Muere el obispo emérito de San Sebastián José María Setién
José María Setién Alberro fue obispo de San Sebastián entre 1979 y principios de 2000. Fue muy polémico por sus declaraciones sobre la autodeterminación vasca y ETA.
10 julio, 2018 08:44El obispo emérito de San Sebastián José María Setién ha fallecido esta madrugada en San Sebastián, tras haber sufrido un ictus el pasado domingo, según fuentes del Obispado de la capital guipuzcoana.
Setién, de 90 años y cuyo funeral tendrá lugar el miércoles a mediodía en la catedral del Buen Pastor de San Sebastián, fue ingresado en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Donostia en estado muy grave tras sufrir el ictus el domingo por la mañana.
Nacido en Hernani (Gipuzkoa) en 1928, José María Setién Alberro fue obispo de San Sebastián entre 1979 y principios de 2000, cuando fue sustituido por Juan María Uriarte y éste, en el año 2010, por José Ignacio Munilla, actual prelado de la diócesis donostiarra.
José María Setién fue obispo durante los años más duros de ETA. Se erigió en una controvertida figura por sus opiniones afines al nacionalismo, en las que muchos vieron una cierta comprensión hacia los miembros de la banda terrorista a la que siempre pidió que dejara de matar.
Sus posiciones a favor del derecho de autodeterminación y de la negociación entre el Gobierno y ETA fueron muchas veces cuestionadas, así como sus críticas a algunas acciones policiales y su denuncia de las supuestas torturas infligidas a integrantes de ETA.
Fue calificado de equidistante desde las posiciones alejadas del nacionalismo, cuando no de amigo de ETA, pero nada de ello impidió que a lo largo de su ejercicio siguiera hablando del problema de la violencia en el País Vasco desde un punto de vista político. Y "ético", según solía subrayar.
"Queremos hacer una revisión de nuestras actitudes, ante la paz no podemos contentarnos con decir que la culpa de la falta de paz la tienen solo los otros", aseguró en febrero de 1994 este religioso, una persona considerada de trato frío, al que gran parte de las víctimas de ETA sintieron casi siempre muy lejano.
Lamentó las muertes ocasionadas por la violencia terrorista y también las de los propios terroristas, como las de las víctimas del atentado contra el cuartel de Vic (Barcelona) en junio de 1991, y la de dos miembros de ETA en un posterior enfrentamiento con la Guardia Civil.
En una pastoral de finales de 1997, dijo que ni los atentados de ETA ni las acciones policiales "deben paralizar los esfuerzos orientados a buscar otros caminos más humanos de pacificación". En septiembre ya había reclamado la apertura de un diálogo para lograr la paz y el año anterior había reiterado la disposición de la iglesia vasca a "un servicio de mediación" entre el Gobierno y ETA.
En enero de 2000, unos días antes de su renuncia al cargo, volvió a hacer un nuevo pronunciamiento polémico. Afirmó que la paz tenía un precio y que el acuerdo al que debía llegarse es "qué precio se está dispuesto a pagar".
Como pensador, ha dejado una obra prolífica, recogida a principios de este siglo en los tomos de sus "Obras Completas", y que incluye títulos como "Conflicto cultural y comunidad cristiana", "Pueblo vasco y soberanía. Aproximación histórica y reflexión ética" y "Un obispo vasco ante ETA".
Los dos últimos se encuentran entre los que publicó a partir de 2000 y, aunque ya como obispo emérito, sus presentaciones y su participación en cursos o conferencias volvieron a ser fuente de titulares de prensa.
En 2006, durante la llamada tregua "permanente" de ETA, manifestó en un curso de verano de la Universidad del País Vasco, que el proceso de paz "difícilmente" avanzaría si no se producía una "flexibilidad" en los "planteamientos doctrinales" del Gobierno y de la banda terrorista, que hiciera posible que las "exigencias más radicales" cedieran en favor de "un acuerdo" que habría que "construir".
Ese año recibió el galardón a "la trayectoria de todo una vida" de la Fundación Sabino Arana. Contaba ya con la Medalla de Oro de la Diputación de Gipuzkoa, otorgada en 2003.
Las apariciones públicas de Setién han sido escasas en la segunda década de este siglo. Una de ellas fue su visita al tanatorio donde se encontraban los restos mortales del abogado y político vasco Juan María Bandrés en octubre de 2011.
Han transcurrido 18 años entre su retirada, motivada en parte por razones de salud, y su fallecimiento, y casi 30 de su cese como miembro de la comisión ejecutiva de la Conferencia Episcopal, de la que fue también integrante de su comisión permanente.
Un ictus ha acabado con la vida de este religioso guipuzcoano, del que se construyó, a juicio de sus colaboradores, un personaje que no correspondía con la realidad.
"Ese estereotipo es el que ha servido para 'demonizarle' y también para que muchos tertulianos se desahogaran hablando de él, porque para algunos monseñor Setién ha sido una continua obsesión", aseguraba el delegado de Medios de Comunicación del Obispado de San Sebastián, Jon Etxabe, tras la renuncia del prelado en 2000, una noticia que en su opinión había tenido una repercusión mediática "desmesurada".
Con su muerte, Setién volverá a ser de nuevo protagonista de informaciones y análisis en los medios de comunicación.