Si algo quedó claro en esta primera jornada del debate de investidura de Pedro Sánchez contra Mariano Rajoy es que el candidato a presidente siente más animadversión hacia Albert Rivera que hacia el todavía inquilino de la Moncloa.
En su réplica a Rivera, Sánchez le acusó en varias ocasiones de "mentir", de ser "desleal", de "no tener palabra", de "vivir muy bien a costa del problema territorial", y de querer "que los problemas de España no se solucionen ni que el PP se regenere porque -en opinión del socialista- eso garantiza el ascenso de Cs en los sondeos".
El recelo y la desconfianza entre Sánchez y Rivera viene de lejos. Empezó a producirse nada más dar al traste aquel Pacto del abrazo posterior a las elecciones de 2015, malogrado por la negativa de Podemos a permitir un Gobierno PSOE-Cs. Sin embargo, lo que ahora queda patente es que los puentes entre ambas formaciones están dinamitados. También que será además muy difícil reconstruirlos cuando las conversaciones privadas entre los segundos de a bordo pasan a ser de dominio público, en versión malintencionada.
La posibilidad de suturar heridas y mirar al futuro también formó parte, siquiera someramente, de la conversación entre el número dos del PSOE, José Luis Ábalos, y su homólogo de Cs, José Manuel Villegas, el pasado martes por la mañana.
El encuentro entre ambos fue aceptado por Albert Rivera en respuesta a Pedro Sánchez, que se puso en contacto con su otrora socio la noche del lunes. En Cs, sin embargo, negaron en todo momento que el dirigente socialista hubiera llamado a Rivera. Es más, esgrimieron esta falta de comunicación como prueba de que Pedro Sánchez no quería pactar nada. Luego se supo -lo aclaró Rivera- que, en puridad, no hubo llamada sino Whatsapp.
Un acuerdo imposible
Un acuerdo -ya imposible- entre Cs y el PSOE habría garantizado cierta estabilidad, ambos partido podrían haber pactado las condiciones de un adelanto electoral "sin ventajismos", y ambos aliados circunstanciales habrían sentado además las bases para futuros acuerdos basados en la confianza mutua.
No se trataba de intentar resucitar el abrazo: el electorado de Cs no lo entendería ni lo aceptaría y ambos partidos están muy lejos el uno del otro, desde que el partido liberal dio por muerta dio por muerta su raíz socialdemócratas y desde que el PSOE apostó por la reconducción del separatismo al redil constitucional por la vía del diálogo. Pero sí de tejer cierta complicidad ante un futuro electoral incierto en lo que atañe a la conformación de mayorías sólidas.
Quien más rápido ha visto y ha tratado de aprovechar este enfrentamiento a cara de perro entre socialdemócratas y liberales fue Pablo Iglesias, que anoche se despidió de la tribuna de oradores y del candidato a presidente, Pedro Sánchez, expresando su deseo "de ganar juntos las elecciones generales".
Con Cs, ni remota posibilidad entendimiento: "No vamos a cerrar ningún acuerdo del señor Sánchez porque un Gobierno de Sánchez con Rufian, Torra y Puigdemont es incompatible con nuestro proyecto”, resumió Villegas nada más terminar la sesión.
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