"¡Caray con la acogida! ¡No hay quién os entienda! ¿Tan baja era la expectativa?" Un ministro (o ministra) del nuevo Gobierno de Pedro Sánchez no sale de su asombro este sábado al atender a este periódico. Le ha sorprendido la buena acogida que, en general, ha tenido el Gobierno en las élites del país, los medios de comunicación y la sociedad en general. El Ejecutivo huele a nuevo y, mientras la nueva oposición calibra su estrategia, el foco y las esperanzas se concentran en las 11 mujeres, 6 hombres y un presidente que componen el Consejo de Ministras. El Gobierno está de moda y esa es otra sorpresa.
Colgado al teléfono y abrumado por las reuniones, viendo con resignación como las carpetas se van amontonando en un despacho que hace días no pensaba pisar jamás, con cientos de mensajes sin responder en su móvil, vive sumido en la extraña sensación del asombro perpetuo. Primero fue la moción de censura, luego empezar a llamar "presidente" al que antes era sencilla y familiarmente "Pedro" y finalmente ser nombrado miembro del equipo que dirige ya el país.
El cambio ha sido como de la noche al día, del azul al rojo. Tanto es así que el año político ha comenzado en junio. Ni en septiembre ni en enero. A mitad de legislatura. Y todo ha ocurrido poco menos que en cuestión de segundos, al menos en términos históricos. Pero las campanadas han sonado bien fuerte en todo el país y el cava corrió entre todos los que, con sobrada mayoría en el Congreso de los Diputados, enviaron a Mariano Rajoy a su casa.
Campanada 1: El renacer de Sánchez
Ni los propios diputados socialistas lo sabían y se encontraron con sus firmas estampadas en una moción de censura que no sabían si se iba a presentar. A muy pocos les importó a pesar de que se trata del papel más importante que iban a firmar como parlamentarios en toda la legislatura. Cultura de partido. Para evitar que recursos o iniciativas urgentes no puedan presentarse por haber diputados ilocalizables o de viaje, los portavoces de los partidos atesoran hojas de firmas a las que añaden un encabezado.
El del 25 de mayo, viernes, no era cualquiera. Era la sentencia de muerte política de Rajoy, que Sánchez había registrado en el Congreso antes de celebrar la Ejecutiva extraordinaria que había convocado para ese día o comunicárselo al Comité Federal que se celebró tres días después. Quería mantener el secreto, retirar a Rajoy la posibilidad de convocar elecciones, dejar sin discurso posible a Ciudadanos y poner a Rivera y el resto de líderes políticos entre la espada y la pared: o el PP sentenciado por la Gürtel o un cambio de la mano del líder de la oposición. En ese momento, con un regate corto, Sánchez volvió a situarse en el medio. Los cuartos fueron los párrafos de una sentencia judicial durísima e imposible de digerir. La primera campanada de Sánchez se escuchó en todos los despachos políticos del país.
Campanada 2: O con el Rajoy de Gürtel o conmigo
Si la estrategia de Sánchez funcionó fue, precisamente, por su simplicidad. Ante unos hechos gravísimos que cambiaban el tablero, Sánchez presentó una iniciativa ágil que convertía a la moción de censura en un plebiscito sobre Rajoy. Caló rápidamente, Pablo Iglesias comprometió su sí aunque lo acompañó de algunas exigencias que le garantizaron espacio mediático. Ciudadanos optó por exigir unas elecciones que ya no era posible convocar y acabó votando con Rajoy confiando en que Sánchez fracasase para tratar de forzar la convocatoria a las urnas.
La presidenta del Congreso, Ana Pastor. Si un año antes tardó un mes en fijar la fecha del debate, en esta ocasión lo convocó para la primera fecha posible, evitando que el tiempo erosionase a Sánchez o le permitiese fallos de comunicación o trifulcas internas. Del mismo modo, la negociación acabó saldándose con unos contactos discretos, aunque PP y Ciudadanos mantienen, sin aportar pruebas, que Sánchez comprometió la integridad territorial y la negoció con los partidos nacionalistas.
Campanada 3: 'Váyase, señor Rajoy'
Por Sánchez, que no quedase. Sánchez insistió en el debate de la moción de censura. "Dimita, señor Rajoy, y todo terminará". "Dimita y esta moción de censura habrá terminado aquí y ahora". Era la oportunidad que Rajoy tenía de evitar que el Gobierno cayese en manos del PSOE. Hubiera dado lugar a un nuevo período de consultas del rey Felipe VI y una nueva investidura, aunque sólo fuese para convocar elecciones, pero Rajoy prefirió aguantar, aunque fuese encerrado en un restaurante durante más de siete horas.
El énfasis en la dimisión era otra campanada de Sánchez. ¿Cómo alguien que quiere sustituir a Rajoy podría arriesgarse a no hacerlo si éste renunciaba al cargo en el último momento? El mensaje reforzó su estrategia.
Campanada 4: Las cuentas sellan la investidura
El discurso de Sánchez al Congreso fue muy medido. Mencionó algunas medidas muy generales como programa de Gobierno, lanzó un mensaje a la Unión Europea comprometiéndose con los objetivos de déficit y soltó la bomba: gobernaría con los presupuestos aprobados una semana antes. Por respeto a la cámara, decía.
La jugada le permitía a Sánchez apuntarse dos tantos decisivos: el apoyo del PNV, para el que las cuentas eran vitales y alejaban la posibilidad de elecciones antes de que se ejecutasen, y la excusa perfecta para los que pidiesen profundos cambios en el país. Ya no sólo el PSOE no tiene mayoría en la cámara sino que tiene las manos atadas. Si otros partidos son mucho más ambiciosos, tendrán que prestar sus diputados. Si no lo hacen, Sánchez pedirá los votos a los electores en las urnas.
Campanada 5: Sin biblia ni crucifijo
Nada había cambiado, pero algo había comenzado a cambiar. Sánchez prometió su cargo ante el rey sin la biblia y el crucifijo que presidieron las tomas de posesión de todos sus predecesores en democracia. Adolfo Suárez juró de rodillas en 1976. Desde él, los demás, incluso José Luis Rodríguez Zapatero, lo hizo en presencia de símbolos religiosos a pesar de que el Estado es aconfesional según la Constitución.
Los protocolos de la Casa Real así lo estipulaban hasta la llegada del nuevo rey, en 2014, pero la primera vez que alguien decidió visibilizar el cambio de época fue Sánchez. Sin aspavientos, pero a la vista de todos.
Campanada 6: Enganchados a los nombramientos
Hubo en España una serie con más fans, políticamente hablando, que Juego de Tronos en sus mejores épocas. Todo ocurrió esta semana, cuando los nuevos nombres se fueron conociendo poco a poco, a través de distintos medios de comunicación. El primero, no confirmado por el entorno de Pedro Sánchez hasta mucho después, lo publicó EL ESPAÑOL. Se trata de uno de los nombramientos de más peso, el de Josep Borrell en Exteriores.
Ese marcó el inicio del goteo, de las alertas de los medios de comunicación en los móviles y sus informativos, de la expectación en aumento.
Campanada 7: Consejo de Ministras y ministros
Casi dos tercios de los ministros son mujeres, tanto que en su promesa del cargo, animadas por la vicepresidenta, Carmen Calvo, la mayoría cambiaron la fórmula protocolaria para asegurar que mantendrían el secreto de las deliberaciones del "Consejo de Ministras y ministros". La iniciativa de Calvo, seguida con sorpresa por el presidente, reflejaba una realidad inédita en España. Sólo Zapatero tuvo más ministras que ministros, pero con él incluido en el Consejo eran mitad y mitad.
Ahora, por primera vez, habrá 11 ministras, seis ministros y un presidente, lo que coloca al Gobierno entre los que más presencia femenina tienen del mundo. Si la paridad de Zapatero mandó un mensaje, la falta de paridad de Sánchez emitió otro aún mayor, especialmente porque la mayoría de ellas conocen a fondo sus nuevas responsabilidades.
Campanada 8: De "igual da" a Igualdad con mayúsculas
A lo anterior se sumó que la única vicepresidenta, Carmen Calvo, es también ministra de Igualdad. Sánchez recuperó la cartera, creada por Zapatero y ocupada entonces por Bibiana Aído antes de que fuese agregada a Sanidad. Pero su importancia se multiplica al depender de la también ministra de la Presidencia y Relaciones con las Cortes. Será Calvo la que lleve el día a día de la coordinación del Ejecutivo. Los que la conocen saben que su feminismo es anterior a casi cualquier actividad o responsabilidad que lleve a cabo.
La Igualdad vuelve a ser una política de Estado y "transversal", según dijo este viernes la portavoz del Gobierno, también mujer, Isabel Celaá.
Campanada 9: Borrell, el dique al separatismo
El nombramiento de Borrell en el Ministerio de Exteriores, Unión Europea y Cooperación no sólo es un importante mensaje a Bruselas. España no es Italia, se decía en la capital comunitaria ante la certidumbre europeísta que emana de Madrid y los nervios que provocan las actitudes de Roma.
Borrell es además el ministro llamado a reforzar la voz de España en las instituciones europeas y a explicar la crisis institucional en Cataluña en el extranjero, donde en los últimos años ha ganado peso el relato expuesto por el independentismo. Borrell es catalán, uno de los que mayor proyección europea ha tenido, pero además cree en una España plural, diversa y donde no tienen cabida la unilateralidad o la superación de la ley que pretenden los que de nuevo gobiernan en la Generalitat. Su nombramiento contribuyó a desactivar a los que aseguraban que Sánchez había vendido la unidad territorial a los nacionalistas a los que Borrell combate, pese a la presión, desde hace años con soltura.
Campanada 10: Un icono para la ciencia
El nombramiento de Pedro Duque, el astronauta que ya es ministro de Innovación, Ciencia y Universidades, fue un auténtico golpe de efecto de Sánchez. Duque no sólo es un icono para la sociedad española sino que se ha distinguido en los últimos años por cultivar una imagen seria y pedagógica que lo convierte a priori en un candidato perfecto para el Gobierno.
"El primer viaje al exterior de Sánchez será a las estrellas", bromeaba algún socialista cuando conoció el nombramiento, del todo inesperado pero que logró una gran acogida.
Campanada 11: Robles a Defensa
Margarita Robles fue un fichaje inesperado de Sánchez. No para el Gobierno sino para su lista electoral de 2016, como dos por Madrid. A muchos les extrañó, pero esta magistrada del Tribunal Supremo, cercana al PSOE, llegaba al entorno de Sánchez como "independiente, pero de verdad". Robles tiene carácter, ideas propias y no duda en explicar las razones de su disconformidad si no está de acuerdo con algo. porqué.
Su lealtad a Sánchez ha sido absoluta y él la ha premiado con el Ministerio de Defensa, que hasta ahora ocupaba la número dos del PP, María Dolores de Cospedal. Pero con una importante responsabilidad añadida: la supervisión del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), un órgano clave de la seguridad de este país. Robles no perdió ni un minuto y aprovechó su primer discurso como ministra para advertir a los independentistas de que dentro de la Constitución se puede hablar de todo, pero fuera, de "nada".
Campanada 12: Dos gays y visibles al Gobierno
El nombramiento de Màxim Huerta en Cultura sorprendió tanto como el de Fernando Grande-Marlaska en Interior. Pero la noticia no fue su orientación sexual, que en otra época hubiera sido motivo de debate nacional, cuando no de mofa, sino sus heterodoxas trayectorias.
Huerta, conocido presentador, fue inmediatamente atacado por sus jocosos tuits sobre el deporte o la política. Grande-Marlaska fue etiquetado por Pablo Iglesias como "ministro del PP" por su actuación como juez en numerosos casos, que en realidad no gusta ni un pelo a amplios sectores del PSOE. Pero ahí estaban, dos hombres homosexuales, que no se avergüenzan de serlo, siendo analizados por su competencia profesional y no por otras cuestiones.
Esa campanada de Sánchez, aunque fuese la última y la emoción de la última uva no sea como la de la primera, no dejó de marcar un antes y un después.