandato imperativo", una precaución que está en la esencia de la democracias representativas en las que la ciudadanía confía en sus electos, en su autónomo criterio como representantes de la nación y en el poder de la deliberación.
El artículo excluye que los partidos tomen decisiones en nombre de los parlamentarios. Lo sabe bien Javier Fernández, presidente de Asturias y expresidente de la Gestora socialista, que en octubre de 2016 aseguró que los 84 diputados del PSOE debían abstenerse por disciplina de partido y el "mandato imperativo del Comité Federal".
La discreción de Sánchez
El jueves, Sánchez no pudo evitar las fugas y muchos medios informaron, incluido EL ESPAÑOL, de los planes de presentar una moción de censura. Sin embargo, la Ejecutiva jugó al despiste hasta el último momento. La explicación es sencilla: en cuanto se registra la moción de censura, el presidente del Gobierno ya no puede convocar elecciones anticipadas y la iniciativa debe debatirse. Desde ese mismo momento, el PSOE pasaba a estar en el centro de la escena.
Nadie apostaba entonces ni ahora por que Rajoy decidiese, por sorpresa, llamar a las urnas e incluso dar un paso atrás en plena ola naranja en las encuestas. Es más: Rajoy ni había comparecido por la sentencia del Caso Gürtel y había anunciado que se iba a Kiev a ver la final de la Champions League entre el Liverpool y el Real Madrid.
Pero Sánchez quería tenerlas todas consigo, por si acaso, y de paso neutralizar el mensaje que, de hecho, Ciudadanos desplegó aunque fuese estéril después de que los medios diesen cuenta del registro de la iniciativa. José Manuel Villegas, número dos de Ciudadanos, pidió elecciones anticipadas. En vano. La moción del PSOE ya estaba en marcha y había bloqueado inmediatamente ese escenario. Que ninguno de los 84 diputados socialistas se fuese de la lengua era, por tanto, vital también para no dar pistas a los adversarios políticos. Jugar al despiste con la prensa, también.
La resistencia sin entusiasmo a Sánchez
Los críticos con Sánchez siguen de brazos caídos. "Si Pedro presenta esta moción así, sin hablar con nadie, es porque sabe que no va a prosperar. Entonces, ¿para qué la presenta? Si la situación es tan grave, lo que España necesita son elecciones, no un presidente con 84 diputados y una comparsa apoyándole", asegura un diputado (de los que firmó sin saber la moción) en referencia a partidos independentistas.
"A los presidentes autonómicos no les conviene nada esta moción. ¿Cómo va a vender [Guillermo Fernández] Vara en Extremadura que Pedro es presidente, que lo es gracias a los independentistas y que además no tiene margen para hacer nada? ¿Y [Emiliano García] Page en Castilla-La Mancha?", se pregunta.
Otros, partidarios de Sánchez, creen que "es muy difícil que la moción salga adelante", explica un secretario general autonómico, "pero no podía hacer otra cosa". "Es muy fácil. ¿Rajoy o un presidente limpio? Que cada cual lo explique", según él.
Nadie espera una ola de protestas contra Sánchez. Esto no es 2015, cuando los órganos del partido estaban muy divididos. Desde el último congreso del partido, la Ejecutiva y el Comité Federal tienen una aplastante mayoría de partidarios de Sánchez. Los detractores optan por el silencio atronador, que en Ferraz traducen como ausencia de crítica.
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